sábado, 19 de noviembre de 2016
Espejos
+ [Visita a la biblioteca]. Cojo tres libros: uno sobre el Conde de Villamediana, el segundo es un atlas histórico y por último una colección de ensayos de R. W. Emerson. La lectura fragmentaria es uno de mis pasatiempos favoritos. Recortes que conforma una nebulosa entorno a un tema. Más en concreto: leo el ensayo de R.W. Emerson La confianza en uno mismo y resuelve dudas planteadas en los últimos días. Tal vez se trate de aceptar el lugar en el mundo que hemos llegado a ocupar. ¿Tenemos suerte? La suerte es una palabra desterrada de un vocabulario que construimos, pero está ahí. Hay algo que se superpone: el destino. Se debe labrar la construcción de la definición, pero en ella estamos. Esa es la nebulosa en la que se integra el fragmento de R. W. Emerson.
+ Ahora, una vez más, retomamos la cita de Heráclito de Éfeso, el Oscuro. «El carácter es el destino». La alianza entre carácter y destino otorga la llave para penetrar en un misterio rector, el misterio que guía la biografía.
+ Finalmente, durante el viaje de regreso de Madrid, leí la Fábula de Faetón completa [una vez más]. Me gusta recordar cómo la noche cayó y la lectura se convirtió en materia viva. El vagón era silencio y oscuridad. Observé como la chica que iba a mi lado medía sonetos, llevaba en una gran cesta cerrada un podenco, tímido y simpático, luego sacaba el teléfono, luego el libro electrónico, un ordenador y, más tarde, regresaba a los sonetos. Entre los coluros y el fuego, el viaje avanzaba; yo estaba refugiado en la música medieval que había bajado para la tableta, todo encajaba con perfección.
+ «Una performance es algo que sucede en un momento determinado en un lugar determinado» Esther Ferrer. Parece sencillo, pero me ha llevado más de treinta años entenderlo.
+ En algún lugar de un periódico digital me encuentro con la historia de una mujer que siente que su hermano la odia. Ella dice que nunca lo ha humillado o despreciado, que no encuentra una razón para ese odio. No se lo explica y, al tiempo, no deja de darle vueltas. La única relación que tiene con él es a través de su mujer, que es una buena persona y comprende la situación, aunque no sea capaz de atenuar la tensión. Las explicaciones que aporta una psicóloga parecen sensatas, los comentarios inciden en ello y hay una conclusión que se dirige hacia la esperanza; pero, a mí, lo que me interesa es la novela que parece encerrar. Veo la foto que encabeza la noticia y reconozco en ella un signo de nuestro tiempo: la soledad y el estrés. Es un emblema. Hay una debilidad generalizada que siempre ha estado ahí, pero ahora no hay cortapisas para mostrarla. El último consejo es que busque aquello que la hace ser ella misma, lo que le da confianza y seguridad, que sea educada con él y que no olvide que ella es sólo el 50 % de esa relación y, por lo tanto, hay una mitad que no depende de ella. Considero que es un buen punto de partida para una narración, de ello dejo constancia: me imagino el escenario: las calles del extrarradio de Londres, el transporte público londinense, una oficina en la City o una coqueta boutique en algún barrio caro, el confort y sus ilusiones, cenas familiares en Navidad, lluvia y paraguas abiertos, el West-End o el turbión de los atascos en día de frío y oscuridad, allá por noviembre. Por ejemplo.
+ [Cesurismo]: en el libro que manejo o leo con calma durante las últimas semanas, Crise e Crises em Portugal de Carlos Leone, me encuentro con la distinción entre un saber discontinuo y un saber acumulativo, y es el primero el que configura nuestra manera de ver y entender el mundo, como herencia de la modernidad, donde se llega a una ruptura [cesura] que invalida todo lo anterior. Creo que se puede aplicar más allá de las ciencias sociales, pero no es algo que no haya existido ya en las ciencias experimentales, al menos en cuanto a trazar las grandes líneas que delimitan el camino del saber: el heliocentrismo desplaza a geocentrismo, pero también aquél se verá desplazado sin remisión. Lo que ocurre es que las ciencias sociales no son equiparables a las ciencias de la naturaleza. Sin embargo, acepto de buen grado esa sensación de discontinuidad que todo lo recubre. Quizá más que de discontinuidad podríamos hablar de fragmentos. Los programas de tv, la música, las noticias que llegan vía electrónica, publicidad, conducción en medio de la oscuridad arropados por las canciones que brotan del reproductor de Mp3, teléfonos, cámaras, desplazamientos masivos, etc. Es nuestro tiempo y su liviana inconsistencia, nunca antes vista por la humanidad. Hay un placer oscuro en recrearse en esta sensación temporal, la nota que un tatuaje aporta a una conversación, v. gr. Los viajes en tren dan mucho de sí, en ellos puedo reconstruir escenas del pasado y encontrar un sentido que sólo este presente les otorga, a sabiendas de que la interpretación está en suspenso. La discontinuidad y lo fragmentario dan el tono de nuestro entender la vida.
+ Poco me falta para terminar el libro de Carlos Leone, pero lo reservo para el fin de semana, casi por un otro placer: el gastronómico.
+ Imagen: patio, posado y disparo [fotográfico].