+ El carbunclo es una piedra preciosa. El carbunclo no es otra cosa que el rubí. También es una enfermedad contagiosa, lo que muchas veces se ha llamado ántrax. La doble naturaleza de la palabra se une en el color rojo y el color rojo es el elegido para los últimos días de enero y los primeros de febrero, como empresa o enseña. El rubí y la enfermedad, el contagio y el lujo del rojo intenso de la piedra preciosa. Comienzan a crecer los días y hay en ello una alegría contenida, que apacigua la lluvia, una lluvia que persiste y atempera el fulgor del rojo. El rojo continúa vibrando, incluso cuando duerme.
+ Inicio el domingo con la música seriada de Philip Glass. Me sugiere un viaje en coche por paisajes desiertos, donde en el fondo se alza un raquítico árbol. Un cielo pleno, azules polarizados, viento suave, una cálida sensación de comienzo. Una nota sostenida, una voz, un instrumento que no llego a identificar, quizá sea un teclado, la síntesis de una flauta. La electrónica transforma la visión y cierro los ojos y vuelvo a esa carretera que no conduce a ningún lugar. La sensación de no pertenencia se acrecienta. Estamos despojados de la posibilidad de llegar a saber lo que realmente los otros piensan de nosotros, el fluir de la música y el imaginario automóvil inciden en esta certeza. Son cosas que se piensan cuando se viaja solo, cuando se conduce solo. Conducir es un placer, sentencia que precisa matices. Conducir es un verbo transitivo, yo soy el sujeto y el coche el agente, el complemento directo. La precisión no es necesaria, pero se funden extrañas razones, quién lleva a quién. Debo centrarme en el coche: es un Mini oscuro, con techo solar que me ha costado 17.900 euros, tiene un potente equipo musical [donde suena Philip Glass], es potente, es brillante, es muy moderno, ultramoderno. El domingo es propicio para los ensueños seriales, minimalistas, centrados en un arte no realizado, que nunca se realizará. 1970, es el año de la composición.
+ 1970 invita al ensueño de un verano intenso con tardías notas hippies. La India, extensos prados recién segados, estudiantes de vacaciones que hacen auto-stop y tienen relucientes mochilas granates y verdes. Me fijo en sus misteriosos estuches de guitarra. Se ensambla todo en la mañana y el resultado es un hermoso y provincial bric-a-brac inmaterial. Ahí me reflejo, sin problemáticas.
+ La tempestad asoma su rostro, el viento y la lluvia, el frío y el gris profundo. No hay excusas, formamos parte de la meteorología: se refleja en lo diario y afecta a nuestro estado de ánimo. No hay excusas, tomo el libro de Marco Aurelio y después de leer se produce una ordenación. Cada elemento ocupa su lugar sin discusiones, el día comienza. El viernes tiene magia.
+ [Sobre un Mini que deseaba y no compré]. Lo vi durante días en la gran cristalera del vendedor de coches de segunda mano. Lo admiraba, sinceramente, lo admiraba. Así he visto cuadros, con esa misma entrega, pero con la conciencia de que en el momento en que me alejase de la sala, del museo, el cuadro penetraría en otra dimensión. La memoria, la memoria que selecciona momentos y los hace emerger sin coste alguno. Sé que con una postal, una foto, una imagen en un libro es suficiente. Ni siquiera eso. Con los coches me sucede algo similar. Los veo y los aprecio, pero no los deseo. Vi algún Aston Martin realmente hermoso, una belleza violenta como el caballo que corre desbocado sobre los prados mojados, bajo la lluvia intensa; me enamoró un Ferrari negro diamante que se dibujaba en el cristal acerado del expositor en Kensington; o un Bentley tenía algo luferino en su perfección negra o plateada, levemente invisible. Tres coches, tres olvidos. De uno de ellos incluso hice una foto. Hoy volví a pasar por delante del establecimiento del vendedor de coches de segunda mano y el Mini ya no estaba allí. Ahora se abre la posibilidad de jugar con la adivinación: quién es el propietario, qué le gusta exactamente del coche que ha adquirido, lo aprecia en la medida que yo lo aprecio. No. Para mí sólo es un objeto ornamental que me atrae pero, al tiempo, decido no necesitarlo. El día me bendice y yo lo agradezco con humilde nostalgia.
+ «Los edificios que fundé en el viento / él se los llevó, como él los sostenía» Juan de Tassis y Peralta, Conde de Villamediana, [en un soneto].
+ Comienza en la BBC-3 [Música Clásica] la primera sinfonía de Tchaikovsky. Abandono la escritura, la lectura y dejo que nada interrumpa la música. Es invierno y la intimidad del hogar define los límites.
+ [Imagen]: un Rolls en uno de esos callejones [Mews] de Londres: antes eran cuadras de caballos, hoy son carísimas viviendas. El coche está a tono con el cinematográfico escenario, nada desentona. Qué delicado, qué lujurioso este coche blanco tan pasado de moda. En eso estamos: vemos, disparamos y desaparecemos. Como por ensalmo. [Intencionadamente, le he añadido un filtro sepia y otro azul para que la foto tenga ese apecto anticuado: en ello me reflejo].