+ Son habituales en estos días las reflexiones sobre la pandemia y el encierro. Yo he escogido ya una opinión que me parece definitiva, y que creo que el tiempo habrá de confirmar. Se trata de lo que dijo Michel Houellebecq hace unas semanas. “Todo seguirá igual, pero un poco peor”. En la misma línea, ayer, mientras conducía, pude escuchar a Saváter opinar sobre lo que dijo sobre Slavoj Žižek, que se puede resumir en que es un bobo como filósofo y un genio como publicista. Estoy de acuerdo. Finalmente, Saváter se aproximaba a la idea de Houellebecq: nada cambiará ni llevará a la reflexión a aquellos que ni reflexionaban ni tenían interés en algún tipo de pensamiento crítico antes de la pandemia. Los vectores continuan cruzándose en mi camino. Me enviaron un libro de infausto título y desagradable portada: Sopa de Wuhan, repasé los artículos por el aire. En primer lugar el de Slavoj Žižek, que abandoné muy pronto, pues ese paso a un amable comunismo no me parece ni verosímil ni probable ni, tampoco, deseable; quizá, me dije, se trate de una confusión entre el deseo y la realidad o una apresurada versión de un discurso mantenido a lo largo del tiempo o parte de su estrategia teatral, tan rentable y productiva. Llegué al final de libro y me detuve en el artículo de Paul B. Preciado [el / la filósofo /a - filósofx]. Todavía tengo el pdf abierto y continuaré con la lectura. Las conexiones con Foucault siempre me interesan y la obra de P. B. P. es una tarea pendiente [me lo recuerdo sin mucha esperanza, tanto que leer, tan poco tiempo], una desiderata abierta [por ejemplo, Un apartamento en Urano]. Me interesó su punto de vista, en especial el subrayado sobre el tránsito de una cultura escrita a una oralidad electrónica. Yo había percibido esta metamorfosis pero no había concretado su espesor, que ahora mismo me parece de una densidad superior a la que yo había estimado. ¿Podemos hablar del regreso de una retórica de la actio? No me cabe la menor duda cuando veo a los predicadores de la alt-right lanzar sus proclamas tanto en Twitter como en YouTube, que son canales que frecuento. Me parece que la apreciación de P.B. P. es más que certera, llega al corazón de un cambio en la comunicación y en la pedagogía que no se puede negar a poco que uno se fije en el discurrir de las calles: el teléfono como extensión de la persona, un apéndice informativo y deformativo. Pero no se puede afirmar que se trata de una consecuencia de la pandemia, sino algo que estaba ya ahí y que, como mucho, esta crisis acelerará. En resumidas cuentas, todo seguirá como siempre, pero un poco peor. No lo duden.
+ Copio un fragmento de la Oda XII de Fr. Luis de León: «Dichoso el que se mide, / Felipe, y de la vida el gozo bueno / a sí solo lo pide, / y mira como ajeno / aquello que no está dentro en su seno.»
+ Paul B. Preciado se manifestó públicamente contra el título Sopa de Wuhan y contra la foto se utiliza en la portada. A mí tampoco me gusta ni lo uno ni lo otro, no me gusta porque destila un simplificador racismo, próximo al que usaba aquel político que manifestaba mientras hacía abdominales que «los anticuerpos españoles derrotarán al maldito virus chino». No dejan estas posiciones, bien por el interés de mercadotecnia, bien por el interés propagandístico, de esparcir una suerte de superstición que consiste en personificar al virus, en darle apariencia de vertebrado con intenciones, deseos y estrategias, cuando lo único a lo que asistimos es a esa voluntad ciega de la naturaleza, tan voluntariosa como resulta ser la ley de gravedad universal. La lluvia cae en función de la física, no de proyectos, porque los proyectos son privativos del ser humano. Vaya, por un lado racismo, por otro reducción a lo manejable desde la óptica de lo descriptible en simplificadores términos infantiles; seguiremos con la indagación.
+ Durante la Semana Santa, cuando permanecíamos confinados y solo funcionaban los servicios más esenciales, me dediqué a ver algunas óperas. Recuerdo con nostalgia aquel momento, aquellas noches donde entré en un mundo que, aunque no ajeno en su totalidad, me resultaba extraño. Regresé a Rouen, a la Ópera de Rouen, cuando C. y yo fuimos a ver El barbero de Sevilla. El punto de vista que otorga la ópera es muy útil en discurrir de los días si sometemos nuestra visión a ese ornamento en el decorado, en la trama y en la interpretación que allí percibimos. Lo operístico no deja de ser una manera de entender el mundo y, ahora, cuando ya no es comunicación si no arqueología, nos otorga visiones teatrales que reflejan muchas de las personalidades que nos vamos encontrando según nuestra propia trama argumental se desarrollas. Somos, sin duda, teatro y teatralización, en su caso extremo: la totalidad operística. Algún día volveremos, sin duda, en algún momento C. y yo volveremos a un gran auditorio para presenciar el milagro de la ópera: ¿el San Carlo en Nápoles? Todo un deseo por cumplir, un deseo que se fraguó en aquellas visiones nocturnas de La Traviata, Tosca de Puccini o el Falstaff de Verdi.
+ C. y yo paseamos. C. me recuerda cuando los dos fuimos al concierto de Juan Perro, en el inicio del año 2017 en Redondela. Me recuerda como Santiago Auserón habló de las letrillas de Góngora y cómo dijo que estas habían influido en la elaboración del disco que presentaba. He aquí una conexión, quien pude apreciar estas razones a mi lado va. Son puntos de apoyo del amor, puntos donde se hace cuerpo la afinidad, razones que surgen espontáneamente en el decurso de un paseo, un tranquilo paseo. Seguimos hablando y la tarde llegaba a su fin, quedó allí en suspenso la idea de las canciones, su semilla, el fruto que germina en cada abrazo, beso, en las manos, en los ojos.
+ Las genealogías surgen tras el ejercicio de la sospecha. Copio una cita de Nietzsche en una tarjeta que coloco entre los libros de lectura pendiente, tan próximos a mi lugar de descanso: «(160). No amamos ya bastante nuestro conocimiento tan pronto como lo comunicamos», en Mas allá del bien y del mal. La sospecha me aleja de opiniones que solo me aportan una toxicidad paralizante, no me desprendo de ella, poco a poco, sin perder el ritmo, me recojo en el conocimiento que trato de trabar. Todo aquello que me perturbe lo aparto con cuidado y sin violencia. La genealogía es el tema, no tanto el problema como su la historia de su problematización. En la senda de Foucault, en la senda de Nietzsche.
+ En una lectura de Foucault no se puede dejar a un lado que su padre era un eminente médico, tampoco sus enfrentamientos (que le llevó a desprenderse de su primer nombre y adoptar el segundo, Michel, elegido por su madre), mucho menos se debe obviar su filiación burguesa (recordemos el Jaguar en Uppsala, la casa familiar en Poitiers). Esto solo es un apunte, pero un apunte necesario. La familia de Flaubert era una familia de importantes médicos de Rouen, así pensemos en el papel de los médicos en Mme. Bovary. Ese sentido me interesa mucho, otra posible indagación, que quizá nunca mayor cumplimiento que la idea impresionista. Ay, la impresiones, las fallidas primeras impresiones.
+ Imagen: el emblema de un restaurante junto a un río del que ya no recuerdo su nombre. El detalle que conforma la rememoración de un recuerdo, los restos que nos hemos traido de la singladura.




