sábado, 21 de junio de 2014

La experiencia de lo contidiano (I)



 

+ "Un caserón desconocido y oscuro (sólo había luz en el comedor) significa más para un niño que un país ignorado para un viajero". Borges, El informe de Brodie: El encuentro.


+  Fernando Pessoa: Ortónimo e Heterónimos, Porto Editora. Apenas es un volumen, porque es más folleto que libro. Un dibujo transparente, en un papel transparente, algo caligráfico y escolar. Destinado al ámbito del bachillerato, es una guía de lectura adecuada, precisa y ajustadas a su propósito. Compré el libro en Aveiro, la Venecia Portuguesa, como anuncian algunos folletos turísticos. Yo creo que esto último es inexacto en todo punto: la única semejanza con Venecia son unos canales, pero su encanto es otro y es esto lo que debe ser subrayado. Recuerdo una excursión en coche hasta Figuera da Foz, en particular el regreso por una carretera entre las playas y los pinares. Algo de todo aquello ha quedado posado en el libro [me doy cuenta cuando lo abro y la sucinta biografía de Pessoa despliega en sí el asombro de una vida que es más novela o página de la literatura universal que vida en sí y sin otro aderezo: siempre sucede lo mismo]. Una manera intencionada condiciona la lectura. Parecíamos perdidos en aquella carretera, pero un viejo mapa nos ayudó a encontrar el camino de regreso. Era el efecto del paisaje y del idioma, si uno se deja contaminar encuentra vías de penetración: nadie conoce esa magia del paisaje, que en un momento se transforma en realidad, una realidad construida y elegida. Nuestro hotel era el hotel Venecia y sus habitaciones y pasillos tenían esa impronta. Puedo volver a ver el libro sobre Pessoa en la mesilla de noche, la incandescencia de la lámpara y los ovos moles. Un dulzor antiguo, la prosa y el verso, la escueta biografía de Pessoa: breve pero suficiente [ay la literatura]. Hoy la vuelvo a repasar. La oscilación entre el verso y la bebida, las cartas comerciales, el amor y la incertidumbre, el inglés y el portugués, hoy gloria nacional, anteayer un errante naufrago de tabernas y versos, teosofías y adivinaciones, los espíritus y la comunicación con el más allá. El poeta es un fingidor, puedo recordar, quizá lo recuerde en demasiadas ocasiones, conexiones con el interior del principio rector del poeta: la ficción que enmascara la vida: la vida como teatro y como representación. Volver al libro y establecer las pautas significativas de un modo escolar es muy reconfortante: en estas tardes calurosas del final de la primavera, mientras  suena Shostakovich: una  arqueología necesaria, los cimientos de la persona que hoy transforma el escenario en posibilidad. Así, vuelvo a Pessoa, sin mayor intención que otro personaje en el que vivir: bastará con colocarse ese sombrero de funeral comprado en Camden Town y continuar con la redacción de esta entrada: mis fingidos heterónimos.