sábado, 15 de febrero de 2025

Invocaciones

 


+ Ayer, viernes, C. y yo fuimos a la Biblioteca de la Universidad de Vigo, la Biblioteca de Filología. Cada vez me cuesta más. No entiendo los límites del trabajo y su reflejo en la prosa, en la prosa misma. Me puse de malhumor. Entre bosques ascendimos a la fortaleza del saber, me digo. Nos perdimos y dimos un extraño y absurdo rodeo, por mi culpa [¿siempre tratamos de culpas?]. El tráfico se tornó insoportable y el malhumor creció. Luego, cuando salimos se allí, de aquella maraña, de aquel enjambre furioso, sonó en la radio la 4ª de Mahler. Bien. Todo regresó al carril del que nunca había debía haber salido. Sentí que el impulso del malhumor se desvanecía. Gracias, Mahler, gracias por estar ahí y emerger cuando más te necesitaba, sin invocar tu presencia más allá del tiempo.


+ Repaso algunos temas que me han interesado en los últimos tiempos [prefiero tiempo(-s) a años o meses porque tiene un punto indefinido que sobrepasa el ámbito de lo cotidiano y de lo excepcional]. Clarín y La Regenta, el determinismo, la primera filosofía, la Ilíada, la fotografía, el amplio espectro de la geografía […]. Esto ejemplos conducen a una derrota. La derrota se puede explicar, pero la fatiga que produce me desasosiega. Esperanzas vanas que, en el frío de la edad, se han aletargado y ahora el panorama parece el de un error total. Son momentos. Espacios vacíos en los días y las tareas asignadas. No puedo evadirme de la sentencia que aporta la certeza de la inteligencia y la distancia, la distancia que establezco yo. He dejado esta contabilidad y llueve, llueve con una persistencia difícil de soslayar. El mes de febrero, el café caliente, muy caliente, la penumbra de la habitación, la tenue luz que traspasa la ventana, no es luz: es un gris espeso pero con un leve brillo, los gatos duermen y su pereza es toda una lección [carentes de lenguaje, son felices o la felicidad les resulta indiferente, que, quizá, sea un grado más elevado]. Canciones de otro tiempo que se han escrito ayer mismo, permanece lo mismo, círculos que no interfieren entre sí, líneas paralelas. Se termina la mañana y no deja de llover. 


+ “Describe your style in three words: Seventies, nineties and cheap.” Lily Fontaine, Musician.  Leeds. Ok.


+ Invocar: 1. Llamar en solicitud de ayuda de manera formal o ritual. 2. Acogerse a una ley, costumbre o razón. En ambos casos, en ambas acepciones, el verbo es transitivo. ¿A quién se invoca? Al que tiene la capacidad que al invocante le falta. Invocado e invocante, caras de la misma moneda: la necesidad.


+ Regreso a Clara Schumann. Solo el piano nos salvará. ¿Otra invocación?


+ Se fracciona el día en compartimentos estancos. Cada uno de ellos es independiente del resto. No es una tarea fácil, pero, con determinación, se consigue. El trabajo, la lectura, los paseos, la escritura. Duermo y ahí hay una cápsula donde el olvido se hace necesario. Solo el sueño, solo su imagen. 


+ Mientras escribo y suena Gabriel Fauré, el café humea. Desvío mi vista y este desarrollo me parece sutil, sin costuras. Lo sobrio, lo transparente, el aleteo de lluvia contra los cristales. El piano, en sí mismo, me intriga. Me subyuga. Es un enamoramiento que viene de lejos y que no deseo racionalizar. Mientras esto escribo, pienso que ya queda poco para ir al concierto de Maria João Pires, en Madrid. ¿Se une lo uno a lo otro? Mi ánimo, en ocasiones deteriorado, se estiliza con esta promesa. Suena G. F. y regreso a la voluta que describe el humeante café. Son las ocho y cuarto de la tarde-noche y no ha dejado de llover. 


+ Imagen: un cierto recorte.