sábado, 31 de agosto de 2019
Black Box
+ Me pregunto por la abundancia de imágenes de museos en este blog. Imágenes que en realidad son recortes de su realidad, de sus realidades. Una de las razones es que he visitado muchos museos, que me fascina leer su arquitectura y el estudio de los visitantes: poses, conversaciones, miradas perdidas en el fondo de la sala, como si se buscase la figura del amado. Los cuadros, las obras son importantes y nunca prescindibles, pero se pueden orillar, ya que sólo buscamos el contexto, su relevancia y la posible sugerencia que aporta a la novela de la vida. He disparado mucho en los museos: tal vez una silla, un libro de firmas o la bufanda olvidada en un alféizar, librerías y tiendas de recuerdos, el fuste o el basamento de una columna, la estría en la pared, el cielo a través de una ventana.
+ [Viernes, noche]. Cena fallida. Comida marroquí, platos extraños y platos tradicionales de la cocina marroquí mal elaborados. Hablamos mucho y yo me enzarcé en una polémica en la que no deseaba entrar: ¿cuál es la responsabilidad de los profesores de secundaria en la educación de sus alumnos? Mis argumentos resultaron definitivos, los profesores no tienen la culpa (¿todavía se puede hablar de culpas?) de los comportamientos desviados de una cierta norma, pero tampoco la solución. Afortunadamente, rebajamos el tono y lo olvidamos pronto. Como coda: ¿por qué nadie quiere hacerse cargo de sus responsabilidades, por qué resulta tan reconfortante creer que hay recetas para cambiar algo que nadie, a lo largo de la historia ha conseguido cambiar? La juventud siempre ha sido corrupta y sólo los años libran a las personas de los pecados de los inicios en la edad adulta, algunos ni siquiera llegan a enjuagarlos. Luego fuimos a una terraza y hablamos de tatuajes, del impacto de internet en la vida diaria y la imposibilidad de una vuelta atrás. Acompañé a L. a su casa y me dijo que yo tenía razón en el asunto de los profesores, pero prefería no entrar en la polémica. Le dije que ella era más sensata y que yo debería haberme callado. No me calle y no me arrepiento, pero no lo volvería a hacer. Regresé a casa y vi un largo vídeo sobre el estado de la filosofía en España. La palabra España me chocó y volvía pronunciarla. Era muy tarde, ¿las tres y medita, tal vez? El calor no me impidió dormir profundamente. Me desperté con esa extraña sensación de irrealidad que otorga el trasnochar a los que nunca trasnochamos.
+ [Black Box]. Me parece importante subrayar las habitaciones oscuras donde se proyectan vídeos como obra de arte, emblemas de este momento histórico. [Escribo lo que escribo y me doy cuenta de que el mundo del arte es un mundo muy lejano y extraño para mí, que me interesa pero que nada tengo que ver con él, pero continuo en la certeza de que debe quedar constancia de su presencia: de ahí el título; lo intuyo pero no sé si mis intuiciones son correctas, si es acertado valorar carreras, premios y excelencias].
+ No creo en horóscopo, tengo una mente positivista, pero hay un momento que todo parece conjurarse. A la discusión del viernes a la noche se sumó otra, peor si cabe, este domingo. No pude trabajar porque perdí la concentración, y eso me molesta muchísimo. En fin. No creo en el horóscopo, pero hay conjunciones que parecen responder a alguna causa, cuando tal causa no existe, cuando tal causa es producto de la casualidad.
+ Causalidad / Casualidad.
+ Ayer en Vigo, en la librería, vi el último tomo de la serie de K.O.K, Fin. No lo compré, no lo compraré. La lectura discurrirá por un ejemplar de la biblioteca. Debo restringir la compra de libros y tengo planeado un expurgo, que se realizará en breve: irán a la biblioteca pública, si los quieren, de no ser así: los abandonaré a su suerte en las calles.
+ [vector, -oris m: el que arrastra, que transporta / pasajero en una nave / jinete - algo que surge espontáneamente en el diccionario de latín].
+ Una última cita [por hoy]: «… y ya que no ofenden como un rayo, molestan como el granizo» Quintiliano, Instituciones oratorias.
+ La suma de los dos ítems anteriores resulta de las lecturas en curso. Son más un sistema de balizas en el desarrollo lector, citas en sí mismas. Más que frases escogidas con mayor o menor acierto, objetos que delimitan las fronteras con que acoto mi particular tema, con sus derivadas y subtemas por ordenar. Sirva la aclaración a quien la desee, si esto fuese posible.
+ Imagen: en algún lugar de Madrid, que se resiste a desaparecer; no entra en la black box... o sí? Tal vez, Malasaña.
sábado, 24 de agosto de 2019
Las visitas
+ ¿Por qué titulo la entrada de esta semana: Las visitas? Porque las visitas nunca son definitivas, su carácter provisional me interesa hoy debido a que yo también soy provisional (¿cuándo no?) en mi propia vida. Un yo que se diluye en esa visita que realiza al yo del momento, el que se se desvanece: poemas que leo, recuerdos de viajes, novelas que termino por apreciar (...) Yo soy el que visita a mi yo del presente, en su impenetrable impremanencia.
+ Por laberintos (de los que conozco su planta [la entrada, los nudos y la salida]) llegué a «La tumba negra», de Antonio Colinas en el Libro de la mansedumbre. Fue esta tarde: un viernes feriado, limpio y largo, de lectura y reflexión sobre el arte de persuadir y cómo se aplica sobre la materia literaria [¿hay una materia literaria y una forma literaria, o simplemente es una única realidad indisociable?]. Llegué al poema y comprendí ciertas verdades que tienen que ver más con el paisaje que con la palabra. Montañas de la sierra de la Cabrera, ese límite entre Galicia y Castilla, una frontera, carreteras que orlan las dos provincias (Orense y Zamora), ríos que se frenan en las presas donde mi padre trabajó en su juventud, montañas a las que ascendimos juntos, la historia personal de mi familia, de mi padre: más intuida que certera. Pero no, la cuestión era llegar al poema, a Bach, a las cuestiones de la Segunda Guerra Mundial. Un poema largo y con calas extrañas, donde el acero se da cita con la madera desgastada de las casas de los músicos barrocos, extraña conjunción que yo entreví en Berlín. Lo sé, mejor guardar silencio y escuchar el susurro de la radio: música de cámara, sin electricidad, sin luz apenas. Hoy es viernes, me detengo en el estudio y escribo.
+ «Así que, en la noche / de los ferrocarriles fronterizos, se abrió el atardecer / de una isla». De «La tumba negra», Antonio Colinas.
+ La lectura del poema me lleva, otra vez, al campo de concentración que C. y yo visitamos hace ya casi un año. Esa visita produjo una vibración que todavía resuena, que no deseo que se apague. Muchas veces me encuentro ante las escenas agradables de la vida y el zumbido se intensifica. Qué frágil resulta la vida, que delicada, cómo acecha en sus cercanías la maldad. No lo olvido, no quiero olvidarlo. El poema me devuelve la imagen de Auschwitz, la imagen tan vívida que recibí en la exposición de la sala del Canal de Isabel II hace, también, casi un año. Una conjunción en esta tarde.
+ «Nunca lo verdadero pudo alcanzar a lo imaginado, porque el fingirse las perfecciones es fácil, y muy dificultoso el conseguirlas» Gracián, Oráculo manual 19
+ Cuando copio una cita es más por gusto que por encontrar un argumento de autoridad. La cita tiene su belleza, y en ella descanso. Lo fragmentario y excepcional. He copiado esta semana un fragmento de un poema de Antonio Colinas y una sentencia de Gracián. Ambos vienen dados por las lecturas, surgen sin ser esperadas estas citas y las anoto aquí, que no deja de ser una libreta. Quedan flotando en este éter que resulta ser la red. ¿Sabiduría? Coser citas tiene su arte, no sé si me pertenece: me gustaría tener esa habilidad, pero no recibo respuestas. La cita la anoto para mí porque son bellas o recogen algo intuido. Gracián: el contraste entre el deseo y la realidad; Antonio Colinas: un recuerdo de mi infancia que me parece que se contiene en ese fragmento del poema, aunque nunca haya estado ahí esa intención. Suena la canción la Happy, es martes y son las 6:17 [sensación de irrealidad, sensación de finitud].
+ Veo en la red fotos de conciertos de rock o de pop; mejor: estudio al público de los conciertos, de estos festivales veraniegos. No entiendo la razón por la que durante un tiempo todo eso me interesó, me interesó mucho y ahora ya no, ahora no me interesa nada. ¿Soy otro? No. ¿Me he adelgazado? Qué lejano resulta todo, me digo ante ese retrato del paso de las generaciones, de su cenit y su derrumbe. Me veo en conciertos de música clásica y creo que es diferente y no lo es, porque el resultado es el mismo: la búsqueda de una identidad. La identidad es, hoy, un veneno. Yo no soy el veneno.
+ La lectura del tomo 5 de la novela de K.O.K. llega a su fin. Casi setecientas páginas. Me parece una hazaña escribir tanto y mantener el interés, el tono, la confidencial fluidez que lo invade todo. No puedo estar en mayor desacuerdo con las opiniones negativas que he leído al tiempo que me sumergía en la novela. Simplemente, sólo por esa capacidad de narrar y de mantener el pulso durante tan desafiante extensión merece una reflexión más atenta, algo más que exclamar: es la vida cotidiana sin más, como ver crecer la hierba, no hay más interés que (…) La novela contiene lo nuclear de la novela: poner el espejo ante la realidad y que la realidad se convierta en materia artística, con sus descripciones, la elevación y el descenso de los personajes, la ética [positiva y negativa] del narrador y su desesperante sinceridad. ¿Es K.O.K. quien escribe? Bajo ningún término, todavía somos capaces de discernir entre autor y narrador, incluso al narrador como personaje: activo o pasivo. Es un narrador en primera persona y no hay más que hablar, no es K.O.K. No es la realidad, es una novela. Los materiales en bruto utilizados para la composición de la obra artística nos resultan tan indiferentes como lejanos, leemos una novela independientemente desde dónde llegue este barro o el otro mármol, la concreción que hace que la novela sea tal novela. Ha merecido la pena su lectura, más allá de ciertos paralelismos con nuestra propia vida, con las ambiciones del escritor, sus fantasmas y sus fracasos. Me parece propio del momento histórico y eso es mucho, más allá de su recorrido en la academia, las estanterías o los suplementos culturales.
+ Imagen: entrada de museo [Serralves]. Las figuras parecen frágiles y en la distancia lo son. Según nos acercamos, su realidad nos confirma su efimera existencia. Desde una altura considerable observo: disparo sobre la escena y espero el día que ha de transformarse en ilustración de una entrada, de esta entrada. Como la oración del ateo.
sábado, 17 de agosto de 2019
Entre lo fragmentario y la totalidad
+ Estaba ocupado. Ella me saludó desde el coche. Continué con mi tarea y apareció súbitamente. Había dado la vuelta en un cambio de sentido que había un poco más allá. Su coche era muy viejo, esos coches que se utilizan en un radio de diez o veinte kilómetros. Un azul metalizado con unos interesantes desgastes, que si se observan con un poco de atención tenían una lejana cercanía a algunos cuadros vistos hace unos años. Sonrió. Era una mujer que había sido hermosa, sus profundos ojos azules y su elegancia natural lo desvelaban. Me preguntó por unos asuntos y solventé las dudas. No pude dejar de pensar, mientras hablaba, en lo que he me habían contado sobre sus depresiones y sobre el suicido de su hermano. Todavía no llovía, pero el cielo estaba cubierto y el un viento extrañamente cálido surcaba el aire, los árboles se agitaban y ella sonrió mientras asentía. Se alejó y retomó su camino hacia los pueblos. Volví a estar solo en la montaña, en la carretera que cruza la montaña. Observé el bosque y no pensé en nada. Había un vacío extraño, algo que flotaba. No pensé en nada, no pensé en nada.
+ Navego. Sin casi saber porqué aterrizo en la Estación de comunicación por satélite en Buitrago de Lozoya (1968), de los arquitectos Julio Cano Lasso y Juan A. Ridruejo. Para documentarme bajo un Pdf de una vieja, viejísima revista de arquitectura. Antes de llegar hasta donde está propiamente mi interés, me detengo en las publicidades de sanitarios, muebles, encofrados, saneamientos, linóleos, cocinas (…), asuntos todos que se relacionan con las compras y los proyectos arquitectónicos. Me gustan los dibujos y las fotos, la sensación de antigua modernidad. Me fijo en un despacho de madera muy señorial, con su butacón reclinable de piel, su escritorio suavemente racional, las estanterías, los libros y los adminículos propios del arquitecto o del ingeniero. Un mundo que ya no existe, aunque sus vestigios estén en nuestras ciudades, pues todavía permanece aquello que ellos diseñaron. No siento vértigo, pero me cuesta asomarme a lo que transmite su realidad muerta.
+ Cornelis Norbertus Gysbrechts: El reverso de un cuadro (segunda mitad del siglo XVII). El título no puede ser más descriptivo de esta nihilista obra (lo del nihilismo lo extraigo de Fernando Castro, que me parece muy apropiado). En el buscador investigo sobre la imagen y la observo durante un largo rato. Es una renuncia. Me llama la atención que el pintor dijese que su cuadro debía estar en el suelo, para ser contemplado en su esplendor: supongo que para crear un efecto de confusión. El trampantojo nos da una medida por descubrir.
+ «—Yo sé quién soy —respondió don Quijote—, y sé que puedo ser, no solo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías.» Don Quijote, Capítulo V, Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero. Copio la cita el sábado por la tarde. Hace calor y ese famoso «Yo sé quién soy» me deja pensativo. Trato de indagar en lo mío y no puedo hablar yo con esa firmeza. ¿No sé quién soy? Tampoco se trata de eso, aunque haya momentos en que sí lo afirmaría, pero no ahora, no hoy. Escribir es comenzar a dejar de ser, a hundirse en las aguas oscuras del olvido. En ello estamos, en la disolución.
+ «Postera nocturnos Aurora removerat ignes, / solque pruinosas radiis siccaverat herbas»
+ [Domingo funesto]: Discusiones sin fin, enfrentamientos, la ausencia de agua corriente durante todo el día. Pasó el domingo y fue un alivio. Dormí y el lunes, de camino al trabajo, no me acordé de nada, al menos ese fue mi propósito.
+ Leo en Quintiliano: «Timoteo, excelente maestro de flauta, pedía mayor salario por enseñar al que hubiese sido enseñado por otro, que si le entregasen uno que nada supiese». Lo apunto como recordatorio para mis tareas. [Jueves, hacia las once de la mañana]
+ Imagen: durante tres semanas las imágenes que he colgado han sido imágenes abstractas. Hoy escojo una silla con un libro sobre ella, es la silla de un vigilante de museo [Museo Nacional de Capodimonte, Nápoles]. La lectura tiene como función ensencial conjurar el aburrimiento, no siempre fue así, pero hoy sin duda está es una de sus razones. [La propuesta da para hilar una larga entrada, lo valoraré] - [Mi sentido común me impidió leer el título del libro, mi curiosidad quedó traicionada, aquí se muestra el producto de mi robo, ¿robo?].
sábado, 10 de agosto de 2019
47040
+ El título responde a convertir 280 semanas a horas. 47040 horas, por lo tanto. Llevo escritas 280 entradas semanales en este blog. Reflexionar sobre el asunto es reflexionar sobre los cambios y las permanencias. La libertad y la servidumbre. Me mantengo en esa servidumbre elegida que es el estudio, me dejo dominar por su disciplina necesaria, pero el único disciplinario soy yo. La lectura, el trabajo, los días con C. Todo lo que importa se ha decantado, como si hubiese filtrado. Permanecen unos pocos amigos, y esto ha sido una depuración. Debo volver a mirar hacia el pasado y reescribirlo. Eso, lo sé, es la posibilidad de una novela. En algún momento me tendré que enfrentar a esa posibilidad. mientras, descanso en el estudio, esa elegida servidumbre.
+ Sigo con el libro de Karl Ove Knausgård. A la última hora del día, en la cama, leo alguna páginas. Entiendo muy bien la postura del personaje y lucho por no olvidar que es una obra de arte, por lo tanto verosímil, pero no necesariamente veraz. El filtro de la escritura sobre una realidad que ya es particular en sí, no intercambiable pues responde a la percepción de una sola persona, sin mayor contraste que la lectura, que no deja de ser la creación de otro percibir. Dicho esto, la razón del personaje se acerca mucho a lo que fue mi adolescencia y primera juventud. Aspiraciones artísticas, decepción y largas conversaciones sobre vastos campos, en realidad, desconocidos. La violencia que tiene el personaje me aleja de él. Comparto reflexiones y entiendo esa frustración que supone no culminar el deseo. Antes pensaba que era algo privativo, algo personal, hoy sé que es una constante en muchas personas. La imposibilidad de alcanzar la satisfacción. El reflejo es confuso, por contexto y planteamiento, por perspectiva y distancia. Con todo, si la novela es una auto ficción, yo nunca escribiría algo similar, donde poner al descubierto a las personas que me he encontrado en la vida, con mayor o menos grado de intimidad. Sí, no me parece bien, pero una vez plasmado, el objeto artístico tiene su interés, un gran interés, la única vía de conseguir una larga novela, la única vía para un escritor muy poco dotado. De la necesidad, virtud.
+ Muchas veces, algunas veces, me detengo y me paro a hablar con un hombre, es un anciano. Hoy, sonriendo con su risa destentada me dijo que tenía la ilusión de llegar a los noventa años. Me llamó mucho la atención su mejoría respecto al invierno. Sus ojos se habían limpiado de una incierta niebla, estaba ágil, ya no necesitaba el bastón y hablaba con firmeza. Estuvimos unos minutos charlando. A lo lejos evolucionaban unos conejos, me mostró la malla que tuvo que colocar, más de doscientos metros, para proteger la verdura. Nos reímos, no me dejó marchar si enseñarme el árbol de las claudias, todavía verdes y duras: cuando estén maduras te daré unas cuantas, todos los años me dice lo mismo, pero yo no voy a buscarlas. No sé. Entendí algo sobre el presente, algo que no soy capaz de poner en palabras, pero que ahora, durante la tarde, en el estudio, todavía palpita.
+ El sueño se interrumpe en varias ocasiones durante la noche. Pesadillas. Entre las pesadillas surge un sintagma: líneas de persistencia. Algo que se relaciona con el cáncer, así lo dicen varios artículos científicos que no llego a descargar. No sé si buscar un sentido a la expresión, un sentido dentro de lo cotidiano. No, lo dejo a un lado.
+ [Pensamientos que se engarzan]. La persistencia me lleva a Dalí: La persistencia de la memoria. Esto me recuerda un cuadro que vi en el Reina Sofía. No lo había visto antes y me quedé impresionado por la capacidad pictórica que revela. Se titula Naturaleza Muerta (1924).El blanco sucio, las sombras, el punto rosa pálido. La disposición y la distribución de los objetos. Aquél día comencé a tener por Dalí un respeto que no tenía. Hay que modificar los juicios, esto es una redención.
+ Algo que encuentro en Jauss como paradójica e irónica propuesta: Historia de la literatura para auxiliares de clínica. ¿Podría tener su recorrido? Sin duda, pero también es cierto que esa casilla de los auxiliares de clínica podría estar ocupada por cualquier oficio o profesión, con sus peculiaridades. ¿Cómo se relacionarían éstas con lo nuclearmente literario? A saber, queda en suspenso y el día se termina.
+ Acabo de hablar con K. En Málaga hacía calor, aquí llueve. Poco más. Ya se sabe, una anotación sobre el tiempo metereológico sirve para comprobar si el canal funciona correctamente, si está abierto. Por escrito, quizá, poco sentido tiene. Ninguno.
+ Imagen: lo abstracto del muro, otro lienzo que no es tal sino una apriencia. Vale.
sábado, 3 de agosto de 2019
Mientras dormía, tal vez una investigación
+ Repentinamente me doy cuenta: entre las muchas, las muchísimas, cosas que me interesan de la lectura ahora destaca una sobre todas: el subrayado que los libros permiten hacer sobre lo cotidiano. En este momento estoy leyendo unos relatos de Patrick Mondiano que cogí esta mañana en la biblioteca pública, cierro el libro porque lo veo claramente y quiero apuntar esta sensación: enciendo el ordenaro y escribo, escribo esto mismo. Como un veneno, hay ciertas prosas que me no me transportan a ningún lugar, sino que consiguen que me concentre en lo que veo todos los días. Como un fármaco, en su doble naturaleza de veneno y remedio, me da un punto de desautomatización muy próximo a la ebriedad del hachís. Lo valoro y lo mantengo. Ay, los efectos que la lectura opera en la percepción.
+ [Viernes, biblioteca]. Este viernes fui a la biblioteca porque tenía un festivo de convenio [esos agradable días libres, que nos corresponden por el convenio colectivo, que trazan puentes hermosos: cuatro días sin ir a trabajar]. La razón: en verano la biblioteca pública no abre, lo que hace imposible que yo pueda ir; mi padre está autorizado para actuar en mi nombre ante los bibliotecarios: préstamos, renovaciones, devoluciones, pero prefiero ir yo en persona.
+ He cogidos dos libros de ficción: uno de Patrick Modino y el otro de Karl Ove Knausgård. El de Modino, Tres desconocidas, lo he terminado y la sensación ha sido agradable, porque resulta agradable encontrarse con narraciones que entiendo bien construidas, pero que la construcción queda en un segundo plano, como la estructura no visible, imperceptible, necesaria, ya que en la piel del relato se diseminan elementos que nos acercan a una realidad de vida, la realidad de lo cotidiano, percibida por cada sujeto de una manera diferente. La atmósfera me seduce, una Francia que yo entiendo situada temporalmente en los años sesenta y setenta del siglo pasado: bares y cafeterías, calles, tapias, luces, lo nocturno, autobuses, trenes, calles de París, edificios y portales, fotos, transistores. Un mundo que ya no es. Me llevó menos de una hora y media completar la lectura, algo enriquecedor: vibra la imagen de conjunto durante el resto del día, una sensación que tiene algo de narcótica. En ella descansé durante la mañana y la última hora de la tarde. En caso de K.O.K., Tiene que llover, es diferente. La novela de K.O.K. se relaciona con ideas particulares y episodios del pasado que me inquietan. La lectura, como sabían bien los representantes de la estética de la recepción, se construye con las experiencias personales del lector; y hay muchas razones para sentirme próximo a K.O.K., desde un punto de mi adolescencia leo la novela. Es cierto lo que algunos dicen: en las larga serie de novelas de K.O.K. nunca pasa nada, pero eso no es necesariamente un defecto, yo lo considero virtud: así es la experiencia lectora: por definición, inestable. Las aproximaciones a la narración se debaten entre el entretenimiento y la captura poética de lo inasible: el paso del tiempo y su inevitable crueldad. La poética de lo cotidiano es una conquista de la modernidad, para esculpir nuestra propia novela. Ese reflejo en lo diario nos trae una traza de alejamiento. Así, las inquietudes del joven que llega a la escuela de escritura creativa son muy similares a las que tiene cualquier joven un tanto pedante que se ve envenenado por la literatura, por el amor, por la posición del que escribe, ese sucedáneo de la vida. Y es ahí, en la suplantación de la vida, desde donde yo leo. Desde la literaturización de lo vital, con el enorme peligro que ello conlleva: falta de perspectiva, falta de entendimiento, falta de generosidad. El elitismo del lector cierra el círculo. Continuará la lectura de Tiene que llover y me debo plantear terminar un texto que comencé hace cuatro o cinco años sobre el autor y su serie: Mi lucha. Debo valorarlo.
+ Esa inconsistencia de lo escrito anteriormente es parte de los rasgos fundamentales de una serie de personas con las que he tenido trato a lo largo de mi vida. Yo me incluyo, sin duda. Falta de confianza, un cierto elitismo, parálisis social. Ahora lo sé. Lo asumo, casi como si se tratase de un crimen, pero no es un crimen, sino un rasgo de la personalidad, un ingrediente necesario de un cierto principio rector. Lo veo con serenidad, y lo estudio, como el recuento, la contabilidad de toda una vida condicionada por esa constante. Dejo el libro. Duermo y sueño con Nueva York. No es la primera vez que esto sucede. La sensación de inconsistencia continúa durante el sueño y me veo en la vigilia vi en la vigilia. ¿Debo buscar un sentido en el sueño? Los sueños son excreciones.
+ Los veo y me parecen niños gestionando asuntos de adultos, luego me doy cuenta de que ni una cosa ni la otra: ni son niños, ni son asuntos de adultos.
+ El libro de K.O.K. ha resultado desagradable en un sentido no esperado. Me desagrada, pero continúo la lectura. No está en el libro el problema porque no hay ningún problema. Se trata de una relación entre el pasado y yo, una idea de renuncia y de fracaso. Veo cómo resulta el escritor en formación y ahí me veo yo, no puedo menos que compararme [lo que en sí es un gran error]. No voy a dejar el libro, aunque me cause sufrimiento, debo constatar que no me vale esa idea de fracaso, pero sí la de renuncia. ¿Son equiparables? Debo continuar leyendo y continuar con el contraste entre mi vida y lo narrado, que no son paralelas ni equiparables, pero me la tarea me da una pista para indagar en la estética de la recepción, el lector como artista. Una investigación, tal vez, con un sujeto de análisis: mi mismidad.
+ El fracaso siempre es interior, se construye según valoraciones que nos otorgamos. La receta contra su infección es el olvido, la relativa importancia que todo tiene ante la muerte. La muerte es un disolvente, la disolución de todas las ambiciones y de todos los miedos. Tras ella, nada.
+ Imagen: los restos del naufragio, una foto en un museo de arte contemporáneo [no tiene mucha importancia si es éste o es aquél]. El desenfoque y lo antiguo que resulta el televisor catódico sobre el pedestal. Arqueología, todo está llamado a convertirse en arqueología.
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