+ Un vídeo, largo, sobre cuestiones ecdóticas me hace pensar en los titubeos con la escritura que sufrí con en la infancia y en la adolescencia. Ahora, veo en un escritor importante, en el centro del canon dieciochesco, las mismas dudas y los mismos intercambios. Entiendo que hay una línea en la escritura que resulta común a todos los que escribe y leen. El cambio de por un sinónimo, por un antónimo, un error, una aproximación a una idea, una pequeña cesura, una aclaración, por ejemplo: cambia el escritor “el ídolo” herido por elegido. Que abismo hay entre herido y elegido. El cambio otorga un punto de Vita: ¿toda herida es elección o toda elección es una herida? ¿Para todos los hombres o solo para los ídolos? ¿Qué es un ídolo? El abanico se abre como se abría hace cincuenta años: cuando yo era un niño y me ensimismaba con las redacciones escolares: Tema: La fábrica, y llega la acumulación de datos, su estructura y la elaboración de los párrafos. Poco más, La fábrica era un territorio propicio para cambios como el anterior: como espacio, como tiempo, como ancla en el devenir del día a día de los trabajos y los descansos. El vídeo se termina y me siento un poco lejano a todo ello, mi dispersión, a veces, me bendice.
+ “Elegido / ensalzado”. Otro par que nos lleva al final de los versos. Otra sugerencia, otra invitación para los devaneos de las ensoñaciones del disperso poeta sin poesía.
+ He visto algunas fotografías compuestas [la palabra se ajusta bien a su técnica] por David Hockney. Todo es una preparación. Prestamos atención a aquellos que se ha destacado sobre la realidad. El caso de D.H. es palmario. Esa manera de construir mediante teselas va más allá de lo propiamente fotográfico y lo eleva a una dimensión pictórica, que resulta, a mon avis, superior [este es otro tema]. Encuentro una reconciliación con la realidad en toda su amplitud, aunque no llegue a presentirla. Las fotos de D.H. son posibilidad y hallazgo, introspección y comunicación, pero, también, conocimiento: el desvelarse el núcleo del paisaje, el núcleo del retratado. Esto último se relaciona con su pintura, pero, creo yo, todo es una continuidad que alcanza, incluso, sus incondicionales atuendos. Más allá de la mera crítica.
+ [Metamorfosis]: “1. f. Transformación de algo en otra cosa. Sin.: transformación, transmutación, transfiguración, conversión, mudanza, cambio. 2. f. Mudanza que hace alguien o algo de un estado a otro, como de la avaricia a la liberalidad o de la pobreza a la riqueza. 3 f. Zool. Cambio que experimentan muchos animales durante su desarrollo, y que se manifiesta no solo en la variación de forma, sino también en las funciones y en el género de vida.” Copia literal [copia y pega] de la edición electrónica del diccionario de la RAE.
+ Metamorfosis: indiscutiblemente, la característica fundamental de la vida, la existencia o la realidad, es que todo es cambio. No hay modulación posible. La transición evita que el cambio sea evidente. Cuando todo parece en calma, bajo la superficie espejada, el cambio opera. Cuando estamos ya no estamos, el presente resulta inaprensible y, por lo tanto, el cambio no tiene esa presencia que nos daría la certeza que el movimiento es la razón de la vida. He asistido a unas muertes en estos días, unas más cercanas, otras más lejanas, algunas englobadas dentro de mi irredento culturalismo, y en todas ellas he visto este reflejo, que no por conocido, llegaba a su plena asunción. Ahora he dado otro paso y el cambio es metamorfosis: en su literalidad: lo que va más allá de la forma. La forma diluida por el cambio, que solo se puede concebir como un ideal. Lo sublime y lo pasajero, lo nuclear y lo accesorio, todo, absolutamente todo tiende a su desaparición. Ese vacío me arropa, detonante de tantas certezas.
+ No creo que sea conveniente leer en exceso sobre D.H. Se trata de alcanzar, de cara a la visita a su extensa exposición, un grado de desnudez. Pienso durante un momento y no estoy tan seguro. ¿Puedo ver sus paisajes sin la idea de lo sublime, sin la carga filosófica que, en su realidad, tiene? Mi duda se hace transparente y trataré de recabar algún dato, no de sus cuadros, sí de un pensamiento suyo que yo desconozco. Tanto tiempo en la alegría del color me ha hecho olvidar que bajo toda expresión hay una idea, que en ocasiones no se deja atrapar.
+ En una carpeta electrónica guardo asuntos sobre fotografía. Se atesoran en este inmaterial depósito fotos, enlaces y artículos. Pocas cosas tengo ahí, pocas veces deposito algún elemento. A veces, de tiempo en tiempo, la abro y entendiendo un porqué en su momento allí dejé el objeto, el elemento. Una colección de huellas. Las huellas y el paso del tiempo resultan equiparables. Hay ahí, también, un cambio en el que reconozco el que fui y el que soy. Sin embargo, no puedo ver el que seré, por mucho que lo intuya. Lo sé, en cierto sentido, es paradójico. Para eso está ahí la carpeta.
+ Me encuentro con una cita de Tertuliano en el El Fénix y su historia natural de Pellicer: “El fruto del ofensor es el dolor del ofendido” y me pregunto: ¿por cuantos elementos podríamos cambiar el par “ofensor” / "ofendido"?
+ Imagen: desde el tren, un lugar en la nada. Yo soy la nada, susurró.
