+ Las fotos de la entradas anteriores corresponden a un viaje que hice con mi padre años atrás al Lago de Sanabria. Subimos a la Laguna de Peces con la intención de llegar caminando hasta Peña Trevinca. Este era el motivo del viaje, que no llegamos a alcanzar, pues la niebla y una fina lluvia nos lo impidió cuando estábamos muy cerca de la cumbre. Mi padre quedó rezagado y yo continué, vi la cumbre y me pareció peligroso intentar el ascenso; entonces, deshice el camino y llegué hasta donde mi padre se había sentado a descansar. Regresamos con esfuerzo y con un cansancio extraño. Aquel día caminamos casi cincuenta kilómetros y no llegamos a la meta. La importancia del día estaba en el esfuerzo conjunto y en las conversaciones que se sucedieron y que no recuerdo, salvo su tono y ambiente. Hace tiempo ya, pero permanece presente su calidad y frescura. Guardo el tesoro del recuerdo.
+ La casualidad me lleva a leer un resumen sobre el acceso a la condición de alto funcionario en la China Imperial. Es decir, la consecución del mandarinato. El laborioso y costoso proceso de exámenes y pruebas crea una clase dirigente muy solida y hermética. La preparación de una prueba de acceso, de una oposición tiene un componente deportivo y una tendencia clara a lo elitista. La unión del mérito y la capacidad cuajan en una personalidad y en un ambiente social. Aquellos puntos que se iluminaban mediante los conceptos de capital social y capital simbólico toman cuerpo en la lectura de este breve resumen. De aquí llego a la idea de la cuestión de lo determinado y, en contraposición, de la libertad. ¿Hay una igualdad efectiva en el acceso a los deseados puestos de una administración, que requieren dinero, tiempo y familia? No puedo dejar de pensar en ello mientras me digo que todas las posiciones están regidas por líneas de fuerza que escapan a la voluntad del individuo, porque si por arriba hay una idea de mérito, por debajo una idea de culpa sobrevuela el destino, y ambas comparten condicionantes muy próximos: el nacimiento. Volver a plantearme las cuestiones del destino y su configuración me transporta a una cascada de preguntas que no terminan de cuajar en una respuesta satisfactoria o solidad, sino que dan paso a una suma de nuevas cuestiones. La circularidad de mis tribulaciones se une íntimamente con mi biografía y la necesidad que últimamente sufro. Deseo poner la mente en blanco, pero no alcanzo. Una vez más, me rescata la música y en ella se disuelven los mandarines, los brillantes opositores y los fracasos estrepitosos.
+ Duermen mis tareas poéticas. Un sueño profundo y sin alteraciones. Ellas me me esperan, yo las espero.
+ Bajo desde el limite de la provincia con Radio Clásica a un volumen bajo, casi inaudible. El colchón que forman los violines casi no se percibe y hay un contraste entre mis pensamientos y el intenso regusto romántico que te el paisaje atesora. Entre la luz y la sombra, con el rumor de la tormento, sin colores, un leve azul negruzco que dibuja el perfil de la nube, la luna en cuarto decreciente, un rayo que ilumina las copas de los árboles, así, me desplazo y mis pensamientos tienden hacia el reposo, al recuerdo de calles y tiendas, el frío del otoño y lo propicio del viaje para hacer recuento. Finalmente, todo se disuelve en el silencio. Apago la radio y el motor hace de telón de todo este particular sturm und drang. Es septiembre, mes predilecto.
+ Lo que oímos, lo que entendemos y lo que se nos quiso comunicar no tienen porque necesariamente coincidir. La distancia que hay entre los tres puntos es variable. Estas circunstancia hay quien se desenvuelve bien y sabe utilizar mediante los huecos producidos su herramienta más preciosa: el engaño. Un habilidad, sin duda. Una habilidad que no equipara la verdad con la mentira pero que sí aporta un aliento de verosimilitud. Ese trampantojo.
+ Imagen: la suma de líneas rectas que se ven rescatadas de un tiempo no tan lejano, ni tan extremos, una cierta calma, el horizonte y el paso de los días: un septiembre en el recuerdo fue el marco de la foto.
