sábado, 13 de octubre de 2018
Wahlheimat
+ A última del día leo, leo cosas que no conciernen a la obligación diaria. Ayer en esas lecturas encontré dos veces *más bueno. En un filosofo y en un novelista. Ninguno de los dos es un mediocre, tampoco un ignorante. Eso confirma que la forma mejor va muriendo. Es raro, cada vez es más raro que oír que se emplee. Las palabras tienen vida, en el sentido que nacen, crecen, se reproducen y mueren, con la particularidad que tienen la posibilidad de resucitar. Yo no tengo labor de fiscal, simplemente observo. Soy un observador, del lenguaje y de la vida.
+ En lugar de superstición, prefiero ritual [repito].
+ Ese oficio del observador invade mi actividad, la totalidad de mi actividad. Como el agua que anega un prado, cada vez hay menos zonas abierta al aire de la mañana. Me siento y veo la vida pasar, lo dejo y regreso a la lectura. Mi actividad me lleva al apartamiento. No me planteo cuestiones morales. La biografía no puede ser dilucidada por el que la construye, la sufre. Mi calidad de observador me hace ocupar un lugar neutro, este lugar tiene su concreción en la última hora del día cuando toca, con la luz apagada, hacer un examen de lo que ha ocurrido, el sueño me alcanza y todo se desvanece. Ese diálogo con un otro yo me hace saber donde está la juntura entre la vida y el sueño, la vigilia y el sonámbulo. No soy un sonámbulo, pero la vigilia me produce rechazo: la actividad frenética, la ambición y la codicia, la seguridad, la risa de la fiesta, la marcha de marea humana, los político y los votantes. Me corrijo y alcanzo llega una extraña paz. El prado está totalmente inundado y el agua refleja el sol, la caricia del aire templado es agradable, sé que tengo suerte y lo celebro porque sé darme cuenta de ello, la suerte existe, aunque positivamente no se aceptable esta concreción. En fin, la radio atruena y hay que acudir al trabajo: ese deseable u odiado bucle.
+ Por casualidad he visto en mi teléfono la duración de todas las llamadas, desde que tengo el teléfono:he hablado con el más de 488 horas, horas que superan veinte días continuados de conversación, sin interrupción. Poner sobre el dato un acento aporta una astilla de inquietud, pero es mucho tiempo. ¿Una etiqueta? Dónde está todo lo hablado, me digo y cierro el contador del cacharro. Nuestra vida se somete a variadas contabilidades, por un acierto o por un error se eleva nuestra configuración y casi no lo contamos.
+ Una visita a una enferma, un entierro y una medición. Ese fue el periplo del penúltimo viernes de septiembre. El hospital se eleva sobre una montaña, desde allí la ciudad aparece como un animal tendido al orilla de la ría de Pontevedra; acero, colores pastel, pasillo iluminados tenuemente; la enferma se ha recuperado y regresa a su casa, al borde de la ría de Vigo: está contenta y habla con distancia de la cicatriz que le ha quedado en el vientre; su alegría hace que me sienta bien. El funeral previo al entierro: un pequeña iglesia, el campo de la fiesta, los coches apiñados, conversaciones sobre el pasado lejano, la traza de una autovía, el atuendo, las costumbres olvidadas, cenas y nombres que se comienzan a olvidar: Jallejo, o Páxaro-Cabra, Manolo o do Monte. El sonido de su voz hunde su huella en mi memoria. La medición es un éxito, no hacen falta ni quince minutos y el resultado satifactorio: 297,00 m2.
+ Lectura de Foucault en las última horas de la tarde, poco antes de salir a pasear. Es domingo y la fuga de Bach llega desde el salón. Hace calor, es domingo, las novelas tienen un componente de conocimiento que nunca se debe despreciar. Sumo las tres afirmaciones y me retrotraen épocas pasadas no tan felices. La yuxtaposición y la distancia entre enunciados es algo propio de la ebriedad. La ebriedad ha sido desterrada y leo a Foucault. ¿Es otra ebriedad ésta que se hace carne en la lectura? No.
+ A veces escribo palabras en Google y le doy a la pestaña para buscar imágenes. Retrotraer, proposición, enunciado. Las imágenes que recupera el buscador tienen un punto de definición que debe ser observado.
+ Busco aleta en el catálogo de imágenes. No me satisface. Duermo. Sueño que camino descalzo; cuando me despierto busco el significado del sueño y se me devuelve tras la búsqueda la razón: inseguridad, soledad, miedo; no estoy de acuerdo. La acumulación de detritus entorpece el comienzo del día, una limpieza superficial lo soluciona.
+ Pienso el entierro. Las series que se deslizan por el tiempo, como una generaciones narran los avatares de las generaciones anteriores, pero llegará un día en que nadie esté para narrar lo que ahora sucede. Es un mundo que desaparece. Yo sólo soy un observador, pero en la mirada pongo todo lo que sé, que no es mucho, pero me gusta pensar que tiene la posibilidad de flexibilizar la descripción, la anécdota, la peripecia. Es flexible mi intención, en su plasticidad reside su fuerza.
+ Wahlheimat (al.): patria adoptiva.
+ Imagen: una licorería en algún lugar de Francia cuando la noche ya es cerrada y disparo por una luz que me conmueve, por el color del oro, por la venenosa y engañosa transparencia de los licores.
