sábado, 21 de enero de 2017

Quién lo probó lo sabe



+ [El original y la copia]. Mientras conduzco escucho una crónica que trata sobre cómo en China se establece un sistema estético que valora positivamente la falsificación. El entrevistado habla del filosofo coreano Byung-Chul Han, que estudio en Alemania, que vive en Alemania, que da clases en Alemania. El entrevistado hablaba del último libro del filósofo: Shanzhai. El arte de la falsificaicón y la deconstrucción en China . Hace no demasiado leí durante el viaje anual a Londres el libro de Byung-Chul Han titulado La Sociedad del cansancio. Noté yo en este libro que faltaba algo, ¿un punto de indagación, una profundidad o un espesor necesario y ausente? Con todo, el libro me interesó y lo leí con agrado. Sé que leeré Shanzhai, pero todavía no. La cuestión que se trataba en la radio era la de la falsificación, la copia y el original. El periodista ponderaba la posición de lo falsificado con razones peregrinas y decía que él se apuntaba a esta moda de la replicación de lo insustancial. El reloj no de detiene, me digo. No me convenció y veía en su discurso un punto de esnobismo rancio, ese gusto por lo inusual que tantas veces se confunde con el ingenio. Nunca tan lejos. El reloj no se detiene. Pienso en cómo distinguir lo falso de lo auténtico y no sé si es fácil o difícil, yo veo lo auténtico y lo falso no entra en mis planteamientos. Una cuestión de coordenadas y orientación. Hay una alegoría en el relato que hace el periodista, pero no por lo que cuenta sino por el personaje que desarrolla. El personaje es él mismo, un periodista ilustrado pero sin fondo, sin profundidad, quien protagoniza la fábula moral es su atrevimiento de píldora y alegría. Lee, expone y confunde lo leído. Se ufana como un pavo y lanza su mensaje a través de las ondas. Yo cambio y pongo música. Suenan Los indaptados de Juan Perro.

+ «Y después se iba de peregrinaje, en autobús, me parece. Por lo menos entendía que los horarios expresaban una serie de relaciones mutables, cuasiastrológicas, el ir y venir de cuerpos férreos…» [De Mi idea de diversión de Will Self].

+ Tchaikovsky: 1868. Opus 13. «Sueños de invierno». Domingo. Las primeras frases de la sinfonía evocan tiempos pasados y llenan la habitación de misterio, relatos profundos. «País de desolación, país de nieblas», es el título del primer movimiento, nos recuerda el locutor: hay sabiduría en la textura de su voz; discute si la partitura es totalmente abstracta o no. No indago, me dejo llevar por la música y la sugerencia espacial a la que llego. Montañas, niebla, el frío helado en el hocico húmedo del lobo, y se esparce la niebla sobre las desnudas piedras, sobre la hierba transparente, la mañana, el latido, la elevación sinuosa del vuelo de unos cuervos. Me reconcilio con el mundo de la radio. Nunca me había enfadado, pero el momento de disgusto parece desvanecerse.

+ «My childhood is streets upon streets upon streets. Streets to define you and streets to confine you, with no sing of motorway, freeway or highway.» (Auto)Biografía, Morrissey.

+ [Tarde domingo]. A las ocho iremos a ver el concierto de Juan Perro, de Santiago Auserón. La vía de la música es un conocimiento duradero, sólido e intuitivo, sin necesidad de adiestramiento. Pienso y reflexiono. Cuando fui a buscar las entradas a Redondela me vi atrapado en un atasco. Tenía la música en el coche muy alta, rasgando el ronronear del atasco. Me disgusté en un primer momento, pero decidí que no era justo enfadarse y sólo podía entregarme a la música y llegar a lo bueno y a lo verdadero de la situación. Canciones de otro tiempo, de un mundo lejano que no regresará. Yo era joven y descubría las posibilidades de otras líricas muy diferentes a las recibidas, viajes y retratos, amigos desconocidos, tinieblas y transparencias, la brújula y su duplicado, una nueva brújula, que era brillante y alocada. Guitarras con una sola cuerda dormidas en el desván de aquella casa abandonada. Y recuerdo las casas abandonadas que cuando éramos niños recorríamos con ilusión, y recuerdo un sótano donde dormía una muñeca rota, recuerdo su cara de plástico reluciente, el brillo acerado de sus ojos de cristal, un cristal cuarteado. El atasco dio mucho de sí, pero comenzó a fluir el tráfico y pensé en las metáforas náuticas. Mi coche es una nave y yo soy su piloto. Ahora que llega el domingo haremos el mismo camino y será un soplo, un instante de guitarra acústica y voz, una voz no desconocida, llegará la noche y dormiré a la espera de otro lunes y la rueda comienza a girar, si que alguna vez se detuvo.

+ Regreso del concierto [de Juan Pedro]. Algo que no se puede expresar con palabras (…), mejor: que no se debe expresar con palabras. Flotaba en el coche, de regreso, ese imponderable. Supongo que tiene que ver con una capacidad asombrosa en el escenario, una voz prodigiosa y su guitarra mágica. La magia es una cualidad que parece detener el tiempo, y así es. El tiempo en el coche se hace denso, un viaje corto, pero la noche difumina los perfiles de los pueblos, la silueta de los árboles, veo la pequeña isla y recuerdo las Soledades de Góngora, cuando trabajé en la lectura de este largo y complejo poema, cuando estudié sus laberintos y no llegué a ningún sitio, salvo a aquél del que partí. No es poca cosa. Santiago Auserón citó a Góngora, al Marqués de Santillana, al músico ciego Salinas a Fray Luis de León, y habló de Cuba, canto y elevó el pequeño auditorio, con ese asombroso dominio de la escena. La filología palpitaba y eso hizo que me reconciliase con un trabajo diario que me lleva por las sendas del Conde de Villamediana, donde me pierdo y me reencuentro.

+ Volvamos a Lope: «Quién lo probó lo sabe». Lope habla del amor y establece un soneto definición, yo, ahora y siempre, utilizo o robo la frase para prolongar mi visión de las cosas, con ese mal punto de sátira. Y, en suspenso, la afirmación vuela más allá de las montañas en esta primera hora de la mañana: fría, limpia, eterna en su finitud. [Ay, cómo gusto yo de la paradoja y la cerveza helada].


+ Imagen: idea de detritus. Un emblema de la actualidad, por lo tanto: un emblema caduco. Todo lo que está fuera del foco nos concierne, quiero creer mientras elijo la foto. Un combustible, una promesa, el deseo y su envés. Mi idea de detritus se nutre de lo que se le ofrece, sin más destino que su aparición y su efimera existencia. Allí estaba la zapatilla: nueva, impar, olvidada. El relieve del día que muere. El día y su contario. La noche no espera, nunca espera. Una vez más, Auserón [Juan Perro]: «A morir amores / Que en un día marchitan / Las flores».