+ Los vídeos en línea me ofrecen la posibilidad, nunca ponderada en su importancia, de escuchar conciertos. Hoy he escogido uno de Carlos Trepat en A Coruña, con una guitarra Torres. Me asombra la comunicación que establece entre el interprete y la guitarra, me satisface lo que yo recojo de esa acción. El tiempo tiende a teñir de melancolía toda obra humana, las que sobreviven a los autores. Esta guitarra representa con maestría el trabajo y la perfección. La importancia de la guitarra de Torres inunda la estancia donde leo y escribo, donde, tal vez, estudio. Trato de encajar su sonido en el ámbito de mi rutina. Lo consigo. Pienso en otras guitarras, en otros interpretes. Ahí está todo, a disposición de nuestro capricho. Nunca la música fue tan accesible. Lo celebro. ¿Apocalípticos o integrados?
+ Un cierto cansancio, levedad, niebla: tal vez. Jugar con la puntuación dibuja la extravagancia propia del dilentante. Lo veo. Pasear, charlar, tomar una coca-cola. El viento de la mañana. Llueve. Humo en las montañas, también hay lluvia, espesas nubes de lluvia. El sueño aporta un espacio de espera, posterga la tarea y se encienden las luces de un mundo nuevo. No merece la pena. El cansancio de los últimos días me sumerge en la inacción, no me gusta y no sé cómo soportarlo, aunque no duela. Escucho música de guitarra, hago una pausa e intento, otra vez, leer. No puedo. Ay, la tristeza.
+ Otro concierto en línea. Rafael Riqueni. ¿Cuántas veces he escuchado este concierto, precisamente este? Como si no fuese capaz de evitar una cierta esencialidad, me centro en el desarrollo de la melodía, escucho y no soy capaz de alcanzar ese núcleo. Ahí está el misterio, algo que susurra entre los bits.
+ Vidas trágicas que habitan en el papel de mi desordenada, tampoco tan desordenada, biblioteca. Hay una ejemplaridad que me acompaña en lo diario, a la que acudo para resolver dudas y afirmaciones que escucho y necesito valorar. Las vidas de santos contaminan una suerte de entender la literatura y la vida misma, como si todo tuviese un propósito, un destino que cumplir. Y no es así. La casualidad dibuja con trazo inseguro la vida, aunque haya un poso de determinación de la que no se puede escapar nadie. Vidas en papel que muestran el camino por recorrer, con gloria o vergüenza. Lo anoto. Escribo otra frase y me olvido. La guitarra de Riqueni suena y puedo pensar en que a finales de septiembre C. y yo estaremos en Sevilla e iremos al concierto que dará en los Alcázares. Esa visión me ayuda a escapar del ejemplo de las vidas ejemplares, de su trágico destino, el que irremisiblemente se cumple in poder escapar de él: algo de esto también lo hay en la guitarra que se desangra en este momento, ahora mismo. Vale.
+ Hay ocasiones en que la unión entre genio y locura se traducen en la frivolidad del comentario o la opinión. Escucho detalles sobre la enfermedad. Sobre el genio. Todo queda en el olvido cuando escucho la guitarra. La guitarra no hace al guitarrista. Hay comunicación y silencio. La locura y el genio. La ansiedad, una vuelta atrás y el regreso a lo mismo. Cerrar círculos, también, es olvidar.
+ Imagen: escalera.
