+ Domingo por la mañana. Temporal. Lluvia y viento. Uno de los gatos está enfermo. Llueve contra los cristales. En la cama leo. No hay lugar mejor para leer, me digo. Calle de sentido único. Sobre los sellos: recuerdo los sellos y sé que es algo muy antiguo, profundo, lineal en la línea del tiempo que se desvanece. Un mundo en el que viví y se ha desvanecido. Las cartas. Pienso en las cartas que duermen sin abrirse. Huyo de esa pasividad que la postración lectora me otorga, la lectura es mucho más que un complemento o un ornamento. Los sellos son parte del pasado, una ayuda para recordar lo que fue y como este presente también se tornará en materia para reconstruir. No hay otra. Llueve contra los cristales. “Lo muerto” habita entre lo vivo.
+ Ayer, C. y yo fuimos a Vigo. Paseos y café en cafeterías de otro tiempo, de otro mundo que persiste en su empeño para no desaparecer. Tiendas de ropa y la gran librería de lo previsible. Caminamos y recordamos la crueldad del Holocausto con una historia que no voy a repetir de tanta pena que produce. Entramos en una zapatería y me puse a ver un producto para la limpieza de los zapatos. Dije yo que me extraña aquella palabra en italiano: usura. Una mujer me dijo: déjame ver. Le alcancé la caja y me dijo que en español es desgaste. Siguió con lo suyo: probar unas Adidas Samba blancas con las bandas negras. Yo dejé la caja en su sito y salimos de la zapatería. Busqué en el diccionario de la RAE usura y, efectivamente, en español tiene este significado, fuera del muy conocido. “4. f. Deterioro o desgaste. Mostraba las huellas de la usura del tiempo.” Con lo último me quedé y todo ello me pareció especialmente significativo. ¿Los sellos, el correo postal, el correo electrónico? El tiempo es un usurero, claro: al final se cobra la deuda con unos intereses inasumibles. El desgaste.
+ Duplicidad, espejo, simetría. Llueve con mucha fuerza y el viento es intenso. La simetría en las relaciones es una condición necesaria en la amistad, pienso. Sin embargo, no se trata de duplicidad. Un espejo es otra cosa, el espejo es lo complementario. Me refugio en lo geométrico. La geometría como cámara hermética, lo estanco y lo seguro. Llueve y hace viento.
+ Escucho música barroca y trabajo. El trabajo, el viento, la música. El martes se desvanece. Creo haber leído unos poemas, pero no recordarlos. La transición entre la mañana y la tarde resulta fluida. La escritura causa fatiga, hastío, un extraño aburrimiento. Continúo en la senda marcada por la determinación. Ahora suena una guitarra, con ese preciso pulso que invita al baile, un baile vespertino, evaporado, sin pareja. La música y el trabajo, qué combinación. No leeré más.
+ Venus es el Lucero del alba. Durante muchos siglos se pensó que el astro que brillaba en el cielo al anochecer era distinto al que se ve al amanecer. La misma cosa es, pero la percepción turbaba el juicio. ¿Hasta dónde se puede aplicar esta confusión? Como un koan, se recoge la pregunta sobre sí misma.
+ Alguien decía que la guitarra era una orquesta portátil. Sin llegar a lo portable, esta condición la comparte con el piano. Escucho atentamente y entiendo ese gusto que yo tengo por el instrumento, un placer que disfruto en profundidad. Me trae paisajes, vividos, imaginados y soñados. Que han llegado mediante el cine o la lectura, mediante sugerencias que he ido seleccionando a lo largo del tiempo. Así, recuerdo llegar en mi viejo coche a Ávila y encontrar en el sonido de una melancólica guitarra en reproductor del coche una nota de conexión con el paisaje, con Castilla, con lo leído y lo olvidado. Aquellos campos eran como el mar, mi coche como una pequeña barquita a motor, un motor de un solo pistón. Ahora, escucho a David Russell interpretar algo del XIX. Lo recojo y lo analizo sin mucho éxito y me dejo llevar por su presencia. Era algo, algo de Fernando Sor. Pleno romanticismo, pleno fervor, pleno destierro de uno mismo. Ese rapto de los sentidos.
+ Imagen: la sala vacía me devuelve al mundo de lo postal, al mundo previo a la explosión de internet, otro mundo y el mismo mundo. La sala vacía. [En Madrid, noviembre de 2024].
