sábado, 13 de junio de 2015
El día
+ [Las mañanas]. Cuando uno está de vacaciones e invierte la rutina diaria se encuentra con sorpresas insospechadas. Ese fragmento del día, cuando se aproximan las dos de la tarde, es extraño. No en sí, si no por lo que uno ve, por esa perdida de lo automático, del encuentro con lo 'raro'. Raras somos todas, que decía una pintada: con mucho acierto. Madres góticas: el vestido morado como el de un nazarenos, con ribetes dorados, tacones elevadísimos y los párpados violáceos o negros. La niña es una niña sin más, quien destaca en el paisaje urbano es la madre y su goticidad. Esos abalorios de cristal y bronce. Camina vaporosa con su niña de la mano, que parece indiferente al día, a la pesadez del calor. Hay un aire de tormenta en toda la calle. Me cruzo con ella y me parecen extraídas de una irrealidad ajena y posterior, muy futurista. Trato de reconocer la imagen y encuadrarla en una supuesta colección fotográfica. No hay nada que hacer.
+ [Las tardes]. Matrimonios sin hijos que los viernes bajan desde sus barrios al centro, para ir a los bares y beber vino dulce. Ella es alta, él también. Caminan seguros y serios, pero a veces ríen, pero sin ganas, sin complicaciones. No hay transiciones. Hay en sus rostros un viejo resabio de aristocracia campesina. El cuero y la seda roja, los tacones y el puro pequeño y esbelto que él fuma sin ganas. Hablan pausadamente y parecen recuperar un pasado lleno de gloria y brillo. Creemos que son ya mayores y nos equivocamos, pero su aspecto es vetusto como la ciudad es vetusta. El vino de la tristeza, el vino del olvido, el vino del aburrimiento y la espera. Hoy, viernes, volverán a sus conversaciones a media voz, a sus manos de tiza y alambre, a su estatura imposible, a su aburrimiento mineral y verdadero.
+ [El comienzo del día]. Música electrónica en la madrugada. Uno que regresa de sus ocupaciones nocturnas, que ha sido tomado por un espíritu cruel e implacable. Su rostro emite una luz pálida, es su barba, que ilumina la calle mientras llega el día, el vuelo de una duda. Un desleído poso de mala ebriedad, lejana y eterna. Su tristeza es pública, pero no hay remedio. Como un emblema ciudadano levanta el día con sus propias manos. Un mal sueño que debe continuar durante el día hasta regresar a la pesadilla de la noche. Una bruja piadosa lo bendice y, quizá, podría dormir en la espesura de un jardín recoleto y humano, como los portales que tantas veces y con amor lo han acogido. Hoy no lloverá.
+ La semana encierra acertijos, y los acertijos atesoran un emblema. La noche como guarida.
+ Imagen: los geométricos azulejos: Portugal. Se contiene en el patrón, una idea que palpita en cada despertar: el desconocimiento y la certeza. ¿Repetición, igualdad, simetría?
