+ Según se atisba una posibilidad de recuperar la libertad de movimiento se me planteo la posibilidad de la libertad interior. Cómo una persona se puede sobreponer al cautiverio con el recurso de su interioridad. Si lanzamos la vista hacia atrás y recuperamos una bibliografía de cautiverios provechosos, tanto literarios como sanitarios.
+ Repaso digital de viejos tomos: todo es tránsito. Los veo: algunos tienen rastros de sus propietarios: dibujos, notas, subrayados; estampaciones que han perdido el color; el amarillento tono del papel que tan bien se percibe en la copia digital. Es otra marca, una baliza que nos indica la constitución de la realidad: espacio y tiempo, el tiempo que devora la forma del espacio, de la materia. Insistir en ello no es una opción. Cierro el ordenador y siento la nostalgia propia de mi edad, una reflexión sobre el tiempo pasado. He encontrado un fármaco: recuerdo el torso de Rilke y en este torso se puede extraer la lección: con esto cuentas, el resto ya lo has perdido, «debes cambiar». Esa obligación de cambio resuena en toda la extensión del día y ella regreso en no pocas ocasiones. La
+ Dice Sophie Calle en Le Monde: mi vida es un material de trabajo [artístico]. Sin duda. Finalmente, si escribo, sea sobre lo que sea, siempre escribo sobre mí. Con el tiempo he dado con ciertas claves de mi estilo. Hay cosas que me gustan y cosas que me disgustan, pero me resulta imposible cambiar. Se trata de una serie de ocultamientos y circunloquios, una suerte de falta compromiso que se agazapa en intrincados arabescos. De las almas de los tibios está empedrado el camino del infierno. Me reconozco en ello. Esta confesión al plasmarse en la pantalla del ordenador me devuelve una suerte medicina, como resulta ser el torso que utiliza Rilke para mostrarnos una característica esencial del paso del tiempo. Lo fragmentario se impone sobre una idea de conjunto y la biografía nunca puede ir más allá de una interpretación. Se tarda mucho en aprender esto, yo al menos he tardado mucho. Pero ese estilo mío que tanto amo y tanto me solivianta soy yo. Mi vida es un material de trabajo, lo suscribo.
+ Esa manía mía por el tiempo, por la finitud, la muerte. Son claves que me acercan a un poética que podríamos denominar romántica o decadente. Al mismo tiempo, es un rasgo propio de mi época, porque si soy lo que soy es porque vivo en este presente. Un presente amplio que arranca a principios de los años ochenta del siglo pasado y todavía me condiciona. El tiempo, cuándo me acecha me hago cargo de mi propia mismidad. Yo no descubro nada, pero sé leer.
+ ¿Este tono confesional está relacionado con el confinamiento o se de trata de un ansia de perfección o redención? Debo ganar en seguridad, me digo, y al momento me pregunto cuál es el objetivo de esa seguridad. Nos dejamos llevar en demasiadas ocasiones por los marcos mentales impuestos, que organizan nuestra vida e ilusiones. Me preparo para el estudio y sé que es un acierto, una elección que se enraíza en mis creencias y certezas [no muchas, pero sí solidas, fruto de años de reflexión, interrogaciones y selecciones]. El tono confesional se funda en un sentido de la disciplina que me lleva a observar tareas, horarios y compromisos. ¿La debilidad o la duda? Sí, ahí están pero no dejan de ser compensaciones, contrapesos. Me resisto a centrar todo el esfuerzo en la redención, porque lo entiendo más como un fármaco que como penitencia. Fármaco en su doble sentido griego: remedio y alucinógeno. Cada momento, su sentido.
+ Vuelvo a Erik Satie, regreso a Normandía. Veo, otra vez, un pequeño reportaje sobre David Hockey. D. H. tiene una casa en Normandía y la pandemia lo cogió allí mientras trabajaba sobre flores y plantas. La foto principal lo toma en su esplendor, entregado al trabajo. Pienso en sus cuadros vistos cara a cara. La conexión es importante. La conexión con el paisaje normando y con el pintor. Erik Satie se desliza en el estudio, llega Honfleur y cierto aroma de mar y viento. Sinestesias que imprimen al día un acento lírico, donde se expande nuestra mismidad. Brilla el sol y en las Gymnopédies es refleja lo vivo y lo muerto, lo que todavía no ha llegado, el presente amplio.
+ Llego a Ravel, Pavana por una infanta difunta. En la línea del apartado anterior, la recreación de una paisaje y sus sugerencias: novelas, cuentos, poemas, piezas literarias que nunca se escribirán. Descanso en esa promesa incumplida, una promesa solo me concierne a mí.
+ Imagen: L'oiseau mort.
