+ La Metafísica de Aristóteles se abre con la afirmación de que “[t]odos los hombres por naturaleza desean saber.” Un amor, dice un poco más adelante, al margen de utilidad. En ello estamos y en ello descansamos. La explicación nos sirve y nos orienta, pero nuestra limitaciones nos inquietan, porque no hay posibilidad de llegar a comprender la totalidad, aunque ese anhelo estructure los placeres y los afanes de los días, con sus tareas y descansos. El deseo de saber me acompaña desde la infancia y ahora veo reflejos en recuerdos que se alejan, reflejos de mi deseo de ir un poco más allá, reflejos que han condicionado mi biografía. No alcanzo a ver el horizonte, pero sé que es el trabajo lo que me da una pequeña satisfacción, que ni es felicidad, ni alegría, sino concentración y reserva: la sospecha que aumenta y me orienta.
+ [Nostalgia]: Prefab Sprout: “Cars and Girls”
+ ¿Que hacían los otros mientras yo escuchaba la canción antes citada? “But look at us now, (Quit driving)” Quizá ahí esté la clave. La quietud, que paraliza y no permite llegar a una meta [que, para mí, siempre fue algo difuso y sin sustancia]. Así, ayer, C. y yo vimos al arquitecto y a su mujer levitar sobre el paseo marítimo de la ciudad de veraneo. Cómo han cambiado los dos. Se han afilado y se han cambiado de bando y continúan en la misma milicia. Mejor: cómo se han transformado para seguir en lo mismo. No sé a qué achacarlo, pero la transformación es manifiesta [¿una enfermedad, una infidelidad, una crisis económica?]. Atuendo y peluquería se unen para otorgar la pulcra y estudiada imagen teatral. Tan llamativa. Él: terno floreado, imposible camisa y el paso firme [aunque, más bien, se trata de una levitación]. Ella: un triunfo del blanco sobre los nocturnos entretenimientos, el pelo tan blanco, los zapatos muy blancos, la blanca falda drapeada y una nota de amarillo intenso en algún punto de su vestimenta. Quizá no amarillo sino oro. Todo el paseo los miró y ellos eran felices. Ya los habíamos visto con anterioridad y su indumentaria estaba muy estudiada para llamar la atención. Para resaltar triunfalmente. Qué importante es reconocer la teatralidad de la vida, no por su buenas o malas vibraciones, sino por alcanzar una definición que oriente en el inescrutable camino hacia la disolución. El teatro resta dramatismo a la esencia del comienzo, del medio y del final. Irremisiblemente, el tiempo pone todo en su sitio, pero mientas tanto es digno de celebración ese asumir la escena y el escenario como punto de definición y presencia. [Lo que me quedo claro es que su posición económica es excelente y la vida les sonríe / lo cual puede ser una ilusión, un error mío de apreciación porque de ellos nada sé, salvo el triunfo en la villa turística y la verdad de la sorpresa de los grises veraneantes ante tal extensión de la vida].
+ Los otros que se dibujan en el horizonte de la mañana a penas sé nada. El gozne es ese: la ignorancia, lo que me permito suponer, lo que supongo y lo que fantaseo. Un entretenimiento sin maldad, un motivo de conversación frívola, la distancia entre lo vivido y nuestras sospechas y presunciones. Aprecio gestos y maneras, pero no quiero ir más allá. Sin nombres, sin apellidos, sin direcciones. La vida como una abstracción. Sin un todo profesional que ayude a constituir una imagen, un capital simbólico. Vestir así es poder vestir así. En ese “poder” es donde está clave. Yo puedo llevar el pelo largo y esto tiene una traducción: puedo. Hay maneras de ganarse la vida que impiden esta libertad, al menos lo permanente, en la medida que algo permanece: el pelo, los tatuajes. No sé. Los otros se prestan a especulación y, ya lo he dicho, un entretenimiento inocente, fútil y efímero. Ya nada queda, tal vez la sombra de la ceniza, poco más.
+ Busco en internet el sintagma ‘la sombra de la ceniza’ y la búsqueda me arroja dos resultados: unos relatos japoneses y una novela autoeditada. No investigo. Se trata de constatar que la originalidad no existe: lo sabía ya, pero es eso: una constatación.
+ Tarde de domingo. He terminado de escribir y no esto satisfecho, pero tengo la opción de apagar la relación con el texto que está en curso y, así, apartar ese sentimiento culpable que tanto me molestaba en el pasado. Son técnicas que he construido para mi tranquilidad. ¿La felicidad es la tranquilidad o la tranquilidad es la felicidad? No lo sé, pero no tengo duda de que están íntimamente unidas. Sin cierta serenidad la felicidad o la alegría resultarían imposibles. La serenidad rige la tarde del domingo. Bach en el reproductor en línea. Todo en orden.
+ Opiniones sobre música que me gustó y hoy no me gusta, no me gusta tanto o todo ha pasado por el tamiz del tiempo. Termino por recibir una lección: la falta de estabilidad en los gusto, pero, al mismo tiempo, una competencia en el asunto o una falta de ella. Lo último impone unos límites.
+ Imagen: Sombras en la primera hora del día. Un intento de reproducir el "expresionismo" entrevisto en películas antiguas, mudas, en blanco y negro.

