+ Continúo con mis indagaciones sobre el tiempo actual, sobre mi presente, que no es un tiempo privativo o privado. No puede ser de otra manera. He visto algunos vídeos sobre Carl Schmitt y he dudado si comprar un libro que se ofrece como una obra de estilo inigualable y, al tiempo, que el ponente pondera al autor también expresa el desagrado que el produce el escritor. Por un momento he dudado, pero decido no comprar el libro y, también, devolver esa Teología política que tomé en la biblioteca. Creo que el resumen en línea que sigo sobre el pensamiento de la ultraderecha es suficiente para tener una idea ajustada. Su estilo, por muy preciso que sea, por muy elevado que sea, no me interesa. Detesto la brutalidad que implica, que se extiende por sus páginas, su justificación del franquismo. No. El estilo no justifica lo abyecto. Ni ahora, ni antes.
+ En el sentido del párrafo anterior, he tomado de la estantería algo de E. Jünger. La calidad de la prosa desvela un tiempo lejano. Con la música sucede lo mismo. El elemento embalsamado no resiste el contacto con el aire fresco. Leo y asiento. Me parecen circunloquios y lo que me gustan son ciertas anotaciones sobre la naturaleza. He leído poco. No me apetece. Recuerdo cuánto me gustó en su momento. Ahora no soy otro, pero he envejecido.
+ Razones que no voy a exponer me llevan a buscar la palabra “arco” en el diccionario. Me asombra la extensión de la entrada. Parece que permanece la idea de curva, la curva es la que le da sentido a la palabra y a su uso en diversas distribuciones. La curva, me digo y pienso en ello mientras suena algo de Bach. La música es una curva, también. Los conflictos, el consenso, la opinión y su refutación, los placeres, el trabajo, los días, la acumulación de conceptos que se diluyen en el morir de cada jornada. El arco, el afán del día.
+ Releo lo que la semana anterior escribí y compruebo que también estaba presente Bach. Podría pensar que se trata de pedantería, pero no es así. Su música me conecta con un espacio amplio y perfecto, personal y único, sin posibilidad de interrupción.
+ Relatos sobre piscinas. Las piscinas son líricas, pero, al mismo tiempo, discretas. En el verano me alejo de ellas, en invierno me atraen. Si tuviera una cámara [¡sí que tienes!, me dice mi Pepito Grillo] documentaría esta realidad. Pienso en ello y es suficiente. Se trata, finalmente, de que hay demasiadas fotos, así: la fotografía ha muerto, a no ser que se trate de una realidad que vaya más allá de la foto en sí misma.
+ Indagar en un vida resulta complejo. Me detengo en los huecos que se presentan en la investigación, la falta de documentos y las suposiciones que se establece mediante indicios. No hay otra posibilidad que una extensa sospecha, primero sobre el biografiado, segundo sobre los biógrafos. Nada queda fuera de esta sospecha. ¿Puedo completar la sospecha con lo que a diario oigo hablar sobre otras personas? Creo que sí.
+ Fuddy-duddy: [palabras que surgen por ensalmo]. La investigación sobre la ultraderecha no tiene fin. Llego a Sloterdijk, a su página web [en alemán, of course]. Uso el traductor que me ofrece el ordenador y la traducción me ayuda aunque hay algunas lagunas. Lagunas complejas. Restauro la versión alemana y encuentro la palabra [Spießbürger: pequeño burgués], que, a su vez, traduzco al inglés porque no me satisface lo que obtengo y me encuentro con la palabra en cursiva que abre este párrafo. Bien. La palabra se refiere a lo anticuado [old-fashioned] o lo viejo, tradicionalista y conservador, un tanto excéntrico, un tanto ridículo. El gran pensador alemán matiza que esta cualidad de la persona se define porque piensa que tiene más que perder que ganar. Me parece muy acertado y orienta el asunto de la extrema derecha, el cansancio, la degradación de las condiciones vida y un largo etcétera que no voy a detallar, pero que se resume en la desconfianza de lo político. Apunto la palabra y la recordaré como un talismán que me ayudará a abrir la coraza de aquello que nos amenaza. Pequeño burgués, pero hay algo más: lo minúsculo, lo egoísta, el miedo, la identidad, la precariedad, el alza de los precios, el aumento del coste de la vida (etc). ¿No hay, acaso, una pizca de razón en su enfado, en su crispación, en su malestar?
+ Un malestar físico, debido a la inestabilidad del tiempo climatológico, acaba por incidir en mi bienestar emocional. Lo sensible y el deseo de soledad, la constatación de filtros que nos van colocando donde nos corresponde (de otra manera no puede ser, debido a linealidad del tiempo), la sensación de no haber acertado (y esto es falso porque no se trata de aciertos y errores), la voz de las personas, el ruido, la inconstancia en las opiniones, la energía desperdiciada y el esfuerzo de la lectura y la escritura. Todo es una pose, termino por concluir y me refugio, una vez más, ay, en la lectura. Pozos y claustros, silencio o el rumor de un electrodoméstico, el fondo de Bach, tal vez. No soy ordenado, no soy constante, no soy (¿y?).
+ Imagen: extraños modos de mirar a través de la vitrina, a través de la ventana.