sábado, 10 de mayo de 2025

Soledad, serenidad y silencio


 

+ El título lo tomo de un fragmento de los Tratados de armonía de Antonio Colinas. El ámbito de aplicación es muy preciso: la situación por la que atravieso, cambios y giros de la narración de lo cotidiano. La soledad tiene su reflejo en la lectura, la serenidad es un ejercicio diario y el silencio me reconforta. Un momento de reflexión, un momento de paz, un momento de distancia. Esa distancia que llegan a imponer los gatos: solo cuando yo quiera.


+ Lo paradójico me acecha y yo lo recibo con gusto. Lo paradójico se muestra como una vara de medir. Así, se establece un código útil para clasificar aquello que se nos muestra sorprendentemente. Una casa que se desarma y se arma, extrañamente, en la sala de un museo, una pieza musical que se basa en la alternancia aleatoria de sonidos de síntesis, el alejamiento de lo humano. Mil cosas más, cien razones menos. Percibo esta presencia en las declaraciones de los políticos, en las conversaciones de bar, en la hora del café. La paradoja cerca al camarero, al ingeniero y al mendigo, al abogado, al juez y al conserje. Paisajes urbanos que se deslizan por la palma de la mano. La soledad del momento, paradójicamente, no es silencio, pero sí serenidad.


+  [El silencio y el vacío]: pienso en paisajes, paisajes de montaña, lo grandioso frente a lo minúsculo, no es silencio: es la voz de la montaña que se manifiesta cuando el viento atraviesa su perfil, se recorta un pensamiento contra el momento, el momento es vacío y silencio, no tengo tiempo, me digo, es cierto, pero el tiempo se ha detenido, recuerdo la montaña, la imposibilidad de alcanzar la cima, llueve muy finamente, las piedras se cubren de un limo que no es limo sino agua, una fina película de agua, una capa de agua que recubre mi ropa de senderista, el silencio: lo recuerdo: la cianosis se manifiesta en los labios de mi padre, el azul de la intermitencia, el azul que anuncia la muerte, salimos de allí con bien, pero quedó esa arista punzante: el silencio, el vacío, la muerte, un vaso con agua, el placer de beber se opone a la extinción, nada más sencillo, nada más humilde, aquí reside el tiempo, el paisaje, los brezos, la uces, el ciervo que huele el peligro, las vacas que buscan los pastos más frescos en la altura de la  montaña. Hace ya diez años de aquello y todavía está presente, todavía palpita al anochecer, poco antes de dormir.


+ Si de algún lugar llega un alegato a favor de la razón, es un alegato interesado por los caprichos de un caprichoso. Observarlo es penetrar en una conciencia de los sentidos, como si hubiese un programa, unos valores o una justicia que se impone a los vaivenes de lo inexplicable. Sin embargo, para llegar a donde ha llegado se ha visto obligado a conspirar, a establecer un proyecto de influencias y contrapesos. No se trata de racionalidad (?), sino de cumplir una voluntad caprichosa, algo que se opone a lo que predica. ¿Tiene poder? Sí, y esto de le da, aparentemente, valor a sus palabras. Aparentemente, porque solo son quincalla.


+ ¿La verdad de la vida? […] Solo tenemos el presente, lo demás resulta mezquino, aunque necesario.


+ Imagen: cielo.