sábado, 20 de agosto de 2016
Madrid a mediados de agosto (1)
+ La playa, el libro de poesía de todos los años [una antología de versos de Luis Alberto de Cuenca], el fulgor de los cuerpos jóvenes, la limpieza de las edades maduras y el lustre de los viejos que disfrutan de la energía del agua salada y el sol. Hay un rito en este acudir anualmente a la playa, en la manera de conducir hasta allí, en la música y en las conversaciones con mi padre. Ayer C. y yo regresamos de Madrid y el colofón a unos tranquilos y fructíferos días de vacación y cultura no podía ser otro que la playa y sus beneficios. Cuando llegue el invierno este recuerdo será el medicamento con la tristeza de la lluvia y el frío.
+ Tampoco la lluvia y el frío traerán tristeza.
+ Madrid tiene infinitas posibilidades. Lo hemos comprobado, una vez más.
+ El calor, en ningún momento, ha sido un problema, más bien todo lo contrario. Según la tarde declinaba, una brisa cálida y muy agradable nos vestía de sensualidad. Momentos para estudiar cómo los edificios son el decorado ajustado a la obra teatral que cada día interpretamos. El teatro y la vida, qué momentos. Caminar sin rumbo, cerveza en terrazas impares, exposiciones y tiendas ocultas, librerías o tiendas de ropa, té o quincalla. Todavía palpita el tiempo anterior en las calles que dejamos atrás, tiempos que vivimos o tiempos que nos contaron, tiempos que trenzan el relato y nos despistan, nos engañan y hacen que sonriamos: el tiempo se ha detenido.
+ El paso del tiempo es el tema, siempre es el tema. Visitamos la exposición de Hiroshi Sugimoto y encontramos allí la constatación de intuiciones por concretar, vanas nieblas en la mañana de la vida. La simulación articula el sentido de la fotos y traslada esta simulación a la totalidad de la existencia mediante los dioramas, las figuras de cera, los horizontes y los cines vacíos. El disparo en sí de la cámara es una herramienta que pone al descubierto zonas vitales que se enmascaran en artificios; una vez desdeñado, del artificio surge una verdad que ni se impone ni se puede esquivar. Es la técnica la que establece un marco idóneo para la reflexión. Como apunté, hay cuatro series: los dioramas, en donde las escenas naturales adquieren verdad mediante la composición, el blanco y negro y el gran formato; los cines, en los que la larga exposición sobre la pantalla arroja una lechosa certeza que nos aproxima a la muerte; los retratos de figuras de cera oscilan entre lo real y su transposición, una nueva realidad, tan discutible / indiscutible como aquélla de la que parte; y, por último, los horizontes marinos. Estos últimos me trasladaron a un mundo visitado y olvidado, porque recordé una travesía en barco entre islas del archipiélago canario, porque recordé los últimos días de mi madre, porque me sentí muy unido a C. La posesión de una biografía marcada por un sentido poético nos aproxima a una esencia indeleble: no es una cuestión de cantidad, ni calidad, es la manera de estar, de ver y de entender o la capacidad para disfrutar en una mañana de agosto, con la persona amada, del triunfo del arte sobre la muerte. ¿Triunfo? Ya que de esto trato, eso es lo que veo en los horizontes. Me gusta recordar que H. S. no utiliza ni cámaras digitales, ni herramientas de retoque digital; en ello veo un proyecto y una misión simbólica. Yo no tengo whatsapp, ni tatuajes, ni me he anillado, tampoco me interesa la televisión, pero, simultáneamente, no creo que estas carencias, por decirlo de alguna manera, me protejan de peligros o de situaciones incomodas, ni siquiera es una cuestión de estilo o se trate de un código de buenas prácticas, es que no tengo ninguna de estas necesidades, si necesidades son. Necesidades, pocas. Y cierro el ordenador y me dejo llevar por la imagen de una de las esposas de Enrique VIII, una estatua de cera con más vida que difuntos que caminan por la calle.
+ ¿Por qué se han quedado en el tintero las fotos de Hiroshi Sugimoto realizadas sin cámara, fotos de fenómenos eléctricos sobre la superficie de un negativo? Con todo, la foto que he elegido para ilustrar esta entrada nos remite a esa poética abstracta. Los olvidos caracterizan al olvidadizo.
+ La única compra que hice fue un libro sobre la biblioteca del Greco. Compré el libro en la librería del Museo del Prado. Casi no lo he abierto porque deseo reservarlo para el invierno, cuando el viaje sea un grano de nostalgia y el libro permita reconstruir los paseos sin demasiados propósitos por las salas. Sólo por ver pintura, sólo por estar allí.
+ Como complemento al a exposición de Hiroshi Sugimoto, visitamos el Museo Arqueológico Nacional. El recorrido museístico muestra algo sobre el hombre que resulta indiscutible: su negativa a aceptar su temporalidad y la lucha contra esta finitud. ¿Es esto lo que determina el progreso, el conocimiento, lo poético de cada acción poética?
+ Escritores que se desvanecen, al tiempo que se ven sumergidos en el polvo del tiempo. Fotos, botellas, cuadros, togas, birretes, manuscritos, fotos, retratos al óleo, plumas, medallas, diplomas, borradores, oropel y dignidades. Todo se lo come el paso del tiempo; bien, todo no, todavía subsisten jirones, pero la digestión continúa. Y la frase tópica: hasta un día el sol dejará de lucir.
+ Imagen: una foto de una foto de Hiroshi Sugimoto.
