sábado, 7 de febrero de 2015

Signo y señal




+ [Los placeres] Algún sábado por la mañana cojo el coche y conduzco hasta Marín. Voy a un café cualquiera. Me dejo llevar por la música del Mp3 y, entonces, me entrego a la lectura del periódico. Es algo muy antiguo y evaporado. Se puede ver en el gesto de los que me rodean, sumergidos en sus teléfonos: el contraste es la intensidad que define el momento. La política, la literatura, lo actual, lo inactual. El tacto de las mesas, el aroma del café, el tránsito de los peatones. Hay mil placeres sencillos donde elegir, su elevación es una tarea propia y diaria. Sin gastar mucho dinero, sin gastar nada de nada, sin gastarse en el intento.

+ "Le vi muy enamorado, enamorado del amor"

+ Hay un punto medio entre el despilfarro y la tacañería. Dónde está. La tarea de cada semana. Una de ellas, nunca la única, pero sí con su importancia. Despreciar el dinero es tan insensato como rendirle culto.

+ Los espacios en los que nos desenvolvemos nos configuran. Habitaciones, cocinas, despachos, vestuarios, piscinas, elevadores, trasteros o garajes, por decir algo. Día a día, la reflexión sobre sus oportunidades y derivaciones conduce a ordenar y clasificar la vida. La vida tiene tantas posibilidades en su clasificación, en sus definiciones. Un tablero infinito, a lo largo y a lo ancho, hacia lo alto, hacia las profundidades. La vida cotidiana arroja una fuerza imparable, que arrastra tras de sí los sueños y las ebriedades. Cuántos esfuerzos para asomarse a su estructura, a su constitución, el intento de establecer cuadrículas y formatos. La palabra es útil, el dibujo imprescindible. Mapas y conceptos que se unen y nos dan un respiro. La risa es el mejor aliado, nada sin ironía. La ironía es la brújula.

+ [
La vie quotidienne]. La vida cotidiana es inabarcable, preferible a cualquier otra ficción. Calles, escaparates, paseantes, automóviles, bicicletas, ciclistas, niños o ancianos, carriles, luminarias, espejos, barrenderos. Cada peatón tiene su novela, sus novelas. Vidas que se cruzan, intersecciones, formularios en blanco que no se cubrirán. Detenerse y obviar lo codificado, ver la totalidad desde una perspectiva nueva y paradójica, pero no falsa. El espectáculo es grande, aunque lo oculte la costumbre.

+ El significado de los sueños. Sueño que vuelo y, cuando me despierto, inmediatamente, busco el significado en la red: sólo me quedaré con una cosa: es un buen augurio. Lo demás no me interesa, pues busco más el emblema que su razón [de la que sistemáticamente desconfío]. La escena es la siguiente: estoy con un amigo en una playa. Hablamos y decidimos escalar las rocas y pasar a otra playa, [diría yo que se trata de la playa de Lapamán]. De repente, cuando estoy en lo alto de la roca emprendo el vuelo: con ligereza y suavidad. Ahí quedó la cosa. Pasó la mañana y regreso a comer. Me encuentro en el buzón con que ha llegado el facsímil de Platero y yo.  Abro el pequeño paquete y trato de ver algún tipo de conexión entre el libro y el sueño. Pronto me olvido de esas y otras investigaciones o derivadas. "Platero es pequeño, peludo, suave…"

+ Primera hora del viernes: hay un grupo de cinco chicos y una chica en las proximidades de mi portal. Todos visten de negro y ella lleva unos zapatos de plataforma muy caracterísiticos. En esta hora, las siete y media de la mañana, cuando todavía es noche cerrada y el día ni siquiera se prepara para abrir su ámbito, tienen un no sé qué que me traslada a un Londres de los años ochenta del siglo pasado. Un Londres que yo conozco muy bien: librescamente, a través de fragmentos de películas e imágenes televisivas, canciones o novelas. ¿Un conocimiento inferior que el recuerdo de aquél que sí estuvo allí, que lo vivió? En esta hora no interesa la respuesta, pues el grupo de jóvenes noctámbulos tiene elegancia y presencia, una suerte de eternidad, de eternidad falsa: la primera hora del día los disolverá en la masa anodina. Ahora son un recuerdo en el paisaje, una oración a los dioses de la temprana ebriedad, un suspiro, una imagen que me acompañó durante unos minutos, una hora a lo sumo. Ahí está su grandeza: su fugacidad.

+ Imagen. Una escultura, parte de un grupo escultórico: en el centro de la narración estaba el Minotauro. Otros laberintos a la orilla del río, que discurre hacia su desembocadura indiferente. Pronto comenzará el día, pero el estatismo de las esculturas es una metáfora por establecer en nuestro discurso. Patente, sin heridas, ataraxia.