sábado, 31 de mayo de 2025

Un ciclo

 



Trabajo: lo diario y la exclusión de lo inusual. Esa rutina bien marcada, tiempos y espacios. No es un reflexión, sino un bosquejo sobre el tiempo y el espacio. Tareas ingentes y elusiones que, de forma involuntaria, anulan la agenda propuesta. De siete a tres, de lunes a viernes, con sus fines de semana y sus vacaciones. Las estaciones meteorológicas siguen su curso y su discurrir no es una metáfora, sino que es la vida misma. Sentarse ante la mesa de trabajo y distribuir las tareas, un cierto margen para disponer el trabajo, la tranquilidad y la agradable rutina. Bendita rutina. Así, abomino de la estupidez impuesta de “sal de tu zona de confort”. ¿Por qué? Tanto trabajo me ha costado llegar a esta rutina que nada, casi nada, me hará que renuncie. El día acompaña, no llueve y el jueves tiene todo lo necesario para la alegría. Bendita rutina.


+ Leo algo que escribí y veo, una vez más, la persistente presencia de la idea de ciclo. El ciclo como explicación, un “eterno retorno de lo mismo”, que más que un concepto, resulta ser una herramienta de defensa. Un arma que se esgrime contra la fatalidad que algún momento se nos impuso. Los ciclos y su reflejo en lo diario, en la explicación necesaria para aprehender el sentido que nos ofrece el dios del momento, el único dios posible: por su fugacidad e inconsistencia. 


+ Imagen: el placer del café [¿es la segunda vez que inserto esta imagen?, en suspenso queda].

sábado, 24 de mayo de 2025

Laberintos, inadaptados y afectados

 


+ El mes de mayo se descubre entre lluvia, días soleados y tormentas. El tiempo me afecta. La lluvia me entristece y el sol me engaña, porque siempre regreso al inicio. Hoy, sábado, he dormido en exceso y lo pago. Una niebla me asola, lo intenta y no lo consigue. El café es un brebaje eterno y mágico. Cómo lo disfruto. Esa influencia de la meteorología en el estado de ánimo me intriga. Algo común, algo que se da por hecho. Bebo otro poco de café y recuerdo un café en Londres donde también vendían cámaras fotográficas, algo desconectado. Esas desconexiones son las que me perturban, la incapacidad para mantener una línea coherente. Es esta edad donde ya se sabe por experiencia que nuestra vida ha estado determinada por la inamovible configuración de nuestro carácter. Esa influencia del clima en el estado de ánimo conforma aquella configuración. Una niebla, un desmayo, la presión en las sienes, la falta de concentración. Suena, de fondo, un ruido blanco que audita este momento: la nada.


+ Los ciclos, como continuación de lo anterior: primavera, verano, otoño e invierno. El poder metafórico que los ciclos tienen. La muerte en verano es mucho más triste, decía Thomas De Quincey en algún lugar que ya no recuerdo. No lo sé. No importa mucho. Otra primavera en la que cumplir años, otra primavera que florecerá, ya, sin mis padres. He ocupado su lugar, aunque no quisiera.


+ La burocracia tiene la capacidad de poner a prueba la paciencia del más paciente. La informática o la electrónica o lo telemático ha llegado para acentuar su arquitectura de complicaciones y extraños procedimientos. Podríamos pensar que hay una posibilidad de simplificación, pero no es así. En su núcleo está lo enrevesado, anida en extraños e inescrutables laberintos. Los laberintos burocráticos se extienden hasta alcanzar la delineación del mundo. Ay, el mundo y sus vanidades.


+ Laberintos sin salida. Habla yo de los laberintos subterráneos que producen cambios que no no hemos terminado de entender y que su única explicación solo se pude obtener si comprendemos que sin aquello que no vemos el cambio no ese hubiera dado. Lo expresé lo mejor posible, pero él no me entendió. Entendió que me refería a que su destitución obedecía a maquinaciones a sus espaldas. Podría ser, pero no únicamente. La concatenación de circunstancias delataba la amplitud de las posibilidades, no únicamente la maquinación, que también. Yo comprendía que hay un punto de incomunicación que nos atraviesa a todos y hace imposible trasladar ciertas ideas. El regreso al silencio resultó punto más que necesario.


+ 1985: los Smiths en Madrid, me parece que se habla del siglo XIX. Yo también soy material del siglo XIX, ellos también. Qué lejos queda todo aquello. En una crónica donde se conmemoran los cuarenta años del concierto dicen que eran unos jóvenes “inadaptados y afectados”, [no está mal la definición: la apunto]. El Romanticismo se refleja en las canciones, en la imposibilidad de alcanzar una cierta normalidad, que una vez alcanzada no interesa y solo es aburrimiento, la letra y la música punzante, ecos de country, poetas románticos, bibliotecas y tardes de lluvia, cigarrillos y cerveza, algún estupefaciente menor y la imposibilidad de la felicidad [qué sabría yo!], todo esto, y más, estaba allí, en aquellas canciones que hablaban de puentes de hierro, noches y luces, el ansia por ser, el trabajo y el paro. El paro, eterna maldición, la ausencia de dinero, el mal del desamor, pretensiones literarias y ambiciones sin fundamento. Allí quedó todo aquello, en el siglo XIX, que algunos llaman siglo XX. 1985. Hace un siglo de todo aquello. Un siglo y medio, tal vez.


+ Un artículo sobre la burocracia con cierta parte de razón y otra, no despreciable, parte de lamento sin aceptación de la responsabilidad en el propio destino. ¿El destino? Ay, el destino y sus meandros. Las elecciones vitales arriesgadas suelen tener consecuencias indeseables y el premio de la elección es la libertad de elección misma. 


+ Imagen: se repite y es un complemento de lo anterior: cielo.

sábado, 17 de mayo de 2025

Locus, (- i)

 


+ Entrevistas, declaraciones, manifiestos. La identidad. El reflejo interior. Escucho con atención y guardo silencio. No entiendo. No trato de entender. Me dejo llevar y no alcanzo la costa. Un mar inmenso y la poesía es la brújula, pero la costa no la alcanzo. Palabras y oquedales, silencio y reflexión. La serenidad de la mañana de sábado en el inicio de mayo. Yo soy la primavera, decía alguien, porque nací en el mes de mayo. No llego a la costa y en el frío del océano me recojo.


+ No me parece una pérdida de tiempo escuchar conversaciones en línea sobre temas que desconozco, que no deseo penetrar en ellos. Hay una distancia, no se puede ignorar.


+ Lugar, espacio, transición, cruce, plano. Letras, tipografía, espacio.


+ Sistemas de agradecimientos que me dejan indiferente. Los observo y no puedo dejar de pensar en lo convencional y en el sentido duro que tienen, cómo los protocolos establecen salvaguardas, límites y dan una seguridad.


+ Imagen: fotos tan tratadas, fotos que desdibujan el lugar de donde proceden.

sábado, 10 de mayo de 2025

Soledad, serenidad y silencio


 

+ El título lo tomo de un fragmento de los Tratados de armonía de Antonio Colinas. El ámbito de aplicación es muy preciso: la situación por la que atravieso, cambios y giros de la narración de lo cotidiano. La soledad tiene su reflejo en la lectura, la serenidad es un ejercicio diario y el silencio me reconforta. Un momento de reflexión, un momento de paz, un momento de distancia. Esa distancia que llegan a imponer los gatos: solo cuando yo quiera.


+ Lo paradójico me acecha y yo lo recibo con gusto. Lo paradójico se muestra como una vara de medir. Así, se establece un código útil para clasificar aquello que se nos muestra sorprendentemente. Una casa que se desarma y se arma, extrañamente, en la sala de un museo, una pieza musical que se basa en la alternancia aleatoria de sonidos de síntesis, el alejamiento de lo humano. Mil cosas más, cien razones menos. Percibo esta presencia en las declaraciones de los políticos, en las conversaciones de bar, en la hora del café. La paradoja cerca al camarero, al ingeniero y al mendigo, al abogado, al juez y al conserje. Paisajes urbanos que se deslizan por la palma de la mano. La soledad del momento, paradójicamente, no es silencio, pero sí serenidad.


+  [El silencio y el vacío]: pienso en paisajes, paisajes de montaña, lo grandioso frente a lo minúsculo, no es silencio: es la voz de la montaña que se manifiesta cuando el viento atraviesa su perfil, se recorta un pensamiento contra el momento, el momento es vacío y silencio, no tengo tiempo, me digo, es cierto, pero el tiempo se ha detenido, recuerdo la montaña, la imposibilidad de alcanzar la cima, llueve muy finamente, las piedras se cubren de un limo que no es limo sino agua, una fina película de agua, una capa de agua que recubre mi ropa de senderista, el silencio: lo recuerdo: la cianosis se manifiesta en los labios de mi padre, el azul de la intermitencia, el azul que anuncia la muerte, salimos de allí con bien, pero quedó esa arista punzante: el silencio, el vacío, la muerte, un vaso con agua, el placer de beber se opone a la extinción, nada más sencillo, nada más humilde, aquí reside el tiempo, el paisaje, los brezos, la uces, el ciervo que huele el peligro, las vacas que buscan los pastos más frescos en la altura de la  montaña. Hace ya diez años de aquello y todavía está presente, todavía palpita al anochecer, poco antes de dormir.


+ Si de algún lugar llega un alegato a favor de la razón, es un alegato interesado por los caprichos de un caprichoso. Observarlo es penetrar en una conciencia de los sentidos, como si hubiese un programa, unos valores o una justicia que se impone a los vaivenes de lo inexplicable. Sin embargo, para llegar a donde ha llegado se ha visto obligado a conspirar, a establecer un proyecto de influencias y contrapesos. No se trata de racionalidad (?), sino de cumplir una voluntad caprichosa, algo que se opone a lo que predica. ¿Tiene poder? Sí, y esto de le da, aparentemente, valor a sus palabras. Aparentemente, porque solo son quincalla.


+ ¿La verdad de la vida? […] Solo tenemos el presente, lo demás resulta mezquino, aunque necesario.


+ Imagen: cielo.

sábado, 3 de mayo de 2025

Metamorfosis

 


+ Un vídeo, largo, sobre cuestiones ecdóticas me hace pensar en los titubeos con la escritura que sufrí con en la infancia y en la adolescencia. Ahora, veo en un escritor importante, en el centro del canon dieciochesco, las mismas dudas y los mismos intercambios. Entiendo que hay una línea en la escritura que resulta común a todos los que escribe y leen. El cambio de por un sinónimo, por un antónimo, un error, una aproximación a una idea, una pequeña cesura, una aclaración, por ejemplo: cambia el escritor “el ídolo” herido por elegido. Que abismo hay entre herido y elegido. El cambio otorga un punto de Vita: ¿toda herida es elección o toda elección es una herida? ¿Para todos los hombres o solo para los ídolos? ¿Qué es un ídolo? El abanico se abre como se abría hace cincuenta años: cuando yo era un niño y me ensimismaba con las redacciones escolares: Tema: La fábrica, y llega la acumulación de datos, su estructura y la elaboración de los párrafos. Poco más, La fábrica era un territorio propicio para cambios como el anterior: como espacio, como tiempo, como ancla en el devenir del día a día de los trabajos y los descansos. El vídeo se termina y me siento un poco lejano a todo ello, mi dispersión, a veces, me bendice.


+ “Elegido / ensalzado”. Otro par que nos lleva al final de los versos. Otra sugerencia, otra invitación para los devaneos de las ensoñaciones del disperso poeta sin poesía.


+ He visto algunas fotografías compuestas [la palabra se ajusta bien a su técnica] por David Hockney. Todo es una preparación. Prestamos atención a aquellos que se ha destacado sobre la realidad. El caso de D.H. es palmario. Esa manera de construir mediante teselas va más allá de lo propiamente fotográfico y lo eleva a una dimensión pictórica, que resulta, a mon avis, superior [este es otro tema]. Encuentro una reconciliación con la realidad en toda su amplitud, aunque no llegue a presentirla. Las fotos de D.H. son posibilidad y hallazgo, introspección y comunicación, pero, también, conocimiento: el desvelarse el núcleo del paisaje, el núcleo del retratado. Esto último se relaciona con su pintura, pero, creo yo, todo es una continuidad que alcanza, incluso, sus incondicionales atuendos. Más allá de la mera crítica.


+ [Metamorfosis]: “1. f. Transformación de algo en otra cosa. Sin.: transformación, transmutación, transfiguración, conversión, mudanza, cambio. 2. f. Mudanza que hace alguien o algo de un estado a otro, como de la avaricia a la liberalidad o de la pobreza a la riqueza. 3 f. Zool. Cambio que experimentan muchos animales durante su desarrollo, y que se manifiesta no solo en la variación de forma, sino también en las funciones y en el género de vida.” Copia literal [copia y pega] de la edición electrónica del diccionario de la RAE.


+ Metamorfosis: indiscutiblemente, la característica fundamental de la vida, la existencia o la realidad, es que todo es cambio. No hay modulación posible. La transición evita que el cambio sea evidente. Cuando todo parece en calma, bajo la superficie espejada, el cambio opera. Cuando estamos ya no estamos, el presente resulta inaprensible y, por lo tanto, el cambio no tiene esa presencia que nos daría la certeza que el movimiento es la razón de la vida. He asistido a unas muertes en estos días, unas más cercanas, otras más lejanas, algunas englobadas dentro de mi irredento culturalismo, y en todas ellas he visto este reflejo, que no por conocido, llegaba a su plena asunción. Ahora he dado otro paso y el cambio es metamorfosis: en su literalidad: lo que va más allá de la forma. La forma diluida por el cambio, que solo se puede concebir como un ideal. Lo sublime y lo pasajero, lo nuclear y lo accesorio, todo, absolutamente todo tiende a su desaparición. Ese vacío me arropa, detonante de tantas certezas.


+ No creo que sea conveniente leer en exceso sobre D.H. Se trata de alcanzar, de cara a la visita a su extensa exposición, un grado de desnudez. Pienso durante un momento y no estoy tan seguro. ¿Puedo ver sus paisajes sin la idea de lo sublime, sin la carga filosófica que, en su realidad, tiene? Mi duda se hace transparente y trataré de recabar algún dato, no de sus cuadros, sí de un pensamiento suyo que yo desconozco. Tanto tiempo en la alegría del color me ha hecho olvidar que bajo toda expresión hay una idea, que en ocasiones no se deja atrapar. 


+ En una carpeta electrónica guardo asuntos sobre fotografía. Se atesoran en este inmaterial depósito fotos, enlaces y artículos. Pocas cosas tengo ahí, pocas veces deposito algún elemento. A veces, de tiempo en tiempo, la abro y entendiendo un porqué en su momento allí dejé el objeto, el elemento. Una colección de huellas. Las huellas y el paso del tiempo resultan equiparables. Hay ahí, también, un cambio en el que reconozco el que fui y el que soy. Sin embargo, no puedo ver el que seré, por mucho que lo intuya. Lo sé, en cierto sentido, es paradójico. Para eso está ahí la carpeta.


+ Me encuentro con una cita de Tertuliano en el El Fénix y su historia natural de Pellicer: “El fruto del ofensor es el dolor del ofendido” y me pregunto:  ¿por cuantos elementos podríamos cambiar el  par “ofensor” / "ofendido"?


+ Imagen: desde el tren, un lugar en la nada. Yo soy la nada, susurró.