sábado, 4 de octubre de 2014
Apariencia y enseñanza
+ Alguien dice: "Una seda fina no es apropiada para envolver el manuscrito, porque se deteriora fácilmente". A lo que Toma [poeta amigo de Kenko, monje Yodo, que murió en 1372] añade: "Es precisamente cuando la cubierta de seda se ha deshilachado por arriba y por abajo, y cuando el nácar se ha desprendido del rollo, cuando se puede decir que un pergamino es bello". [82, Ocurrencias de un ocioso, Kenko Yodhida].
+ Los vimos en la calle, contrapuestos y extraños. Sus figuras son disimiles y complementarias. Ahí está el centro, en su asimetría. Le pregunta si tiene humor, humor negro. ¿Todo enunciado implica dos lecturas? En este caso no era posible establecer un contexto, ya que lo oído se desvanecía. Las historias de la provincia suelen tener un poso moral, una enseñanza, una moraleja. Tratar de desvelarlas es un error, pues la solución envenena la alegría. Qué lejos queda todo, qué transición hacia el olvido. Las tempranas estrellas de septiembre se detienen por un momento y se adivina la enseñanza, pero no se desvela.
+ 'Jaguar': Hay automóviles que tienen espíritu. Las palabras solidas se unen a los objetos sólidos, se adivina en el resplandor de la mañana. Lo vi llegar despacio, con seguridad y con el brillo de lo caro, fue el miércoles. Era un Jaguar verde, con el metal como estaño brillante, con edad pero con apresto. Los asientos eran de un marrón casi rojo y el volante de azabache o laca o ébano bruñido. El conductor me pareció elegantísimo y cuando se dirigió a mí me hizo suponer mundos plenos de buen gusto y de dinero bien gastado, sin mucho alarde: culto, preocupado por su atuendo sin caer en lo obvio y llamativo, dedicado a vinos caros y escasos o a el estudio de una geometría de los instrumentos musicales, quizá una ebanistería en los ratos de ocio, quizá maquetas de veleros y una profesión relacionada con las antigüedades o una cátedra de filología. Le indiqué la dirección que me solicitó. Vi como se aleja, como hacía la glorieta y como, en sentido contrario, regresaba. Aparcó, bajó del coche y se dirigió hacia mí, una vez más. Era otra persona ya. Aquella pátina había desaparecido. El traje beis le quedaba grande y la corbata era vieja y de mala calidad, llevaba un sombrero de piel negra, muy baqueteado. Su sonrisa era vulgar y sus ojos inquietos y pequeños. Se había desvanecido el sueño y el coche yacía aparcado junto a dos utilitarios. Un coche más. Enseñanza: rechazar todo aquel brillo que no proviene del interior. Se puede mejorar: rechazar todo brillo.
+ Las paredes están pintadas de gris, un esmalte antiguo y cristalizado. Es un largo pasillo, sobre él, la luz de la mañana arroja abstracciones y figuras: como las nubes, admiten una interpretación más próxima a la sugerencia que a su propia naturaleza: lo casual sin interpretaciones, un vacío, o ni eso. La decepción se parece a esas imágenes, el fracaso es interior, es una construcción a la que se le da un valor del que carece. El error se hace firme, pero siempre es posible alejarse de él y establecer una dirección nueva. Las seis menos diez de la mañana contienen todo lo esperado: la respiración acompasada y la tranquilidad. El silencio eleva el momento y establece olvidos y jerarquías.
+ He vuelto a ver a los cuervos sobre la ría. Se recortan contra un cielo de comienzos de octubre: limpio y exacto. Se elevan como si contuviesen un mensaje, como los cuervos de Odin que atesoran lo visto y lo oído para luego ser relatado. Su figura me hace sentir una conexión que tiene más de medicina que de divagación. Su presencia me acompaña durante todo el día. A esto se debería unir una cierta querencia por lo efímero, lo incompleto, lo fraccionario. Se pone en duda el aliento racional y una aleatoria vacuidad retorna.
+ Imagen [azulejos verdes en Vilanova de Cerveira a medio día, como la caligrafía, como la pintura que se ha engrandecido con el paso del tiempo].
