+ El mes de mayo se descubre entre lluvia, días soleados y tormentas. El tiempo me afecta. La lluvia me entristece y el sol me engaña, porque siempre regreso al inicio. Hoy, sábado, he dormido en exceso y lo pago. Una niebla me asola, lo intenta y no lo consigue. El café es un brebaje eterno y mágico. Cómo lo disfruto. Esa influencia de la meteorología en el estado de ánimo me intriga. Algo común, algo que se da por hecho. Bebo otro poco de café y recuerdo un café en Londres donde también vendían cámaras fotográficas, algo desconectado. Esas desconexiones son las que me perturban, la incapacidad para mantener una línea coherente. Es esta edad donde ya se sabe por experiencia que nuestra vida ha estado determinada por la inamovible configuración de nuestro carácter. Esa influencia del clima en el estado de ánimo conforma aquella configuración. Una niebla, un desmayo, la presión en las sienes, la falta de concentración. Suena, de fondo, un ruido blanco que audita este momento: la nada.
+ Los ciclos, como continuación de lo anterior: primavera, verano, otoño e invierno. El poder metafórico que los ciclos tienen. La muerte en verano es mucho más triste, decía Thomas De Quincey en algún lugar que ya no recuerdo. No lo sé. No importa mucho. Otra primavera en la que cumplir años, otra primavera que florecerá, ya, sin mis padres. He ocupado su lugar, aunque no quisiera.
+ La burocracia tiene la capacidad de poner a prueba la paciencia del más paciente. La informática o la electrónica o lo telemático ha llegado para acentuar su arquitectura de complicaciones y extraños procedimientos. Podríamos pensar que hay una posibilidad de simplificación, pero no es así. En su núcleo está lo enrevesado, anida en extraños e inescrutables laberintos. Los laberintos burocráticos se extienden hasta alcanzar la delineación del mundo. Ay, el mundo y sus vanidades.
+ Laberintos sin salida. Habla yo de los laberintos subterráneos que producen cambios que no no hemos terminado de entender y que su única explicación solo se pude obtener si comprendemos que sin aquello que no vemos el cambio no ese hubiera dado. Lo expresé lo mejor posible, pero él no me entendió. Entendió que me refería a que su destitución obedecía a maquinaciones a sus espaldas. Podría ser, pero no únicamente. La concatenación de circunstancias delataba la amplitud de las posibilidades, no únicamente la maquinación, que también. Yo comprendía que hay un punto de incomunicación que nos atraviesa a todos y hace imposible trasladar ciertas ideas. El regreso al silencio resultó punto más que necesario.
+ 1985: los Smiths en Madrid, me parece que se habla del siglo XIX. Yo también soy material del siglo XIX, ellos también. Qué lejos queda todo aquello. En una crónica donde se conmemoran los cuarenta años del concierto dicen que eran unos jóvenes “inadaptados y afectados”, [no está mal la definición: la apunto]. El Romanticismo se refleja en las canciones, en la imposibilidad de alcanzar una cierta normalidad, que una vez alcanzada no interesa y solo es aburrimiento, la letra y la música punzante, ecos de country, poetas románticos, bibliotecas y tardes de lluvia, cigarrillos y cerveza, algún estupefaciente menor y la imposibilidad de la felicidad [qué sabría yo!], todo esto, y más, estaba allí, en aquellas canciones que hablaban de puentes de hierro, noches y luces, el ansia por ser, el trabajo y el paro. El paro, eterna maldición, la ausencia de dinero, el mal del desamor, pretensiones literarias y ambiciones sin fundamento. Allí quedó todo aquello, en el siglo XIX, que algunos llaman siglo XX. 1985. Hace un siglo de todo aquello. Un siglo y medio, tal vez.
+ Un artículo sobre la burocracia con cierta parte de razón y otra, no despreciable, parte de lamento sin aceptación de la responsabilidad en el propio destino. ¿El destino? Ay, el destino y sus meandros. Las elecciones vitales arriesgadas suelen tener consecuencias indeseables y el premio de la elección es la libertad de elección misma.
+ Imagen: se repite y es un complemento de lo anterior: cielo.