sábado, 2 de enero de 2016

Música aleatoria




+ Alguna vez he hablado de este libro. Es un tomo curioso, con un tamaño muy cómodo, un libro que me costó, creo recordar, un euro. Un precio que invita a comprar lo que sea y este libro está muy por encima: una extraña brújula que de vez en vez emerge para ubicar un mundo trenzado de alcohol, grafomanía y soledad. Total, es una biografía en imágenes de C. Bukowski. Abro el libro y comienzo a pasar la páginas, sin prisa, sin un objetivo, con una lujuriosa delectación. Fotos de sus antepasados en Alemania, sus padres en una California traspasada por el color desvaído del sepia fotográfico que la técnica y el tiempo aportan sin intención y que subliman esas vistas, esos rostros. Coches y casas, playas infinitas. El atuendo podría servir como inspiración a modistos de vanguardia, me digo sin convencimiento y suena Sibelius. La música ensalza el momento. Me imagino a mí mismo como protagonista de un cuadro, un interior muy enfocado al horror vacui: con este libro en la mano, recostado, con la pila de libros que me esperan. Esta demora tendría como marco una pintura de principios del siglo veinte: una vieja técnica renacentista sobre tabla, un dibujo escrupuloso y colores que tienden a lo oscuro sin olvidar una incierta veladura. Paso página. Un cementerio, un certificado de defunción. La vida se traduce en muy poca cosa. Bukowski apuesta en las carreras de caballos y le retratan: qué afán. El licor y las mujeres, sus oficios y el oficio de escribir. La escritura o la vida. La vida no es otra cosa que interpretar y explicar o transmitir esa explicación. Así, encargo un libro de Hannah Arendt: Política. Mi interés se amplia. Unas vacaciones en un resort: El escenario y las poses, el vínculo entre el hombre que trabaja en su libro [siempre el mismo, como cualquier escritor] y el hombre que disfruta del ocio, con la lata de cerveza en la mano, como un arma; sonríe, fuma, se mira desnudo ante un espejo y saluda. La vida, así, es poca cosa o lo es todo. Finalmente, en las últimas páginas, de da cuenta de las portadas de sus libros. Ese mosaico nos lleva al final: dibujos de R. Crumb que retrata a Bukowski en su casa de San Pedro. Es el primer día del año y la música se desliza y se impone sobre el traqueteo de la lluvia, dejo el libro de Bukowski y sueño con una próxima y fugaz visita a Porto. Las promesas no son humo, son necesidad y hay cumplirlas: conduciré sin prisa y con una selección de música aleatoria, buenas canciones.

+ Música de Luis de Freitas Branco. Consulto en la web y me entero de que descubrió en la Biblioteca Municipal de Évora la ópera de Calderón de la Barca: Celos aun del aire matan (1660). Las Metamorfosis, como tantas otras veces son inagotable fuente de inspiración. Cierro la página.

+  La voluntad conforma todo proyecto, lo impulsa, lo establece o lo desmorona. ¿Es hoy posible un elogio de la pereza? No, es el pecado prohibido, peor que cualquier otro, quizá el único que ha sobrevivido, pues otros, ahora, son virtud: el egoísmo, la avaricia, la soberbia. La presencia de la voluntad es constante en los medios de comunicación, en las entrevistas con creadores o políticos o periodistas. La voluntad es una razón moral y quién  no admite su reinado está pecando gravemente  contra todos sus congéneres. Se ha decantado por el filtro del turbo capitalismo y en lugar de ser un instrumento, se ha convertido en un intocable emblema: la religiosa creencia en el progreso y la velocidad rotula el dibujo de un esforzado cocinero de éxito. Ese es el emblema que me imagino yo. Oigo al cocinero de mucho éxito relatar cómo es su vida y cómo invoca a la libertad y la sumisión total a un proyecto que él llama sueño. Hay una gran cantidad de confusiones en su parlamento: las declaraciones de intenciones forman parte de un sistema de certezas que están más próximas a unas técnicas de venta que a lo íntimo de su persona: los sueños. El maratón, la cocina, el trabajo, una suerte de vanguardia sin nombre. Está en lo cierto, sin duda, y la aclamación que lo sustenta revela las directrices de un tiempo, su tiempo: banalidad, precisión, dinero. Algo hay decadente en todo ello, que se hace material en este momento de aventuras sin riesgo, de viajes embutidos en la agenda, del parque temático y la profilaxis. Es un modelo, es un ejemplo. La vida ejemplar se impone: elige: hoy ya es tarde para comenzar.

+ Al final del día me resulta imposible no hacer una comparación entre Bukowski y el cocinero. Trato de establecer una posición. Las posibilidades entre un extremo y otro son muchas, y quizá ni siquiera se trate de extremos: la obsesión: el trabajo,el éxito, el alcohol, la grafomanía. Etc. Aquí descansa la idea: toda invocación a la voluntad es moral, una norma obligatoria e inexcusable. Pero el proyecto absorbente se desea sobre el horizonte de la pereza: la pereza como garantía de la paz y la conservación del planeta. Etc.

+ Título: Ett ensamt skidspår [trad. Una pista de esquí solitaria], Jean Sibelius. Copio el título del melodrama, me parece suficiente. Una breve y melancólica pieza. La imagen es suficiente. Jean Sibelius en Radio Nacional de España, Radio Clásica, Grandes ciclos dirigido por Eva Sandoval, qué regalo. Se ha terminado el ciclo Sibelius.

+ Imagen: la suma desordenada de elementos provoca una sensación de malestar, pero se puede revertir. Siempre es preciso invertir los valores, cuando nos viene bien. Lo estético es una imposición moral, me pregunto y subo la foto: mientras suena Ett ensamt skidspår. No llueve, por el momento.