sábado, 20 de febrero de 2021

Epitafio

Ávila

+ Por casualidad, por azar, me llegan noticias de viejos almacenes de instrumentos musicales en Pontevedra y en otras ciudades de Galicia. El detalle de la publicidad y de los propietarios rescata del pasado una realidad que se ha sumergido para siempre, salvo en el ámbito de la letra impresa, que no es muerte pero sí una otra vida. Esta marea del tiempo, esta incesante marcha del tiempo me condiciona y trato de admitir su realidad sin llegar a comprenderla en su totalidad, quizá porque esto no sea posible, quizá porque no está a mi alcance. Nombres, afanes, logros y derrotas, todo ello sepultado por el olvido y, aunque el olvido no hubiese triunfado, en puridad, lo único que aparece es la nada, salvo, como he dicho, por el relato de ese tiempo perdido. La existencia siempre tiende a la nada y resulta necesario conjurar esta verdad para alcanzar la bendición del dios del instante. Guitarras, pianos y violines. ¿Dónde están hoy estas mercancías, los músicos y los vendedores? La noticia de su existencia, simultáneamente, ilumina el presente, la posibilidad de entender cómo se han desarrollado las ciudades y cómo esto se transmite hasta nuestro presente. Ahí se erige una posibilidad: el disfrute del presente y su naturaleza de sillar de la historia, conforme se sedimenta. En fin, se trata de una tesis doctoral muy interesante, que he de ojear con todo el detalle que mis obligaciones me permitan; su título es A guitarra na Galiza y su autora Isabel Rei Samartim.

+ En poco tiempo visité el hospital dos veces. En ambas ocasiones, mi interés se centró en la lectura de los espacios, tan condicionados por la pandemia. Estacionamientos, soportales, el hall de entrada, salas de espera, consultas. El mobiliario y el atuendo, un tiempo en suspenso, la idea de no-lugar, la idea de aproximación al vacío. El color blanco establece una límite y suspende la posibilidad de la suciedad, de la basura tal vez. La higiene llevada al máximo por el efecto de la pandemia. Hay un arte oculto en todas las disposiciones que se dan en el hospital. Luz dura y perpendicular, luz afilada, luz que transforma los cuerpos en conjuntos escultóricos. Las mascarillas le añaden a la escena un acento de irrealidad que nos invade desde hace tiempo, un acento al que, poco a poco, nos vamos acostumbrando, o eso nos gustaría creer.

+ “Incapaz de un proyecto autobiográfico”. Resuelvo en esta cita ciertas preocupaciones por la imagen sobre la que reflexiono desde hace días, semanas, quizá meses. Es el proyecto de una biografía lo que me entretiene durante demasiado tiempo, un intento de dilucidar como los intentos de forjar un destino se convierten en movimientos estéticos que tienen a solidificar un relato público que se hace patente en la creación de un personaje. Yo lo he intentado y no lo he conseguido y de aquí provienen ciertos problemas que debo resolver; cuanto antes, mejor. De una manera espontánea he llegado a un punto de no retorno porque ya soy el que soy, un alguien o una algo que no se corresponde con una idea que me formé hace demasiado tiempo. ¿Mejor, peor? ¿En otro sentido? Se mantienen ciertas líneas de fuerza pero otras han desaparecido y ello me produce dolor o desasosiego. Lucho contra una idea de identidad, con una venenosa rendición de cuentas ante el narrador que parece escribir la vida, como un notario gris y mortecino que va subrayando los errores y las deserciones. Me arrastra este narrador a una desagradable sensación de identidad fallida, un camino que no resulta beneficioso, demasiado centrado en lo  que está mal, en lo que resta, nunca en lo que suma. Lo dejo a un lado y me centro en la lectura, como si aquí pudiese atrapar una astilla de luz.

+ Leído lo anterior, no puedo menos que sonreír: demasiado teatro, demasiada impostura, demasiada lejanía y articulación adolescente. Pero está bien escribir así, dejar que mane una corriente interior que nos desgasta. La erosión propia del cambio, el cambio como herramienta de conocimiento y revelación.

+ ¿Vale como epitafio: “Incapaz de un proyecto autobiográfico”?

+ Escuchamos en la radio consejos contra la tristeza, una tristeza propia de la pandemia. Quizá en otro momento tendrían su interés, ahora mismo solo aportan previsibles consignas que resultan tan aburridas como tediosas. ¿Qué decirle al que ha perdido su trabajo, al que se le ha muerto el padre o su pareja, al que le constriñen las restricciones y no encuentra consuelo en los males que se vivieron en otras épocas? ¿Mensajes de optimismo y una relación de los muertos, la posiblidad, la luz al final del túnel? Todo suman, nada resta; aprendizaje y optimismo. La noche es oscura y la lluvia es otra tiniebla. Suspira el motor del coche y la radio nos adormence.

+ Imagen: un campo de futbol en Ávila. Lo encuentro en un paseo y me transmite una plasticidad que creo que se conserva en la fotografía. La fotografía la disparé con la intención de que el encuadre se constriñese a una cierta regla que no olvido nunca, entiendo que lo logré, pero ahora es una otra arqueología. Ahí queda, vale.