+ “... tocando / el triste tiempo…”, fragmento que tomo del autógrafo de La dama boba [Lope, 1613].
+ Tras la muerte hay un ritual de limpieza en donde las pertenencias del difunto pasan a otras manos. La disgregación de los objetos es un tránsito más hacia el olvido. Una vez muerto, poco importa. Cuando uno está vivo piensa en ello y esa reflexión marca una distancia. Una distancia necesaria. Todo lo que poseemos es materia de mercadillo, todo lo nuestro desemboca en el rastro. Nada queda. Así, nuestro recuerdo se desvanecerá. Parece que algunos perduran, los reyes, por ejemplo, pero también ellos se verán disueltos en la nada. Esa disolución, tan clara en las posesiones, se opone al presente, que realmente es lo único que tenemos porque es él, el presente, quien nos tiene a nosotros.
+ Regalé dos guitarras. Me quedan otras dos. Seguirán el mismo camino. Cuatro guitarras, un olvido. Poco más.
+ Otros tiempos que no regresarán. Ha pasado. Leí poemas que nada me decían y, años atrás, me habían sorprendido: he envejecido y una extraña claridad lo invade todo. ¿Cinismo, nihilismo, la luz que traspasa el cristal? Sin preguntas, sin respuestas.
+ He comprado La dama boba por apenas dos euros cincuenta. No esconde ningún mensaje, sino un proyecto: el ahorro permanente.
+ Imagen: una simetría que alberga una leve ruptura.
