sábado, 20 de septiembre de 2014
La experiencia de lo cotidiano (III)
+ El calor, la humedad, el final del verano. Los días se han acortado, la luz es tangencial, el viento llega del mar con el anuncio del otoño, del invierno. Me detengo y pienso en cómo se dispersan las bibliotecas a la muerte de su propietario. Cómo los libros se esparcen: substracciones, regalos, ventas al peso. La conexión que se estable con el final del verano se sumerge en agua helada. Las bibliotecas y su metafórica existencia. Ver los libros atesorados a lo largo de una vida es una metáfora. En realidad se podría prescindir de la mayoría de ellos, pero hay en el coleccionista una necesidad de afirmar su existencia, dotarla de ornamentos elegantes y solidos, la elevación de la biografía. Lo sabemos: otorga seguridad y da sentido a lo que no lo tiene: la vida. La colección es una territorio seguro e impenetrable, nunca se debe olvidar, no hay lugar para la duda. Mientras camino, los perfiles de la costa parecen eternos, el tiempo se comprime entre paréntesis: el inicio y el fin.
+ La lectura se demora. Sobre Nietzsche en el libro de Rüdiger Safranski: Nietzsche, biografía de su pensamiento. De alguna manera lo sabía, pero leerlo me ha confirmado ciertas ideas, se han ordenado en un sentido nuevo, pero un tanto inestable. En resumen, el alejamiento de Nietzsche de Wagner comenzó cuando se dio cuenta de que había una suerte de marketing en todo lo que rodeaba a Bayreuth. Que todo el proyecto wagneriano no era posible sin el concurso de los burgueses, que él despreciaba por entender que veían en el arte entretenimiento y poco más, nada más. El entretenimiento. ¿Es posible lo artístico en el sentido que Nietzsche quería sin el ese punto comercial, tan incluido en el núcleo de toda obra con repercusión en su actualidad? Resulta complejo aunar una cosa y la otra, por no decir imposible si lo que se busca es esa trascendencia a la vida cotidiana: plana y poco ligera. El poder del rapto, la desintegración en el monstruo, el olvidado salvaje que nos habita. El ensimismarse en el aspecto religioso y litúrgico puede resultar paralizante para el artista, pero quizá no haya nada que merezca la pena sin esa visión del poseso. La visión es lo que diferencia lo auténtico de lo fingido, podríamos pensar, lo que se aleja de lo netamente comercial. Los niveles los establece el creador mediante sus elecciones. No hay nada más allá de esa visión, tal vez, en un sentido profundo de la vida y su aspecto creativo y ciego. Pero no importa, ahora no importa, el día se hace transparente y esas disquisiciones se diluyen ante la fuerza que ofrece el paisaje, su aleatoria combinatoria. Una existencia artística es una aspiración cargada de soberbia, pero es ahí donde se puede alcanzar una cierta inmortalidad: la inmortalidad del minuto, del segundo.
+ No realices ningún acto al azar, ni de otra manera que de acuerdo con un principio que perfecciones el arte. [Meditaciones, Marco Aurelio]
+ Los coches se desplazan rápidos por la autovía, su trayectoria es un relámpago en la mañana. Un corte en la silenciosa estabilidad. Contrasta con el aplicado esfuerzo de las garzas, con el vuelo de los patos hacia el otro margen de la ría, el temblor de gaviota que se zambulle en el agua oscura y fría. Las mujeres se dirigen a su trabajo. Un trabajo duro. Las mariscadoras son siluetas en la bajamar, esforzadas y silenciosas. Los coches parecen ajenos a todo ello. Yo camino y mi visión es el testigo de una realidad satisfactoria, donde todo está terminado. Hay algo japonés en ello, de láminas vistas en exposiones, en catálogos, en el silencio de la habitación poco antes de dormir. El estatismo propio de una tabla flamenca, por otro lado. Entre el costumbrismo y una pintura caligráfica, se eleva la mañana. No hay necesidad de óleos ni fotografías, recapacito. La imagen es en sí misma la finalidad: los veloces coches, el trabajo esforzado, los pájaros, la nubosidad, los arenales, los perfiles y las aristas del paisaje. A lo lejos, los pueblos desarrollan su actividad: en armonía con la estaciones y sus ritmos. Ha comenzado el curso escolar, los veraneantes se han ido, la rutina recupera su patria hurtada. El tono de la mañana no es opaco, pero los conductores no lo pueden percibir, sus afanes imposibilitan la visión.
+ O curas hominum! O quantum / est in rebus inane! [Filología y vida, Luis Alberto de Cuenca, una cita que, más o menos, se podría traducir por: qué inútiles resultan las preocupaciones de lo hombres].
+ Todas las mañanas, antes de coger el coche para ir a trabajar, me concedo diez minutos para la lectura. Como una medicina, el día comienza más acorde con lo fundamental que con lo accesorio. Es bueno recordarlo. Desde hace dos semanas, leo, fragmentariamente, a Kenko Yoshida. Lo poético es una ámbito abierto, pero que requiere esfuerzo e intensidad. K. Yoshida es una gran ayuda. Por ejemplo: "Habrá cosas que son indispensables para la vida diaria, pero, fuera de ellas, es mejor no poseer nada". Anteriormente, daba un consejo a todo aquel que desee ser rico: "no pienses nunca que vas a morir, nunca". En el viaje de ida, en el viaje de regreso, pienso en las dos sentencia y trato de establecer un puente entre ellas. Ese vacío que se prentende salvar no se describe con palabras, en ese vacío la luz para los afanes diarios resplandece. Luego, los afanes se ahogan, se difuminan. Cae la noche.
+ Imagen: cableado y efectos de guitarra, es lo cotidiano en su durmiente espera.
