+ Escucho música de guitarra flamenca y llego a la conclusión de que la mayoría de las piezas deberían recibir la etiqueta S/T (sin título). Me parece una imposición innecesaria esto del título. Pero cargamos con ello. La música se eleva con facilidad, pero también, a veces, solo es decorado y eso está bien. Música que se adapta sin dificultad a cualquier idea, casi a cualquier idea. Me centro en lo último mientras escribo. Hoy leeré otras cosas y mañana no trabajaré nada en lo que he emprendido (¿escritura de sí?). Sin título. Vale.
+ Formato biográfico: “la narración de una vida y descripción de un carácter, explicando sus constantes, evolución y y elementos determinantes.” (Antonio Sánchez Jiménez, Lope. El verso y la vida: 17) Veo aquí puntos cardinales que se deberían desarrollar, he aquí la partida desde donde iniciar el recorrido por ese yo, este yo.
+ He leído sobre pintura en esta primera hora. El domingo y el cielo despejado me inspiran. Lo bello y las bellas artes, en horizonte. Función y alejamiento, la distancia y la verdad (?). Reflexiono pausadamente: se trata de la preparación necesaria para ir a la exposición en Madrid de Tápies. El texto es el texto de Tápies (La práctica del arte) y su verdad es la que se establece entre la pintura y el pensamiento que al pintor genera, que transmite y yo, hoy, recibo. Yo soy el receptor y establezco límites, fronteras, que termino por derribar. Este entramado describe la idea del viaje hacia esta exposición. Ese es el juego. Me preparo para la visita. No es una tarea, sino un extraño placer. La límpida mañana rescata la ilusión. Son estos pequeños afanes los que cimientan lo cotidiano.
+ Por otra parte, creo haberlo dicho ya, la visita a lo de Tàpies trata de un intento de encontrarme con una parte de mi biografía, que se hunde, quizá, en la infancia y en la adolescencia. A ello debo unir el acercamiento, tras el viaje a Cádiz, al flamenco. Otro reencuentro. Quizá el balance no resulte negativo, pero la valoración queda a un lado y lo que deseo es un descripción minuciosa del paso del tiempo y de las balizas que lo acotan. Tàpies y las guitarras salvajes me ayudan a recomponer partes de la biografía, sin medias verdades, sin mentiras ocultas. No hay emboscadas, sin rendición.
+ La ociosidad: “cuchillo de la virtud y noche del entendimiento” (Lope de Vega). Pero también tiene el ocio y la pereza su parte positiva, el alejamiento de las condiciones de lo diario, esa soga que aprieta a los que nunca descansa. Pero cada persona es la que es y de ahí no se puede escapar. Solo el ocioso crece en la ociosidad, porque que al que laborioso es le espanta esa inercia o esa ausencia de inercia y dinámica. Observar la pereza otorga un punto moral que ahora no acepto: no hay mérito, tampoco culpa. Adagio que diluye todo un mundo y de ahí tenemos que emerger, nuevo y alegres. Ay, la alegría.
+ C. y yo visitamos dos ciudades romanas que, en su momento, hoy ruinas, se asomaban al mar. La primera fue Pompeya, la segunda, Baelo Claudia. Una brisa de melancolía en ambas ocasiones me invadió y, al tiempo, parecía entender yo que tras la derrota que implica toda victoria permanece un espíritu tutelar que impregna a los visitantes, a aquellos que estamos dispuestos a escuchar el rumor de la vida que ya no está. El tiempo siempre vence. Se deberá a la lectura o a la opacidad de ciertos momentos que me lleva el sueño hasta tiempos que no son los míos.
+ Imagen: aquel olvidado vacío de la pandemia. Recuperar fotos es un poco recordar lo que no llegamos a ser, aunque tampoco lo pretendimos. Un juego de espejos.