sábado, 4 de marzo de 2017

Genius loci




+ El genio protector del lugar se nos aparece cuando nos disponemos a verlo, a escucharlo, para lo que no sirve la función ordinaria de los ojos y los oídos. Se manifiesta de diversas maneras, pero siempre con nuestra colaboración. Allí, presente e inmutable, en su materia permanente y en su tiempo estático. Una serpiente que guarda el lugar es la imagen, pero su realidad va más allá.

+ [Tres puntos en un posible mapa, para un (im)posible proyecto]. Borde(s) de encuentro; condición(es) de posibilidad; superficie(s) de equilibrio. Son puntos que sugieren pero que no determinan. Se alejan cuando se hace materia el proyecto, su función es de esbozo más que de trazo. (?)

+ Súbitamente me asaltó una imagen de la infancia. Yo tendría menos de diez años y una chica, mayor que yo, ¿tres años, cinco años?, se bañaba a mi lado, en el mar. Nadaba muy cerca y yo la observaba. Me sonrió. Recuerdo las tiras verdes de su bañador, que sostenían sus leves pechos. A eso se reduce el recuerdo. Ni siquiera sé porqué recordé hoy la imagen, mientras conducía pacientemente. Me asaltó, con una contenida erótica que ya estaba presente en su origen. No quiero averiguar nada, sólo deseo que aquel mundo se sumerja lentamente en aquel mar que no volverá.

+ Doy fe de la [inexistente] estética de los furgones blindados, donde todo es funcional y no se percibe ningún ornamento. Peso, seguridad, firmeza. Amarillo y negro contra el verde de los árboles, contra el cielo limpio del inicio de la primavera. Avanza en su hierático rumbo, lleno de billetes y monedas, tripulado por hombres armados y con chalecos antibalas. Un acento cinematográfico. Gafas de sol y expresión seria, muy seria. Lo veo pasar por aquella carretera orlada de coníferas, y lo estudio en su reluctancia. Parece de otro mundo, el furgón blindado. En efecto, es de otro mundo.

+ Detritus en latín viene a ser algo así como molienda, lo que queda tras la descomposición de un sólido. Polvo, viento, nada. Su rendimiento tiende a la expansión. Un edificio, un automóvil, una profesión. Todo aquello que se desvanece para convertirse en polvo, que pierde su cohesión y se transforma en un algo que carece, todavía, de nombre; que quizá nunca alcance un nombre. El polvo en las cunetas, aquel elemento que se olvida y el sol y la lluvia transforman en partículas indeterminadas, lo biológico que se hace tierra negra y fructífera. Abono, líquidos, arena o tierra. Su imagen dispersa nos indica que hay un margen que tiende a la irrelevancia. Materia muerta que un día fue vida, esa aparente contradicción. Este es nuestro mundo, estos somos nosotros. Si no lo somos todavía, lo seremos.

+ Góngora, endecasílabo final de un famoso soneto: «… en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada». Así queda, el detritus.

+ Voy a correr y pienso, otra vez, en la geometría de los furgones blindados, donde todo es función, donde no cabe el ornamento, ni el gesto de identidad que atesoran el resto de los vehículos. No les hace falta. ¿En qué emblema se contienen? ¿La función como totalidad?


+ Imagen: la acumulación es el comienzo, la tierra negra se forma y se conforma para dar vida.