sábado, 27 de julio de 2024

Sin indicaciones (24)

 


+ Encontré un libro que me puede abrir nuevas vías de exploración. Una introducción a la hermenéutica. El libro tiene sus años. El hallazgo se produjo en una feria de libro de ocasión. Son las ferias que me interesan, son las librerías que me interesan. El resto, lo tengo en internet y las novedades, hasta cierto punto, me resultan indiferentes. ¿Puedo dividir el mundo en buenos lectores y lectores buenos, como si la lectura precisase de una cierta dosis de cinismo? No me pronunciaré, pero la calidad pasa por la ironía y la desconfianza, por el alejamiento de las buenas intenciones sin más fundamento que su soporte moral. 


+ El poder me resulta ajeno. Aquello que leo sobre el mismo no de deja de ser un extraño relato que no alcanzo a poner en relación con una cierta condición de posibilidad. No soy más que un espectador y conforme me sumerjo en el estudio de las costumbres y las personalidad menos seguridad tengo. Me hago cargo de mi ignorancia. No se trata de alcanzar conocimiento, sino de conseguir algún trazo exacto en la descripción. La tarea es imposible y su práctica no deja de ser un afán, un anhelo que me permite disfrutar de mi capacidad predictiva, basada en la espera y la observación, en la desconfianza en mis propias armas. Vale.


+ Mis cuadernos de dibujo contienen una parte de mi yo que se escinde, que se rebela contra el resto. Estos último dibujos no me gustan, pero tampoco me disgustan. Trazos nerviosos, sin demasiada correspondencia, colorido equivocado, pero el yo que los realiza no está de acuerdo. En esta lucha vivo, me mantiene vivo: la lucha entre mis partes. Sin acuerdo.


+ Ha llegado el calor y me afecta de una manera desagradable. Me ralentiza. He tomado café y el efecto no se ha completado. No soy capaz de leer, tampoco de escribir. Cierro la semana sin haber cumplido con mis afanes, el signo y la enseñanza. Los planes siempre son móviles. Cierro la semana, repito.


+ Imagen: En la primera hora de la mañana, cuando el día despierta. [Vivienda militares en Pontevedra, Bar Boo]

sábado, 20 de julio de 2024

Sin indicaciones (23)


+ Pensar en redacciones, en ajustar los textos y en dar órdenes: que esto aquí y allá eso no. Oigo las instrucciones y no sugiero nada. Me complace escuchar. No opino, tampoco nadie me lo ha pedido. El trabajo destila la ansiedad de estar vivo y convierte esa ansiedad en un alcohol peligroso. La vida es peligrosa.


+ Ecos de la historia, como si hubiese un hilo que la explicase. Me gusta pensar que sí, pero mis conocimientos son muy pobres. Escucho, en línea, a Quintín Racionero cuando habla de Hegel, del sentido de la historia, de sí se puede o no se puede desentrañar este. Pienso, cómo no, que murió en 2012 y ahora me está hablando. Qué proximidad con la imposibilidad de interacción con la lectura, ese silencio del escritor hoy lo veo en el brillante profesor, que desde ese éter que es internet me habla. ¿Me habla a mí? La historia es un tema recurrente en ciertas reflexiones que me propongo y no soluciono. La clase resulta importante para volver a plantear esas dudas que no alcanzo a plantear (mis limitaciones).


+ En un paseo vespertino, sin prisa, bajo la humedad y el calor, atisbé un grupo de persona que, en principio, me parecieron curiosas, extrañas, un grupo, tal vez, de cómicos. Según se iban percibiendo mejor, pude distinguir que se trataba de unos nazis. Lo siniestro, lo profundamente desagradable, el asco, la miseria. Con sus atuendos se acentuaba un dolor que como un zumbido llegaba desde el pasado, cuando visitamos Berlín. Uno de ellos llevaba una cita de Hitler en la camiseta, se leía la estúpida frase: “La vida no perdona la debilidad”. Uno de ellos con una camiseta negra, pantalón con miles de bolsillos, botas de policía y un ridículo gorro militar de la IIGM, tal vez de la marina alemana, los demás: ropas de camuflaje, bermudas y sandalias, menos llamativos, igual de asquerosos. Todos tatuados profusamente. Aquel grupo destilaba una violencia sorda, a punto de estallar. Sentí asco. Pasamos a su lado, no había otra, y uno de los gregarios balbuceaba algo sobre defender el espacio que le corresponde a cada uno, el de la camiseta con la vomitiva cita asentía. Estaban de paso, pero el rastro de inmundicia había quedado en las calles, todavía lo percibo.


+ Volví al curso sobre la filosofía de la historia. Escribí, esta tarde de sábado, poco y mal. Leí. La siesta. El gato que caza, un brisa agradable, el rumor del viento entre las hojas de los cerezos. El olvido y la desmemoria como la clave de la felicidad, pero ¿merece la pena esa felicidad? El bienestar se sitúa en el otro bando.


+ Observar el desarrollo de la vida de los gatos es un privilegio. Son extrañas razones de convivencia las que se llegan a comprender. Pero, quizá, la palabra comprender no sea la más adecuada. Una forma de estar, poco más. Solo eso. M. ni quisiera me me mira y se aleja hacia su ocio y pereza, más tarde, tal vez, corretee un poco o se dedique a la caza de topos o ratones, pequeños topos, pequeños ratones. Nada más. Esa es la manera, su inversión también sirve.


+ Espero que termine una descarga. Noticias del siglo XVII. El Barroco. La finitud y ese fino nihilismo, lo efímero, la posición del poeta en el desierto de su esperanza. La espera se me hace larga porque quiero continuar escribiendo y necesito unos datos de una publicación que apareció en 1857. Los arcos temporales atesoran una lección incontestable sobre el paso del tiempo, pero no es su espíritu sino la atmósfera que elevan lo que hoy me interesa, me afecta. Mientras, un desglosarse la fluida melodía de Bach me centra. Sigo con la espera y no me planteo, ya, nada más. Espera, nada más.


+ “Es un mundo: el archivo de la memoria tiene que ser reconstruido”, la frase de Quintín Racionero es una llave. Me abre una puerta que permanecía desde hace mucho tiempo cerrada y me impedía avanzar. ¿Hoy consigo avanzar, traspasar la puerta? Al menos, consigo abrir la puerta. No es poco. 


+ Imagen: dos torres ante las que paso todos los días, pronto tendrán otra piel, serán otras, serán las misma. La reconstrucción es lo diario en sí mismo.

sábado, 13 de julio de 2024

Extraño orden, habitual desorden


+ Continúo con mis indagaciones sobre el tiempo actual, sobre mi presente, que no es un tiempo privativo o privado. No puede ser de otra manera. He visto algunos vídeos sobre Carl Schmitt y he dudado si comprar un libro que se ofrece como una obra de estilo inigualable y, al tiempo, que el ponente pondera al autor también expresa el desagrado que el produce el escritor. Por un momento he dudado, pero decido no comprar el libro y, también, devolver esa Teología política que tomé en la biblioteca. Creo que el resumen en línea que sigo sobre el pensamiento de la ultraderecha es suficiente para tener una idea ajustada. Su estilo, por muy preciso que sea, por muy elevado que sea, no me interesa. Detesto la brutalidad que implica, que se extiende por sus páginas, su justificación del franquismo. No. El estilo no justifica lo abyecto. Ni ahora, ni antes.


+ En el sentido del párrafo anterior, he tomado de la estantería algo de E. Jünger. La calidad de la prosa desvela un tiempo lejano. Con la música sucede lo mismo. El elemento embalsamado no resiste el contacto con el aire fresco. Leo y asiento. Me parecen circunloquios y lo que me gustan son ciertas anotaciones sobre la naturaleza. He leído poco. No me apetece. Recuerdo cuánto me gustó en su momento. Ahora no soy otro, pero he envejecido.


+ Razones que no voy a exponer me llevan a buscar la palabra “arco” en el diccionario. Me asombra la extensión de la entrada. Parece que permanece la idea de curva, la curva es la que le da sentido a la palabra y a su uso en diversas distribuciones. La curva, me digo y pienso en ello mientras suena algo de Bach. La música es una curva, también. Los conflictos, el consenso, la opinión y su refutación, los placeres, el trabajo, los días, la acumulación de conceptos que se diluyen en el morir de cada jornada. El arco, el afán del día.


+ Releo lo que la semana anterior escribí y compruebo que también estaba presente Bach. Podría pensar que se trata de pedantería, pero no es así. Su música me conecta con un espacio amplio y perfecto, personal y único, sin posibilidad de interrupción.


+ Relatos sobre piscinas. Las piscinas son líricas, pero, al mismo tiempo, discretas. En el verano me alejo de ellas, en invierno me atraen. Si tuviera una cámara [¡sí que tienes!, me dice mi Pepito Grillo] documentaría esta realidad. Pienso en ello y es suficiente. Se trata, finalmente, de que hay demasiadas fotos, así: la fotografía ha muerto, a no ser que se trate de una realidad que vaya más allá de la foto en sí misma.


+ Indagar en un vida resulta complejo. Me detengo en los huecos que se presentan en la investigación, la falta de documentos y las suposiciones que se establece mediante indicios. No hay otra posibilidad que una extensa sospecha, primero sobre el biografiado, segundo sobre los biógrafos. Nada queda fuera de esta sospecha. ¿Puedo completar la sospecha con lo que a diario oigo hablar sobre otras personas? Creo que sí. 


+ Fuddy-duddy: [palabras que surgen por ensalmo]. La investigación sobre la ultraderecha no tiene fin. Llego a Sloterdijk, a su página web [en alemán, of course]. Uso el traductor que me ofrece el ordenador y la traducción me ayuda aunque hay algunas lagunas. Lagunas complejas. Restauro la versión alemana y encuentro la palabra [Spießbürger: pequeño burgués], que, a su vez, traduzco al inglés porque no me satisface lo que obtengo y me encuentro con la palabra en cursiva que abre este párrafo. Bien. La palabra se refiere a lo anticuado [old-fashioned] o lo viejo, tradicionalista y conservador, un tanto excéntrico, un tanto ridículo. El gran pensador alemán matiza que esta cualidad de la persona se define porque piensa que tiene más que perder que ganar. Me parece muy acertado y orienta el asunto de la extrema derecha, el cansancio, la degradación de las condiciones vida y un largo etcétera que no voy a detallar, pero que se resume en la desconfianza de lo político. Apunto la palabra y la recordaré como un talismán que me ayudará a abrir la coraza de aquello que nos amenaza. Pequeño burgués, pero hay algo más: lo minúsculo, lo egoísta, el miedo, la identidad, la precariedad, el alza de los precios, el aumento del coste de la vida (etc). ¿No hay, acaso, una pizca de razón en su enfado, en su crispación, en su malestar?


+ Un malestar físico, debido a la inestabilidad del tiempo climatológico, acaba por incidir en mi bienestar emocional. Lo sensible y el deseo de soledad, la constatación de filtros que nos van colocando donde nos corresponde (de otra manera no puede ser, debido a linealidad del tiempo), la sensación de no haber acertado (y esto es falso porque no se trata de aciertos y errores), la voz de las personas, el ruido, la inconstancia en las opiniones, la energía desperdiciada y el esfuerzo de la lectura y la escritura. Todo es una pose, termino por concluir y me refugio, una vez más, ay, en la lectura. Pozos y claustros, silencio o el rumor de un electrodoméstico, el fondo de Bach, tal vez. No soy ordenado, no soy constante, no soy (¿y?).


+ Imagen: extraños modos de mirar a través de la vitrina, a través de la ventana.

sábado, 6 de julio de 2024

Desengaño


+ Las técnicas de redacción me sumergen en la incertidumbre. Soy rehén de sus precisas guías, pero consigo sustraerme y me dejo llevar por mi natural tendencia a la dispersión, que no es bueno, pero es mi principio rector, o, al menos, forma parte de él


+ Hay constantes en los últimos años, constantes temáticas. Una de ellas es las razones del desengaño y su reflejo en la poesía barroca española. He indagado en ello y una parte significativa es codificación, una colección de elementos que se repiten sin mayor novedad que la distribución de las partes en una nueva disposición. Pero, otra cara de la moneda, se resuelve en una sincera sensación de fracaso, que se acentúa por las expectativas puestas en el objeto del deseo. La amada y su desdén, como razón principal de ese desengaño. El síntoma del mal de amor se puede extender a la totalidad de toda la realidad. La realidad como construcción, sin duda. Hoy lo tengo presente y me encuentro con la verdad de lo olvidado, como un tamiz que devuelve lo valioso. Cernir los recuerdos es un ejercicio necesario. El desengaño está en esta senda.


+ “Si queremos ver con evidencia cuán engañosas sean las cosas de este mundo, es un claro argumento de este que ninguno de cuantos las estiman están contentos con su estado, pensando antes de alcanzarlas que lo había que lo había de estar, lo cual es cierto argumento de que se engañaron” [Diferencia entre lo temporal y lo eterno, Juan Eusebio de Nierenberg]


+ ¿Necesito, realmente, discutir al jurista? Sí, sin duda.


+ “Y me di cuenta, como si de una revelación se tratase, que solo Bach me habría de acompañar hasta el último instante. Se detuvo, súbitamente, el vídeo que me arropaba: Die Kunst der Fuge | BWV 1080. No busqué significados ocultos. No había otra literalidad, no había ningún sentido. Todo termina por detenerse y punto. Nada más. Así, Bach establecía los límites, las fronteras vitales, la vida misma se mostraba en su espesor. Caras de la misma moneda. Algo había aprendido y me constaba verbalizarlo, explicarme a mí mismo que todo estaba contenido en esa extraña revelación, tan transparente, tan volátil, evaporada, pero misteriosa y sin posibilidad de interpretación. Quedaría algo similar a la oración, aunque esta alternativa no es posible: se pone el sol y la tarde es noche ya, no queda otra cosa. Llega el sueño, con él, el olvido, el vacío.”


+ No me agrada el calor. El cansancio que me produce, el embotamiento en el que me veo sumido me paralizan. El café hace su trabajo, pero no resulta suficiente. Me gustaría tener el don del trabajo y no lo tengo. Es en estos momentos cuando más consciente soy de esta carencia. Lo fácil, lo muelle, la blanda sensación de la pereza me subyugan. Es mi signo. No creo que se pueda luchar contra las tendencia que nos vienen impuestas antes del nacimiento. Pero ni siquiera me siento necesitado de otro orden, de la imposición de una estricta disciplina. Me vale como me veo. La transparencia de los días y las noches, un fluir armonioso, el descenso al reino del sueño en tranquila disposición. Vale así.


+ Imagen: la solitaria tranquilidad de algunas cafeterías en las tardes calurosas de julio, de principios de julio.