sábado, 22 de febrero de 2025

Sin indicaciones (26)

 


+ El piano: trasatlántico insumergible. El piano nos salvará, en nuestra beatífica ignorancia, que no es igual a una docta ignorancia. Sigo a la espera del concierto de M.J.P. Solo un momento, la salvación será un instante, la reverberación de la música a lo largo de los días. Ya lo he experimentado y eso buscamos, C. y yo.


+ Un porqué para la música francesa del XIX y principios del XX. El piano, una vez más. ¿Un signo o símbolo de época, que se traduce en esta época, en este hoy mismo? ¿O, tal vez, un emblema, ese trasatlántico? Ambas razones se unen y se dispersan sin solución de continuidad. Así está bien.


+ ¿Soy un ignorante o la virtud descansa en el dinero? Veo una fastuosa colección de arte y me parece tan deslavazada como carente de sentido, salvo por una cuestión representativa. Le falta un hilo narrativo o una estructura que articule la vibración que mueve a esta persona a comprar. ¿Es todo comprar? No puedo dar consejos, pero sí juzgar: no me gusta el ejercicio fallero que implica. La acumulación y el colorido no me interesan, a pesar de que haya una obra de D. H., esta desmerece en ese conjunto. Esto me lleva a reivindicarme en mi ignorancia. Qué sabré yo. Un profesor universitario tiene criterio, un periodista acreditado también, yo solo un susurro inaudible. Mi surco está para mí, ahí sembraré: un cierto cinismo. La representación del poder tiene capacidad de torcer voluntades, hacer decir al insumiso alabanzas y sacar del extremista moderación o buenos modales. Recuerdo haber visto a un poeta marginal y libérrimo acercarse y besar la mano de un registrador de la propiedad, en aquel momento no entendí, ahora sí: el tiempo no me ha desgastado, me ha afilado. El filo del cuchillo se resuelve en un arabesco de Debussy (Arabesque Nº1). 


+ La navegación diaria aporta cansancio y aburrimiento. No se puede permitir. Hay que distanciarse y reflexionar sobre ambas realidades: el cansancio y el aburrimiento. No dejan de ser procesos de depuración, sin detenerse. La determinación tiene la llave.


+ Me gusta poner el ordenador en modo máquina de escribir. ¿Qué significa esto? Desconectarlo de internet, dejar que el procesador de textos gobierne el barco y ponerlo en la posición de concentración [el texto aparece como si fuese ya la impresión final, con la hermosa calidad de la página terminada]. 


+ Juliano el Egipcio: “Id , ladrones, con presteza / A casa mas accesible, / Que aquí hay guarda irresistible: / ¿Sabéis quién es? La pobreza.” Encuentro por casualidad esta enseñanza que oscila entre la extrañeza y lo obvio, lo trillado, pero, todavía, contiene el perfume de lo raro. Juliano el Egipcio nos habla desde la antigua Roma, pero la traducción que copio es decimonónica, por lo tanto, las lecturas se expanden. Nadie lee dos veces el mismo libro, tampoco los periodos históricos reciben el mismo texto. Juliano me parece un raro en esta tarde brumosa de febrero y dejo constancia de ello.


+ Imagen: duplico la imagen, aunque la anterior era un recorte de esta. Esta presencia se relaciona con la observación, el museo y la duplicidad. Sin más, pero tampoco en menor medida.

sábado, 15 de febrero de 2025

Invocaciones

 


+ Ayer, viernes, C. y yo fuimos a la Biblioteca de la Universidad de Vigo, la Biblioteca de Filología. Cada vez me cuesta más. No entiendo los límites del trabajo y su reflejo en la prosa, en la prosa misma. Me puse de malhumor. Entre bosques ascendimos a la fortaleza del saber, me digo. Nos perdimos y dimos un extraño y absurdo rodeo, por mi culpa [¿siempre tratamos de culpas?]. El tráfico se tornó insoportable y el malhumor creció. Luego, cuando salimos se allí, de aquella maraña, de aquel enjambre furioso, sonó en la radio la 4ª de Mahler. Bien. Todo regresó al carril del que nunca había debía haber salido. Sentí que el impulso del malhumor se desvanecía. Gracias, Mahler, gracias por estar ahí y emerger cuando más te necesitaba, sin invocar tu presencia más allá del tiempo.


+ Repaso algunos temas que me han interesado en los últimos tiempos [prefiero tiempo(-s) a años o meses porque tiene un punto indefinido que sobrepasa el ámbito de lo cotidiano y de lo excepcional]. Clarín y La Regenta, el determinismo, la primera filosofía, la Ilíada, la fotografía, el amplio espectro de la geografía […]. Esto ejemplos conducen a una derrota. La derrota se puede explicar, pero la fatiga que produce me desasosiega. Esperanzas vanas que, en el frío de la edad, se han aletargado y ahora el panorama parece el de un error total. Son momentos. Espacios vacíos en los días y las tareas asignadas. No puedo evadirme de la sentencia que aporta la certeza de la inteligencia y la distancia, la distancia que establezco yo. He dejado esta contabilidad y llueve, llueve con una persistencia difícil de soslayar. El mes de febrero, el café caliente, muy caliente, la penumbra de la habitación, la tenue luz que traspasa la ventana, no es luz: es un gris espeso pero con un leve brillo, los gatos duermen y su pereza es toda una lección [carentes de lenguaje, son felices o la felicidad les resulta indiferente, que, quizá, sea un grado más elevado]. Canciones de otro tiempo que se han escrito ayer mismo, permanece lo mismo, círculos que no interfieren entre sí, líneas paralelas. Se termina la mañana y no deja de llover. 


+ “Describe your style in three words: Seventies, nineties and cheap.” Lily Fontaine, Musician.  Leeds. Ok.


+ Invocar: 1. Llamar en solicitud de ayuda de manera formal o ritual. 2. Acogerse a una ley, costumbre o razón. En ambos casos, en ambas acepciones, el verbo es transitivo. ¿A quién se invoca? Al que tiene la capacidad que al invocante le falta. Invocado e invocante, caras de la misma moneda: la necesidad.


+ Regreso a Clara Schumann. Solo el piano nos salvará. ¿Otra invocación?


+ Se fracciona el día en compartimentos estancos. Cada uno de ellos es independiente del resto. No es una tarea fácil, pero, con determinación, se consigue. El trabajo, la lectura, los paseos, la escritura. Duermo y ahí hay una cápsula donde el olvido se hace necesario. Solo el sueño, solo su imagen. 


+ Mientras escribo y suena Gabriel Fauré, el café humea. Desvío mi vista y este desarrollo me parece sutil, sin costuras. Lo sobrio, lo transparente, el aleteo de lluvia contra los cristales. El piano, en sí mismo, me intriga. Me subyuga. Es un enamoramiento que viene de lejos y que no deseo racionalizar. Mientras esto escribo, pienso que ya queda poco para ir al concierto de Maria João Pires, en Madrid. ¿Se une lo uno a lo otro? Mi ánimo, en ocasiones deteriorado, se estiliza con esta promesa. Suena G. F. y regreso a la voluta que describe el humeante café. Son las ocho y cuarto de la tarde-noche y no ha dejado de llover. 


+ Imagen: un cierto recorte.

sábado, 8 de febrero de 2025

Una arqueología del yo

 


+ Cabe en la precisión de una arquitectura la libertad de la improvisación, la atracción de una extraña vía, la vía de la poesía. Los límites otorgan libertad. Una gran libertad.


+ Vuelvo a escuchar Las morillas de Jaén. Es miércoles, parece que los temporales han remitido (nunca se sabe). Ayer hable con K. Siempre está bien, un recuento, aquello de los espejos: no son duplicidades, sino complementos. La música tamiza este momento de sosiego. Los gatos están en sus camas de gatos. Todo está en calma. Tengo muchos libros a mi alcance y ahí quedan. Lo estático se impone, definitivamente.


+ “Que la Ciencia trate acerca de la Realidad implica que la Ciencia está fuera de la Realidad, puesto que trata acerca de ella.” Agustín García Calvo en Contra la realidad (192). Más adelante afirma que las ciencias son epistemologías de sí mismas. Pero no es lo que me interesa en un primer término, sino la conexión de AGC con algunos poetas. Algunos poetas que compraban drogas a escondidas sin de dejar de ser poetas. Miguel Ángel Velasco, Miel salvaje. “Esta noche / todos somos iguales en la plaza”, qué plaza sino la misma plaza de siempre, entre la adolescencia y el naufragio. “Bultos oscuros en los soportales”, a la espera de la razón que se manifestará en cada gesto. Ay, la huidas. La ciencia tiene una explicación, pero no resuelve la incógnita, porque este pliegue sobre sí misma desvela el secreto y con ello se abrasa, se carboniza. El carbón aunque tiene muchas cosas en común con el diamante, no es un diamante. Finaliza el poemas: “Te miran unos ojos / al pasar, y no saben / que en tu puño aprendo va una tregua / de sombra con la vida.”


+ En realidad solo me interesaba aquel poema, solo aquel poema, y ello se debía que era el único que entendía. Entender, qué palabra. Lo de entender tiene una compleja historia. Se trata, mejor dicho, que aquel era un poema con el que conectaba y se alejaba de maneras y arabescos que no tenían, para mí, sentido. Ahora abro el libro, otra vez, y la sensación es la misma. Una vez se consigue, pero dos no. Un solo poema. Más tarde. Puse el reproductor en línea y escuché su voz en la lejanía de la muerte, más allá de su propia muerte. Y surgió un milagro, vi la verdad. ¿La verdad? Una intimidad de furia y crueldad, el reflejo que ofrece la Ilíada. “Acerca de las heridas de los héroes”


+ Entender. La verdad. La estatura. El tatuaje de lo diario.


+ Leo a Walter Benjamin. Sobre la fotografía. Es un tema, un tema que colabora en el ensamblaje de la realidad y en su desmontaje. Yo creo que la fotografía está cerrada desde hace años, qué le vamos a hacer. Alguna vez me sorprende una exposición, pero ese fulgor se da porque proviene del pasado, porque, a pesar de que se haya disparado en el presente, la visión es lejana y acompasada con la muerte. La muerte, de eso se trata siempre en la fotografía [como en cualquier manifestación artística]. Leo a W.B. y la sensación de finitud se ensancha, pero no quiero quedarme ahí. Una arqueología. Vuelvo a ver las fotos que aquí inserto y sé a qué responden, porque su relación con lo diarístico prevalece sobre cualquier otra intención, pero no deja de ser otra arqueología, una arqueología del yo. La lectura de W.B. me aporta un punto de vista variable, que es lo que necesito.


+ Entro en la biblioteca. Me siento. Leo algunos poemas de un joven autor y siento que ya no me gustan. Me gustaron, pero hoy no me gustan. Quizá sea yo, quizá sea la clima invernal que imprime distancia, quizá sea que en realidad los poemas no valen mucho y cuando me gustaban respondía a una sensación y no a un juicio frío [eso es lo que yo entiendo hoy]. Me levanto y la bibliotecaria habla de asuntos de herencias: una pareja que convive y no están casados, él muere y sus padres, en lugar de su pareja, heredan. Todo un tema me digo. Siempre pienso que se aburren, enfrascadas en gruesos libros y con el teléfono escondido con disimulo [no sé porqué tiene que esconder el teléfono]. Bajo las escaleras y entro en la sala de prensa. Leo dos o tres periódicos del día. Los hojeo, que no leo. Una revista de música clásica y me levanto. El día está limpio y hace frío. Pienso en las bibliotecarias, en los que pasan el día en la biblioteca, en lo que acabo de leer al vuelo. Titulares, entradillas y destacados. Poco importa. Mi discurso es el discurso de alguien que ha salido del trabajo para estirar las piernas [porque puedo] en lugar de ir a tomar café. Menos de media hora. Siento que regreso a la realidad después de haberme sumergido en un extraño sueño, el sueño de lo cotidiano paralelo. El día a día que se desarrolla sin mi presencia y al que no pertenezco. Bien.


+ Imagen: reduplicación.

sábado, 1 de febrero de 2025

La usura del tiempo

 


+  Domingo por la mañana. Temporal. Lluvia y viento. Uno de los gatos está enfermo. Llueve contra los cristales. En la cama leo. No hay lugar mejor para leer, me digo. Calle de sentido único. Sobre los sellos: recuerdo los sellos y sé que es algo muy antiguo, profundo, lineal en la línea del tiempo que se desvanece. Un mundo en el que viví y se ha desvanecido. Las cartas. Pienso en las cartas que duermen sin abrirse. Huyo de esa pasividad que la postración lectora me otorga, la lectura es mucho más que un complemento o un ornamento. Los sellos son parte del pasado, una ayuda para recordar lo que fue y como este presente también se tornará en materia para reconstruir. No hay otra. Llueve contra los cristales. “Lo muerto” habita entre lo vivo. 


+ Ayer, C. y yo fuimos a Vigo. Paseos y café en cafeterías de otro tiempo, de otro mundo que persiste en su empeño para no desaparecer. Tiendas de ropa y la gran librería de lo previsible. Caminamos y recordamos la crueldad del Holocausto con una historia que no voy a repetir de tanta pena que produce. Entramos en una zapatería y me puse a ver un producto para la limpieza de los zapatos. Dije yo que me extraña aquella palabra en italiano: usura. Una mujer me dijo: déjame ver. Le alcancé la caja y me dijo que en español es desgaste. Siguió con lo suyo: probar unas Adidas Samba blancas con las bandas negras. Yo dejé la caja en su sito y salimos de la zapatería. Busqué en el diccionario de la RAE usura y, efectivamente, en español tiene este significado, fuera del muy conocido. “4. f. Deterioro o desgaste. Mostraba las huellas de la usura del tiempo.” Con lo último me quedé y todo ello me pareció especialmente significativo. ¿Los sellos, el correo postal, el correo electrónico? El tiempo es un usurero, claro: al final se cobra la deuda con unos intereses inasumibles. El desgaste.


+ Duplicidad, espejo, simetría. Llueve con mucha fuerza y el viento es intenso. La simetría en las relaciones es una condición necesaria en la amistad, pienso. Sin embargo, no se trata de duplicidad. Un espejo es otra cosa, el espejo es lo complementario. Me refugio en lo geométrico. La geometría como cámara hermética, lo estanco y lo seguro. Llueve y hace viento.


+ Escucho música barroca y trabajo. El trabajo, el viento, la música. El martes se desvanece. Creo haber leído unos poemas, pero no recordarlos. La transición entre la mañana y la tarde resulta fluida. La escritura causa fatiga, hastío, un extraño aburrimiento. Continúo en la senda marcada por la determinación. Ahora suena una guitarra, con ese preciso pulso que invita al baile, un baile vespertino, evaporado, sin pareja. La música y el trabajo, qué combinación. No leeré más.


+ Venus es el Lucero del alba. Durante muchos siglos se pensó que el astro que brillaba en el cielo al anochecer era distinto al que se ve al amanecer. La misma cosa es, pero la percepción turbaba el juicio. ¿Hasta dónde se puede aplicar esta confusión? Como un koan, se recoge la pregunta sobre sí misma.


+ Alguien decía que la guitarra era una orquesta portátil. Sin llegar a lo portable, esta condición la comparte con el piano. Escucho atentamente y entiendo ese gusto que yo tengo por el instrumento, un placer que disfruto en profundidad. Me trae paisajes, vividos, imaginados y soñados. Que han llegado mediante el cine o la lectura, mediante sugerencias que he ido seleccionando a lo largo del tiempo. Así, recuerdo llegar en mi viejo coche a Ávila y encontrar en el sonido de una melancólica guitarra en reproductor del coche una nota de conexión con el paisaje, con Castilla, con lo leído y lo olvidado. Aquellos campos eran como el mar, mi coche como una pequeña barquita a motor, un motor de un solo pistón. Ahora, escucho a David Russell interpretar algo del XIX. Lo recojo y lo analizo sin mucho éxito y me dejo llevar por su presencia. Era algo, algo de Fernando Sor. Pleno romanticismo, pleno fervor, pleno destierro de uno mismo. Ese rapto de los sentidos.


+ Imagen: la sala vacía me devuelve al mundo de lo postal, al mundo previo a la explosión de internet, otro mundo y el mismo mundo. La sala vacía. [En Madrid, noviembre de 2024].