sábado, 4 de julio de 2015
Sin intensidad
+ El calor llega como un gato, sin hacer ruido. Arrogante y felino, ya en la primera hora del día. Se instala y produce ese malestar tan conocido: pesadez, dolor de cabeza, pereza absoluta, pereza contra la que luchar. Sin descanso. Como una droga perfumada, el hachís antiguo y barnizado, se extiende por la casa y la lectura se hace difícil o imposible. No es personal, alguien dice en el televisor, y esa expresión cobra una fuerza que no le corresponde. Es un ruido, un rumor ascendente. Viento cálido en la última hora del día, el vapor de la electrónica, el humo frágil del deseo. Agua con limón y un viejo diario que nos lleva a un tiempo que fue nuestro y hoy no nos pertenece: adiós a la adolescencia, la eterna adolescencia: qué pronto envejece todo. Un momento para la actualidad y nos olvidamos del lunes, cómo entramos en el martes, en los ámbitos de la noche. Como una verso lejano y en el olvido, pero aquí está. Otros veranos que se fueron, como todo: todo es pasar.
+ Opiniones que hacen treinta años nos dejaban perplejos y pensativos, hoy parecen poco menos que tonterías huecas o juguetes de niños aburridos, malcriados, que han descubierto el alcohol y sus fascinantes engaños sin tener en cuenta que todo tiene consecuencias. Comienzo a ver un vídeo de una entrevista en los años ochenta del siglo pasado: el cantante se empeña en calificar de estúpidos a aquellos que van a sus conciertos [quizá tuviese razón], mientras el guitarrista, de hito en hito, da pequeños sorbos a un turbio licor, luego besa a una chica, con pasión impostada. ¿Quiénes eran, quiénes son, quiénes somos? La pregunta es una referencia al arqueo de las fascinaciones y los deslumbramientos, que la edad termina por limar, sin embargo: su música continua siendo la misma, con la misma fuerza: la simplicidad, la disonancia y el ruidismo. Absoluta y necesaria. La música siempre está por encima del interprete, que no deja de ser un medio. Como decía aquella estudiante: nos gusta el arte, pero no nos gustan los artistas.¿Es esto lo que queda: el ruido, la pasión en la nota que se sostiene, el trazo independiente de la mano? Sin duda, ese rumor que se confunde con el oleaje, con el viento de la tarde de verano.
+ Su aspecto es un símbolo de algo más allá de lo extraño, que sucumbe a su condición de extranjero. Aunque ya nada es extraño, él lo es. Una espesa barba blanca, una cazadora vaquera cubierta de escudos de diversos países, un casco blanco, unas botas gruesas y contundentes. Conduce una motocicleta muy vieja: un azul pastoso y apagado, metales ennegrecidos, plásticos agrietados. Una mochila pequeña, unas gafas como un antifaz, una sonrisa entre la burla y el desprecio: como un Falstaff motorizado. Lo sé, sólo es una idea pasajera. Arranca su moto y comienza la travesía, la lenta travesía. Es emblemático y lo sabe. Representa un mundo en proceso de fosilización, que ha muerto, que se transforma en piedra. Un mineral para conservar en la vitrina de nuestra colección.
+ Ahora suenan los Smiths y son el abrigo que recoge el latir de la mañana, de la mañana de este jueves que se agota: "Take me out tonight…"
+ ¿Qué importancia o significado tiene confundir mirar con ver, oír con escuchar? ¿Por qué estos matices se diluyen? El locutor le pregunta a un adolescente si 'aplicó' para la universidad. ¿Policías del idioma, observadores de su vida, cuál es el rol?
+ Imagen: La foto se tomó en Kew Gardens. En ella se contiene el momento, el día que ya no volverá. Lo agradable del paseo, la conversación y la preplejidad ante las personas y sus hechos menos palpables. Queda el recuerdo, como queda el diario en el cajón: a la espera de que sea descubierto. Quién lo escribió no sabe quién terminará por leerlo: sin destinatario.
