sábado, 14 de enero de 2017

El destino, una vez más




+ Leo y vuelvo a leer. Una referencia me lleva a Viv Nicholson, una mujer británica que ganó una quiniela en los años sesenta. Hoy serían más de tres millones de libras [es mucho, pero tampoco tanto]. Ella y su marido acuñaron un lema para tal ocasión: «Spend, spend, spend». Su vida se tornó caótica, su marido murió en una accidente automovilístico y ella se vio envuelta en númerosos problemas con los bancos y el fisco. Viv se encumbró como icono para Morrissey. Ese conglomerado simbólico tan suyo. La clase obrera, los suburbios, el dinero. El dinero, todo un tema en sí. Veo sus fotos y la alegría del premio y vuelvo a desconfiar de la lotería. No me gusta lo que rodea a la lotería. Morrissey hace hincapié en como los tabloides la abrasaron, esto resulta responder a una lógica implacable: siempre hay algo moral en la caída, alguien dispuesto a establecer una contabilidad inmisericorde. El que cae es por su propia responsabilidad y a nada ni a nadie se le puede transmitir esa responsabilidad. La culpa y la vergüenza, otra vez. Veo sus fotos y entiendo que su vida y su desgracia se convirtieron en su profesión. Pobres de aquellos que ya nunca se pondrán desprender del personaje que se ha creado para ellos. O bien ellos, o bien las circunstancias.

+ Y, al hilo de lo anterior, cuántos pueden decir que no viven en la piel de un personaje. ¿Cuántas veces nuestro yo, a lo largo del día, sufre una mutación que lo arroja hacia una caricatura? Quizá sin metamorfosis la vida no sería posible, no sería soportable.

+ El carácter es el destino, me digo una vez más: ¿cien veces, mil veces, cien mil veces?

+ Jueves en la ciudad de Braga. Paseos y escaparates. Nos detenemos ante un escaparate donde hay exposición de relojes de segunda mano [¿no sería mejor decir de segunda muñeca, pues todos son de pulsera?].  Uno me gusta especialmente. Se trata de un Omega que tiene los días de la semana en portugués, cuesta casi seiscientos euros. Si me sobrase el dinero lo compraría, o no. Realmente lo que me gusta es conocer de su existencia, verlo durante unos minutos, volver a pasar por delante de la relojería y estudiarlo sin propósito alguno, una vez más. Nada, ningún deseo sobre él. Lo veo como me gusta ver los coches deportivos: sin intención . Sé que hay una relación entre mi carácter y la ausencia de deseos. Una configuración que tiende a la contemplación en lugar de la posesión, quizá porque, en último término, esto no es posible la posesión, ya que la sentencia a muerte se escribe el mismo día del nacimiento, de la fecundación del óvulo. Basta, así, con  recorrer un mercadillo de pulgas, pasear por un rastro y ver cómo ese caudal de objetos se han extraído de las casas de los recién fallecidos: plumas, pipas, relojes, cajas de plata, bolígrafos, ceniceros (…) En ello permanezco mientras conduzco prudentemente mi humilde automóvil: negro, escaso de potencia, cargado con más de diez mil canciones en su Mp3. Música alta y el paisaje que se desvanece en la limpia tarde de invierno.

+ En la ventana que había sobre la esfera del Omega para ver la fecha se podía leer SEX-5, se refiere a sexta feira y no a otra cosa, es decir: el viernes cinco; pero ¿por qué no tomarlo en inglés, en su traducción al español: sexo número cinco? [Tonterías en esta hora de la tarde, entre papeles que debo repasar y una redacción académica que ser me resiste. Esa es la textura de la ocurrencia].

+ El viernes por la tarde es el mejor momento de la semana, me dicen cuando salimos del trabajo y yo lo doy por bueno, aunque sé que todos los momentos pueden ser propicios o funestos, finalmente: de qué depende sino de lo que va llegando, de lo que ponemos en ello y de nuestras elecciones. Sí, un gran momento, pero importancia.


+ Imagen: la abstracción arquitectónica se ve atrapada en el disparo fortuito. Muevo la cámara con violencia y disparo tres veces, ahora eligo la primera de las fotos por una vaga idea de simetría. Veo la foto y me gusta, atrapa una idea que palpita desde hace tiempo: la exactitud no es enemiga de lo casual, lo contrario lleva a la equivocación.