sábado, 30 de marzo de 2024

Una vez más, silencio

 

+ Han subido las temperaturas y en la última de la tarde sopla un viento que no llega a ser violento aunque se aproxima y aúna un estado de desagrado. Es involuntario. En el cielo se espeja la noche, limpia o transparente. Algo leí sobre la determinación y no me gustó, lo que no implica que fuese falso. El día da de sí lo que da, los afanes se suman su cortante realidad. Ay, la realidad. 


+ Días atrás, en una distendida conversación, se me ocurrió decir que la fotografía estaba cerrada, que resulta imposible hacer más fotos. Mis dos compañeras de trabajo me miraron extrañadas e inmediatamente me arrepentí de haber dicho lo que había dicho. No era el lugar, ni el momento. Una de ellas mencionó a Helmut Newton y yo dije que había visitado su fundación en Berlin y que me había resultado indiferente su provocación. Aquello derivó en qué es bello y qué no es bello. Yo me siento al margen del debate de la belleza. He leído demasiado y siento una nausea cuando alguien se expande a explicar conceptos que me son ajenos, o, dicho de otra manera, habla de algo que desconoce y se expresa desde la atalaya del impresionismo: me gusta o no me gusta. Lo sé: carece de importancia conocer bien el mapa del gusto, la estética y el cementerio artístico. Yo no soy creyente ni de la belleza ni del museo, la sala de conciertos o la fijeza de la cátedra de literatura, pero he transitado por sus bosques, llanuras y desiertos. He de aprender a abstenerme, a no hacer preguntas del tipo: ¿qué es una buena fotografía? Ya no es tiempo para nada, salvo para el silencio.


+ El sábado es una sima. Me siento decaído y cansado. Me he despertado muy temprano y he estado leyendo. He leído algo que se relaciona con lo anterior y la sensación de inutilidad me ha atrapado. Sumergido en el océano de lo que no comprendo y no comprenderé, siento el vértigo del día luminoso. Pienso, por un momento, en la barbaridad de la crucifixión [estamos en el inicio de la Semana Santa]. Con todo, sigo con mi rutina y esa luminosidad del día me afecta, pero sé convivir con mi dolor sin motivo ni concreción. El afán del día.


+ Las fotos documentan instantes, luego llega todo lo demás. Esa razón guía las imágenes de este blog. El hilo conduce a otro sendero y lo cotidiano nunca se embosca. Un archivo, finalmente. Poco más. Hay está la muerte de la fotografía, la plácida muerte de la fotografía.


+ He regresado a los sonetos de Conde. Lo sé. Es un viaje de ida y vuelta. Llego a ese mundo y no soy yo un ciudadano, ni siquiera un viajero, sino un turista. la diferencia entre el viajero y un turista es que el primero tiene algo que hacer, el segundo no. Lo pienso un poco y yo sí tengo una misión, que se oscurece o se ilumina, según el día. Me produce cierta satisfacción verme reflejado en una tarea superior, aunque me cueste tanto esfuerzo y me provoque tanta inseguridad. El crecimiento es doloroso.


+ El día, desde su inicio, hasta el momento, en su discurrir, se ha resuelto en una abundante alegría, contra la que tengo una incierta prevención. Sé quién soy y no es poca cosa este conocimiento: difuso, cambiante y necesario.


+ [He] Speaks to every man at every level. [En inglés y en Semana Santa, un adagio para construir un puente entre la infancia y la edad madura, un sortilegio que no termina de funcionar].


+ Apenas me siento capaz de ver la superficie de la realidad, o ni siquiera esa pulida y espejada superficie. Tendrías un saber inmenso si te mantuvieses en silencio, parece decir la mañana y no le falta razón. Me recojo en la música que suena en el reproductor [Bach]. Esa transmisión entre lo posible y lo improbable me deja en suspenso. Con el tiempo he aprendido a ver que hay sujetos que se dirigen a un objetivo a una velocidad insospechada, he desarrollado la capacidad de explicar(me) trayectorias de éxito, pero también veo los fracasos ominosos. No es un don, es el afilarse de una inquietud. Tampoco es la capacidad para la novela, sino que se trata del silencio, la espera y la observación. La observación, la materia de lo cotidiano, la ruptura de las evidencias. El silencio.


+ De fondo, lleva varios días sonando La Pasión según San Matero de Bach. Diferentes versiones, el mismo espíritu. Trato de no acercarme al contexto primero de la obra y me dejo llevar por una idea personal construida a lo largos de los años de manera espontánea, sin ningún sistema, que me remite a un escenario y a una situación de silencio y aislamiento. Silencio y aislamiento, repito y la arquitectura de la obra de Bach se impone y yo me callo, dejo de escribir.


+ Ha regresado, hoy lunes, la lluvia.


+ Imagen: Cercad del bosque, en el trayecto, aparece una discoteca abandonada. el silencio se impone. Quizá algún pájaro lo rompe. Tal vez no.

sábado, 23 de marzo de 2024

El afán del día

 

+ Los gatos actúan como transparentes metáforas de la vida cotidiana, los afanes y el deseo. Resulta fácil. Comer, dormir y, tal vez, reproducirse. Hay otras acciones fisiológicas que cualquiera puede suponer. El sentido de la vida se manifiesta en su comportamiento diario. Y un día dejan de comer y se les ve tristes. Esa conjunción de falta de apetito y tristeza nos acerca a ellos y en ellos nos vemos reflejados. La metáfora reside en la expansión del dolor, la pérdida o el engaño. Aunque carezcan de lenguaje adecuado para expresarse poéticamente, su vida y sus actos mismos contienen ese impulso: la vida y sus ritmos. Quizá eso sea la poesía, quizá no. Hoy prefiero pensar que hay una explicación para las dudas que me asaltan. 


+ Tomo una cita de las lecturas en las que estoy sumergido, en este momento, domingo por la mañana: “La virtud más grande de los españoles ha sido siempre un especie de resignación respecto a sí mismos.” [En Romero Tobar, La literatura en su historia, y el citado escritor es J. Casssou]. Me interesa esa resignación. En lugar de orgullo, resignación. Algo de esto hay en mi posición política del momento. No me gustan los pactos con los independentistas, no me gusta la amnistía, no me gusta tantas cosas, pero mucho menos me gusta la alternativa que se presenta. ¿Es una virtud esta resignación? No lo sé, pero ahí veo mi reflejo. Preguntaría a los gatos, pero sé que no se pronunciarán. Me quedo con la cita.


+ Lema: “Ven, muerte, tan escondida”, que, en lugar de ser fúnebre, torna el día en ese aprovechar el afán del momento, tan difícil de alcanzar como beneficioso [el aprovechar].


+ Leí que hay gatos que se sienten incómodos con sus dueños y su casa. Se van y no regresan más. He pensado mucho en esa característica de algunos gatos. ¿Característica o cualidad? Es preciso saber tomar la decisión adecuada en el momento adecuado y ser consecuente con ella. Mucho he reflexionado yo a lo largo de mi vida sobre qué hacer en momentos determinados. Ahora, llegados a este punto, y con un sistema muy depurado, entiendo a estos gatos que dejan vida y labor propias. Qué hacer cuando tu sitio no es tu sitio, qué hacer, sino desaparecer para siempre y que un rastro de tristeza quede flotando en el aire al que nunca volverás. He pensado en la articulación poética que posee, pero no es poesía, es lírica y en ella descanso. Hoy descanso, mañana tendremos otro afán.


+ Lema: “Por la caridad entró la peste”. Frase desagradable donde las haya, pero, al mismo tiempo, certera. Lo terrible de su acierto se sitúa en ese límite entre lo conveniente y lo molesto. Asisto sin pasión al desarrollo de su estela en el afán del día.


+ Imagen: la fotos que se hermanan con una idea de pintura, con la abstracción, la expresión y la deliberada ausencia de forma.

sábado, 16 de marzo de 2024

La lírica perdida



+ La tarea de lectura y escritura atraviesa un momento de crisis. Las crisis, según reza su propia etimología, son rupturas. Se rompe lo que está unido y, de inmediato, se trato de recomponer los fragmentos. No tiene porque ser perjudicial. El beneficio es la idea de un todo inconsistente y variable. Esa certeza arranca desde una infancia lejana, que se cocinó por el contexto y la comunicación con la adolescencia. Viajes, lecturas y conversaciones. La tarea volverá a lo suyo. Es la experiencia.


+ Terminada la novela de Miguel Morey. Hotel Finisterre. Ha sido una lectura provechosa y, en su densidad, permanece el deseo de regresar a las proposiciones que se establecen. La narración es debía y, por momentos, se acrecienta hasta alcanzar una densidad extraña. El sueño, el coma, los accidentes, los aviones. Espacios y distancias. En el final, después de haber identificado al perro, reencuentro una idea lejana sobre la vida misma. La idea del cínico, que, muy pronto, supe traducir como perro. La esclavitud que ordena. He devuelto el libro a la biblioteca pública después de dos meses y me pregunto, sin convicción, si volveré a cogerlo. Vale.


+ Es miércoles y en el reproductor suena Paco de Lucía. Una vieja querencia. Viajaremos a Cádiz y hay mucho de rememoración en ello. Reconstruir el pasado para entender el presente, porque de allí vengo y allí vuelvo. ¿Iremos a Algeciras? ¿Qué pesará, el aire o el paisaje? Ahí estoy y no lo haré: no compraré la guitarra flamenca que deseo. Pero sí, ahí está el deseo. Escucho a Paco de Lucía y regresan los años de la adolescencia, ebriedades, conversaciones, poesía y ambiciones. No se trata de que las ambiciones no se cumpliesen, sino que estas se transformaron. La lección se traduce en la permanencia del cambio [aunque parezca contradictorio, no lo es]. La guitarra describe un paisaje nunca hollado, pero que se construirá. Soñaré con todo ese mundo de dunas, playas y caballos. San Roque, la Bahía, Tarifa. Por ejemplo. También, el Puerto. 


+ Queda apuntada la posibilidad de la pintura, pero es un anhelo, no una certeza. Madrid nos espera.


+ La quinta de Mahler en las primeras horas de la mañana, en la radio. La sinfonía completa mientras movía, electrónicamente, papeles. Extraña sensación: la administración, la lluvia, el calor de la calefacción. El jueves es un día más, pero la sinfonía me ha devuelto la lírica perdida.


+ Imagen: los paseos nocturnos, el camino hacia el trabajo cuando falta más de una hora para que amanezca. Las fotos el reflejo de las astillas de esa realidad que palpita bajo la corteza de la ciudad. Vale.

sábado, 9 de marzo de 2024

La espada



 + No he dejado de pensar en la discusión a la que asistí como espectador la semana pasada. Hay una serie de problemáticas que derivan de la incapacidad para saber quién es uno mismo en cada momento de su propia trayectoria. La confusión trae consigo problemas insolubles, ya que el origen está vedado al protagonista. Esto fue lo que pensé. Y, al tiempo, sé que resulta imposible que la persona ofendida (ay, las ofensas) rectifique. Las rectificaciones aparecen cuando hay voluntad, cuando la ceguera provocada por la soberbia y la incapacidad para renacerse en el escenario asoma, la alternativa no es posible. ¿Alternativa? Una enquistada manera de conducirse no cambia, creo y afirmo. Lo dejo y me dedico a asunto más productivos. La aceleración es un robo, el retardo, también. En el justo medio me dispongo yo. Silencio.

+ El robo. La rapiña. Las posiciones alcanzadas que no responden a nada, salvo a un plan trenzado con un propósito espurio. Tal vez, la finalidad no sea despreciable, quizá tenga su punto de grandeza, pero, lo sé, los medios lo son todo. Si los medios fallan, el fin carece de importancia. La función crea el órgano. O, podría ser, se trate de una acendrado impulso, mi tendencia a juzgar en función de la lealtad y la deslealtad. El peso desleído, la organización que se desmorona, la conclusión argumentativa que se había observado en una trayectoria. Aun así, ni siquiera se trata de un algo moral o ético, sino que podría ser, simplemente, una manía. Pero ahí está: mi yo y la manía, materializados en una unidad. Siento que la estrategia para conseguir una colación se expande en la colocación misma, me digo como conclusión. Soy muy ingenuo. Sin embargo, rebasado un límite, la inocencia se transforma en una dura e implacable espada. La espada refleja el rostro. El robo es, ya en su inicio, despreciable.


+ Los dos párrafos anteriores están relacionados con la mencionada discusión. Me afecta en la medida en que durante el fin de semana he estado pensando en ello y, también, en la medida en que fue tema de conversación entre C. y yo. Al final, colijo que se trata de un tema de lealtad, al que sumamos un rasgo entreguista en mi personalidad. Siempre he intentado evitar el conflicto, quizá más por miedo que por una verdadera convicción. Si definí todo el proceso como robo es porque entiendo que se me ha hurtado un punto de confianza, porque se ha roto un acuerdo y ahora ha crecido la desconfianza. El análisis trasforma el prado en murada prevención. No me fío. Quizá soy elíptico y no llamo a las cosas por su nombre, esto también forma parte de lo que he confesado hace poso: soy un queda-bien. ¿Seguro? La espada cimbrea, su vibración responde a mis dudad: no, no eres un queda-bien.


+ Quiero descansar del pensamiento recursivo: los unos se solapan contra los otros. Quién fuera un benedictino en silencio: ora et labora


+ En espiral llovía esta mañana. El viento dibujaba grandísimas caracolas de agua en el aire, matizadas por las turbias farolas. Me mojé. No me importó. Caminaba con seguridad mientras se desgranaba en los auriculares música electrónica francesa. A veces entendía algo, una palabra, una expresión. El amor, el tiempo, la sutura de los reencuentros. El decorado me trasladaba a pesadillas infantiles. Llegué al trabajo y las estancias resultaban acogedoras. Tiempo y espacio, esto es lo que hay. Fuera continuaba implacable la lluvia. Bebí agua y consulté el correo electrónico. Recordé la lectura de la noche y la fuerza regresó. Ese rumor nietzscheano que invade el inicio de la mañana. Llegarán más tarde las conversaciones y el aroma del café, pinchos de tortilla o bizcochos, palabras y lejanías. Las llamadas telefónicas, las respuestas a tiempo, recados y expedientes. Algo que se pierde y no está en su sitio. Así comienza la mañana, sin mucho que reseñar.


+ Demasiada actividad. La frenética disposición de las tareas responde a una necesidad que ignoro, pero, estoy seguro, se relaciona con algún tipo de trauma o carencia. Todo aquello que ayuda a olvidar envenena. El veneno y el olvido van de la mano. El trabajo intenso refleja un interior falto de sosiego. Lo sé. Qué me importará a mí. Pues eso, no es asunto mío, sin embargo, nunca está de más un ligero apunte al vuelo. Vuelan las tareas, se pospone la pereza, qué error.


+ A diario escucho a Bach, no me remito a la oración, pienso en un ejercido de distanciamiento. La distancia entre mi yo y el yo percibido [el que no puedo recomponer]. Toda maniobra de alejamiento dibuja esa carencia. Yo conozco la mía, la cuido, la perfecciono y desparece. Había uno que decía que la manera de conjurar el aburrimiento se resuelve en su definición. Ahí duerme el yo, sin exactitud, sin límites, sin perfil. Un fantasma en el filo del abismo de los cotidiano.


+ El perro y el emperador, el perro ladra y el emperador no consigue que se calle. Le pide algo y el perro se niega, solo quiere tomar el sol. Es la historia de Diogenes de Sínope. Así, el libro de Miguel Morey me traslada a unas ideas que encontré hace tiempo y me han acompañado. Esa maestrías en el desprecio se manifiesta a diario. Saber que careces de posesiones o si algo tienes, nada más, es tu imaginación, sobre la que tal vez ni control tengas. Saberse desposeído otorga un extraño poder, una manifestación de gobierno. Y qué importantes es el gobierno sobre uno mismo.


+ La identidad, a un lado, en la reserva, en el olvido, en la sombra.


+ Imagen: La oposición no es entre imágenes, sino entre momentos. El tiempo juega a mi favor. [Madrid, 2023].

sábado, 2 de marzo de 2024

Un magnífico eje de simetría

 

+ A  veces se abren grietas inesperadas. Su súbita aparición releva la tarea y se imponen con violencia. No una violencia física, no una violencia verbal. Una niebla, un viento, un rumor entre las hojas que no tiene consistencia, pero sí una extraña capacidad para desmontar lo construido: la tranquilidad.


+ Se desplomó, su cabeza batió contra un escalón y murió. 


+ En un arrebato he comprado los billetes de avión e iremos, C. y yo, a ver la exposición de Tápies en MNCARS, La práctica del arte. Al mismo tiempo he comprado el libro que da título a la exposición, que, en su momento, escribió el pintor. Creo en estas iluminaciones. En realidad, la medida del tiempo resulta inexacta y son estas balizas las que ordenan las edades, con suma elegancia: quiero creer. Se trata, finalmente, de una conexión biográfica. Cuanto tenía yo trece o catorce años recuerdo haber visto en Santiago de Compostela un gran lienzo de A.T., me sorprendió y durante tiempo pensé mucho en él. Más tarde, no mucho más tarde, supe de qué se trataba: identifiqué al pintor y la etiqueta: informalismo. En ese momento nació la pregunta o, mejor, una manera de preguntarse por la materia como solución a las dudas sobre lo plástico y aquello a desdeñar. Tal vez, tal vez no. Es cierto que el amor por la plástica nació en aquellas visitas a exposiciones a las que mis padres nos llevaba, pero el conocimiento profundo vino luego. ¿Hablar sin rubor de conocimiento profundo? No se trata de una afirmación cualitativa ni cuantitativa, sino que la huella biográfica pesa en la decisión de acudir a la exposición en MNCARS de A.T. para recuperar o reencontrarse con ese amor a la pintura que surge en la última parte de la infancia. Y, sí, conocimiento profundo que a lo largo de los años se ha ido refinando y su estilización se mantiene en este presente que habito. 


+ Encapsulada, la conversación dio paso al silencio.


+ Cabe el error, y con él cuento. Sin embargo, tengo el convencimiento que la visita a la exposición de Tápies resultará provechosa en lo académico, pero, también, en lo personal. Se trata de recuperar una etapa vital y, al tiempo, fijar un punto de vista. La posibilidad de cambio o, mejor, la necesaria movilidad del observador. Prepararé la visita, pero sin llegar a entrar en una relación religiosa ni con el pintor, ni con la obra. Me mantengo al margen de ritos y comuniones. Lo dicho, personal por llegar a una parte del pasado e intentar reconstruirlo. Académica, en el sentido de trabajar con lecturas que he realizado sobre la impermanencia de las categorías estéticas, la invención del arte y la duración de una idea romántica sobre la percepción y el papel del artista, el lector o el mercado mismo. Ahí está el reto.


+ La preparación del viaje vale más que el viaje en sí mismo. Se puede decir lo mismo del recuerdo del viaje: las fotos, los textos, las conversaciones. El viaje es un magnífico eje de simetría.


+ Hemos hablado esta mañana sobre Paco de Lucía. Mientras mostraba su admiración por el desparecido guitarrista, admiración compartida, yo pensaba en que, quizá, el viaje a Cadiz no sea una casualidad. Se aúna el Tápies de la juventud con una querencia paralela por el flamenco. No creo estar necesitado de identidad, pero si la identidad es esta, estoy conforme. También, esta mañana, en un receso, pasé un rato viendo fotos de García-Alix. En la pantalla parecía otra cosa, pero se mantenía aquello que en su momento me interesó. Living in flashback?


+ [Rubato o tempo rubato (del italiano «robado») es un término musical que se utiliza para hacer referencia a la ligera aceleración o desaceleración del tempo de una pieza a discreción del solista o del director de orquesta con una finalidad expresiva]: la correlación entre el término citado, rubato, y lo cotidiano tiene su explicación. He asistido a una estúpida discusión, estúpida por una de las partes. Una prepotencia endiosada sin motivo, un error que se mantiene de una manera injusta sobre la base de una posición de poder. No me gustan las injusticias, tampoco la soberbia, mucho menos si no hay motivo para tal. En fin, asistí y aprendía algo sobre la persona que protagonizó el incidente. De todas manera, no fue otra cosa que la confirmación de una intuición construida en función de una trayectoria. Caprichos, enfados, ácidas sentencias indisimuladas. Lo dejo y vuelo a intentarlo con la guitarra, no merece la pena acodarse en la estupidez.


+ Imagen: el subsuelo y la realidad emboscada.