+ Se ha terminado la convalecencia. Podría prolongarla, pero no quiero. Ha resultado un tiempo provechoso, la lectura y la escritura han estado ahí como siempre han estado, el tiempo se ha ensanchado y me muestra posibilidades insospechadas. La Regenta establece un marco decimonónico que ya no es tal, porque avanza hacia el siglo XX y esa forma de relacionarse se debilita para dar paso a otros usos y maneras, pero lo viejo se resiste a morir. Siempre ha sido así. La muerte de un siglo se prolonga durante un largo tiempo en el siguiente. Este es una idea que me ha acompañado durante la convalecencia, que ya estaba ahí. Lo constato porque la novela y las ideas se unen en un horizonte de expectativas donde el principal actor es el extrañamiento.
+ Tomo prestados libros en la biblioteca. Pido dos libros a dos librerías de lance. Como si tuviese poco con lo que tengo. Es un vicio, no me cabe duda. ¿Cuánto puede leer un hombre, cuánto puede ansiar leer? Cuestiones que no merecen respuesta.
+ He adquirido las actas del simposio internacional celebrado en Oviedo en 1984 bajo el título de “Clarín y La Regenta en su tiempo”; mientras, continuo con la lectura de la novela. Sé que no hay nada que supere el acercamiento a la propia novela, pero sí veo una suerte de oportunidad en acercarme desde la academia a aspectos que me resultan novedosos e iluminadores. Esta iluminación es lo que busco, pero no como un final, sino como inicio. Lo que en otras palabras se podría denominar sugerencia, inspiración, de invitación a la escritura: quizá esta escritura. Recuerdo, así, un viaje que hicimos K. y yo hace cientos de años a Vestuta, a Oviedo. Llegamos por casualidad después de haber estado unos días en Ferrol y decidir coger el Feve sin un destino claro y, por ensalmo, nos encontramos allí, en Oviedo, en las fiestas de San Mateo. No es más que una niebla que se engarza en los recuerdos, distorsiones que la edad hace tomar con precaución. Pero con nitidez regresan las conversaciones sobre La Regenta, sobre la capacidad del autor, la sociología y la prosa, el estamento y su historia, la iglesia, la aristocracia local, la burguesía, y la estampa de la provincia. Me quedé pensativo, ante la catedral y reconocí algo que volvería con la lectura de la novela. No alcanzo a nombrarlo, pero tiene que ver con la eficacia de una estructura, como presentación de una idea, como única vía. Mediante el orden mostramos el desorden. Ahora veo el grupo tomo y regresan aquellos tiempos de la primera juventud. Eran días despreocupados, donde gobernaba la eternidad y La Regenta orlaba el paisaje, el ornamento propio de indigentes y pedantes adolescentes, todavía adolescente. Así me reconozco hoy, pero sin ningún tipo de rencor hacia aquel que fue, muy al contrario. La lectura nos salvó.
+ Poco más, poco menos.
+ Un día festivo que ha transcurrido entre la escritura, la lectura y el estudio de las costumbre y maneras de los gatos. Ninguna de las tres actividades, en principio, parece ni seria ni provechosa. Y por esto mismo es por lo que me interesa. Frente a la híper velocidad que se ha instalado, encuentro en las artes contemplativas un refugio contra el marasmo que nos acosa. Veo una suerte de viaje hacia el interior, un ensueño transitorio. Luego está la vida práctica que desarrollo con total competencia. Es lo mío, saltar de un mundo a otro y que ambos sean compartimentos estancos. Esa capacidad la aprecio ahora, en las puertas de la senectud. Puedo, hábilmente, modular cada impulso y darle el valor que preciso en cada momento, también: el reposo y la contemplación. Ha sido un buen día. Todo se desliza con suave alegría, suavemente fluye.
+ Imagen: Rescato la imagen de un algo a punto de desaparecer y me pregunto: ¿qué no está a punto de desaparecer? Ni soy Tomás de Kempis ni lo deseo. Dejo el ordenador, dejo la cámara y la imagen flota. [En Vigo, cuando se inicia el final del 2023].
