sábado, 21 de septiembre de 2024

Otra hoguera

 



+ Lo vano y lo sutil gobiernan, no pocas veces, el día a día. Basta que por error nos llegue un correo electrónico para constatar la estupidez de una persona, su falta de entidad, su estólida transición de la nada a la nada. Me interesa observar cómo crece en esta persona la pasión por acciones que antes le resultaban tediosas y como este crecimiento no se debe a otra cosa que a una suerte de resorte de socialización. Lo apunto y lo advierto a mi mismidad: hay principios inamovibles: las personas, fundamentalmente, no cambian, pueden mejorar, pero existe un principio rector que se mantiene a lo largo de toda su biografía. Queda el principio rector constatado cuando finalmente fallece y, al estudiar su vida, esta se explica por su misma, con la perfección que otorga el principio, el medio y el final. Lo vano se ha impuesto esta semana y no he podido hacer nada, tampoco lo he deseado. Lo dicho: acechar, estudiar, guardar silencio. El observador vierte en este espacio las notas que ha tomado. La caza se traduce en la nota misma. 


+ Un día de la semana pasada, por ensalmo, me encontré con una entrevista en donde se ponía en cuestión todo un movimiento musical que en su tiempo me interesó mucho y en el que, de alguna manera, participé. Participe, sí, como espectador y en la elección de mis atuendos. La música indie, esa suerte de cultura urbana de finales de los noventa y principios del milenio, pero también un cajón de sastre. Indagar en su génesis y en su ocaso se traduce en la investigación sobre el paso del tiempo y el camino hacia la edad madura. Siempre ha sido así, siempre será así. De la misma manera, los términos que emplean hoy los más jóvenes mañana serán materia arqueológica. Me concentro y lo dejo a un lado. Prefiero el instante. aquellos momentos resultaban gloriosos, pero no por sí mismos sino porque la juventud se estaba desvaneciendo. Todo acto de despedida aporta lírica y melancolía, resta prestancia, pero este es otro tema. Reconocí que había una gran falta de competencia musical, algo que ya percibía en su momento, pero, como dijo cierto cantante, la música es cuestión de actitud (¿y el talento?). Ya no hace falta destreza en la técnica, la tecnología ha suplido el estudio y la disciplina. Hoy por hoy, en mayor medida. Pero, cierto es, se trataba de una cuestión de actitud.


+ [Prince & The Revolution - “Raspberry Beret”]. Continúa su trabajo la melancolía. Intenta, la pobre, sin éxito, socavar los hermosos días del final de verano, cuando ya el otoño se adivina en las puestas de sol, en el oscuro y nocturno camino al trabajo [6:40 A.M.]. Me alegra el regreso a casa la canción de Prince. Hermosos días del pasado que se reflejan en las últimas horas de luz de la tarde de septiembre. El día termina, la noche reina y el coche se inunda de música y alegría. Prince, qué grande. Pronto iremos de viaje y este no es un mal presagio. No soy supersticioso, pero me gusta dejar marcas en lo diario que infundan color a las tareas diarias, a sus afanes y a sus precisos límites, los perfiles. Las definiciones vagas también me atraen por la poesía que contienen, por esa falta de apreciación que deja un gran margen a la inventiva. Atraviesa el cielo una nube, despacio y casi imperceptible en la profundidad de la noche. La canción de Prince eleva su magia entre las copas de los árboles, mañana es lunes y la vida nos sonríe. ¿Qué más pedir? La boina color fresa o frambuesa, ¿fresa o frambuesa?


+ La pregunta anterior carece de sentido y ahí radica su necesidad. Ese punto dadaísta que requieren ciertos afanes diarios, para verse contrarrestado. La insuperable modalidad que lo aleatorio ofrece. Esta es la utilidad de lo inútil.


+ He vuelto a ver a los dos actores de papel sobrevenido, en sus entallados atuendos, en sus floridas chaquetas, en sus inalcanzables tacones. Pero ahora regresaban de la playa y su brillo se había diluido. Así de frágil es la estampa que arrojamos, impermanente, deslucida en cuanto la función se termina. El teatro tiene una realidad tras el telón, en la fría humedad del camerino los rostros se enfrentan a la implacable sentencia del espejo. No son secretos para nadie, todos nos vemos en el espejo y, ay, hay momentos donde resulta imposible reconocerse. Así, así estaban aquellos dos actores del momento, en sus papeles sobrevenidos. Sin embargo, y eso me alegraba, había un rescoldo de celebración que puede hacer que prenda otra hoguera.


+ Hogueras que iluminan la travesía.


+ Imagen: La última hora del día, la primera hora del día. Hogueras.