sábado, 25 de mayo de 2024

Silencio, otra vez


+ El mes emprende su segunda mitad  y la primavera reina en los jardines. Huyo de lo esencial y me centro en la circunstancia. Camino temprano bajo el influjo de la luna. Todavía no ha amanecido y la ciudad comienza a moverse. Reflexiono sobre el hecho de contar una vida y me encuentro que todo es opinión, la estructura eleva el edificio, pero luego debe ser habitado. 


+ El motor del coche dispara mi imaginación. Lo observo mientras M. cambia la bombilla fundida. Cuántos kilómetros hemos surcado juntos. Le agradezco todo este tiempo y su aristocrática humildad, ese recogimiento. Es negro y su tiempo es otro, como también el mío navega entre el pasado y el presente. Yo aparto el tiempo y me centro en lo que de Bach suena en el reproductor. No soy yo, pero sé quién soy.


+ Debates sobre lo que es arte y lo que no es arte, cuanto todo se reduce a que lo arbitrario guía lo humano de manera incuestionable. La arbitrariedad del signo lingüístico gobierna lo humano, como la muerte condiciona toda su realidad. ¿Arte? Buena definición que establece que arte es lo que en el museo se cuelga, lo que como tal aparece en los libros de historia del arte. Lo sabemos, la etiqueta nace en el XVIII y se hace solida en el XIX, el decurso de los siglos siguientes matiza los aspectos secundarios, pero el núcleo permanece, Pronto iremos a la exposición de Tàpies en Madrid, en el Reina. Bien, comprobar los tiempos, adecuar las esperas y realzar el criterio. ¿Es el mismo pintor de mi infancia, aquel que tanto me llamó la atención? No lo sé, pero debo comprobar que el paso del tiempo afina el criterio. Vale.


+ Leo sobre el silencio en un poeta determinado, en él en concreto. El silencio lo reclama como bandera o emblema y yo lo acepto. Hoy guardo silencio (es el día mi cumpleaños). Detenidamente, leo con atención su poema sobre el petrarquista silencio de la dama, ese conjunto convencional de motivos. Lo extraño es poder leer, poder entender, crear contextos que se adaptan a nuestro presente con aquella lejana partitura. El silencio otra vez ocupa mi tiempo, mi interés retrata mi presente, mi pasado. El silencio, un espejo.


+ Imagen: Un elemento arquitectónico que no destaca especialmente, pero el paseo hacia el trabajo lo ilumina: todavía no ha amanecido y la luz viste el hormigón de una extraña apariencia, no será lo mismo durante el día. Vale. 

sábado, 18 de mayo de 2024

Sin indicaciones (21)



+ Los vídeos en línea me ofrecen la posibilidad, nunca ponderada en su importancia, de escuchar conciertos. Hoy he escogido uno de Carlos Trepat en A Coruña, con una guitarra Torres. Me asombra la comunicación que establece entre el interprete y la guitarra, me satisface lo que yo recojo de esa acción. El tiempo tiende a teñir de melancolía toda obra humana, las que sobreviven a los autores. Esta guitarra representa con maestría el trabajo y la perfección. La importancia de la guitarra de Torres inunda la estancia donde leo y escribo, donde, tal vez, estudio. Trato de encajar su sonido en el ámbito de mi rutina. Lo consigo. Pienso en otras guitarras, en otros interpretes. Ahí está todo, a disposición de nuestro capricho. Nunca la música fue tan accesible. Lo celebro. ¿Apocalípticos o integrados?


+ Un cierto cansancio, levedad, niebla: tal vez. Jugar con la puntuación dibuja la extravagancia propia del dilentante. Lo veo. Pasear, charlar, tomar una coca-cola. El viento de la mañana. Llueve. Humo en las montañas, también hay lluvia, espesas nubes de lluvia. El sueño aporta un espacio de espera, posterga la tarea y se encienden las luces de un mundo nuevo. No merece la pena. El cansancio de los últimos días me sumerge en la inacción, no me gusta y no sé cómo soportarlo, aunque no duela. Escucho música de guitarra, hago una pausa e intento, otra vez, leer. No puedo. Ay, la tristeza.


+ Otro concierto en línea. Rafael Riqueni.  ¿Cuántas veces he escuchado este concierto, precisamente este? Como si no fuese capaz de evitar una cierta esencialidad, me centro en el desarrollo de la melodía, escucho y no soy capaz de alcanzar ese núcleo. Ahí está el misterio, algo que susurra entre los bits.


+ Vidas trágicas que habitan en el papel de mi desordenada, tampoco tan desordenada, biblioteca. Hay una ejemplaridad que me acompaña en lo diario, a la que acudo para resolver dudas y afirmaciones que escucho y necesito valorar. Las vidas de santos contaminan una suerte de entender la literatura y la vida misma, como si todo tuviese un propósito, un destino que cumplir. Y no es así. La casualidad dibuja con trazo inseguro la vida, aunque haya un poso de determinación de la que no se puede escapar nadie. Vidas en papel que muestran el camino por recorrer, con gloria o vergüenza. Lo anoto. Escribo otra frase y me olvido. La guitarra de Riqueni suena y puedo pensar en que a finales de septiembre C. y yo estaremos en Sevilla e iremos al concierto que dará en los Alcázares. Esa visión me ayuda a escapar del ejemplo de las vidas ejemplares, de su trágico destino, el que irremisiblemente se cumple in poder escapar de él: algo de esto también lo hay en la guitarra que se desangra en este momento, ahora mismo. Vale.


+ Hay ocasiones en que la unión entre genio y locura se traducen en la frivolidad del comentario o la opinión. Escucho detalles sobre la enfermedad. Sobre el genio. Todo queda en el olvido cuando escucho la guitarra. La guitarra no hace al guitarrista. Hay comunicación y silencio. La locura y el genio. La ansiedad, una vuelta atrás y el regreso a lo mismo. Cerrar círculos, también, es olvidar. 


+ Imagen: escalera.

sábado, 11 de mayo de 2024

Sin indicaciones (20)


 


+ He visto dos fotos. Médicos en sus despachos. Entre las fotos media un siglo. Incluso más de un siglo. Si algo hay que destacar, sería la estilización del vestuario, el mobiliario y la papelería. El contraste entre dos realidades. Ahí está mi interés. En la cáscara, el escenario y su actualización. Es lo mínimo que ha triunfado. Un adelgazamiento de la puesta en escena de la profesión. Han desparecido los ornamentos, tanto el atuendo como en el escenario mismo. Así, ahora, el médico posa con las manos cruzadas sobre una mesa en la que apenas hay papeles, a su derecha está la pantalla, en negro, el teclado y la impresora, un teléfono blanco y el ratón. Sabemos que es médico por la bata y el titular del artículo, de no ser por estos dos datos, podría desempeñar cualquier otra profesión. No lleva fonendo y creo que es un error del fotógrafo, pues es señal inequívoca de la condición del médico. En su muñeca izquierda viste discretamente lo que se denomina un reloj inteligente. Las gafas son aéreas, livianas, casi imperceptibles (en el filo de la tecnología). Encuentro una gran disparidad con los despachos plenos de motivos vegetales, con los trajes y las corbatas, con las poses patricias, encuentro el rasgo definitorio de nuestra época: la disolución del envoltorio de la identidad. La identidad se transmuta y permanece, a pesar de los cambios indumentarios.


+ Se disuelve el dios del momento en la lectura. Se transportan los hechos al papel, la lectura no es otra cosa que un simulacro de vida, pero la vida se explica mediante ella, o, al menos, es ese el intento. Dejo los libro y me adentro en la música y el dios del momento y la oportunidad resucita.


+ Música que me acompaña y me ayuda a rememorar aquellos lugares donde C. y yo fuimos felices. Cádiz, por ejemplo.


+ Consultorios médicos. El examen de salud anual. Preguntas, extracciones de sangre, el peso y la altura, relación entre ambos. Tengo sobrepeso. No es preocupante. La mañana, tras el examen médico, resulta fluida. Las preguntas sobre el bienestar y el estado de ánimo son satisfactorias. En mi adorable vida rutinaria, los hechos y las esperas se transforman en una entrada más en la agenda. El debe y el haber.


+ No sé cómo, pero llego a Fernanda y Bernarda de Utrera. Escuchar sus voces resuelve cuestiones antiguas, un balance entre lo esencial y lo fallido. No siempre se llega, pero el intento magnifica el duende. El duende espera a la vuelta de la esquina. Algo aprendí ayer en la sala de espera del dentista. Mientras, sonaban las dos hermanas de Utrera.


+ Se funde la semana con la siguiente y, así, avanzamos hacia el viaje hacia Madrid. Evitamos esencialismos y descansamos en esa idea de viaje o desplazamiento mínimo. Una promesa cumplida. Vale.


+ Imagen: Un duplicado.

sábado, 4 de mayo de 2024

Sin título

+ Escucho música de guitarra flamenca y llego a la conclusión de que la mayoría de las piezas deberían recibir la etiqueta S/T (sin título). Me parece una imposición innecesaria esto del título. Pero cargamos con ello. La música se eleva con facilidad, pero también, a veces, solo es decorado y eso está bien. Música que se adapta sin dificultad a cualquier idea, casi a cualquier idea. Me centro en lo último mientras escribo. Hoy leeré otras cosas y mañana no trabajaré nada en lo que he emprendido (¿escritura de sí?). Sin título. Vale.


+ Formato biográfico: “la narración de una vida y descripción de un carácter, explicando sus constantes, evolución y y elementos determinantes.” (Antonio Sánchez Jiménez, Lope. El verso y la vida: 17) Veo aquí puntos cardinales que se deberían desarrollar, he aquí la partida desde donde iniciar el recorrido por ese yo, este yo.


+ He leído sobre pintura en esta primera hora. El domingo y el cielo despejado me inspiran. Lo bello y las bellas artes, en horizonte. Función y alejamiento, la distancia y la verdad (?). Reflexiono pausadamente: se trata de la preparación necesaria para ir a la exposición en Madrid de Tápies. El texto es el texto de Tápies (La práctica del arte) y su verdad es la que se establece entre la pintura y el pensamiento que al pintor genera, que transmite y yo, hoy, recibo. Yo soy el receptor y establezco límites, fronteras, que termino por derribar. Este entramado describe la idea del viaje hacia esta exposición. Ese es el juego. Me preparo para la visita. No es una tarea, sino un extraño placer. La límpida mañana rescata la ilusión. Son estos pequeños afanes los que cimientan lo cotidiano.


+ Por otra parte, creo haberlo dicho ya, la visita a lo de Tàpies trata de un intento de encontrarme con una parte de mi biografía, que se hunde, quizá, en la infancia y en la adolescencia. A ello debo unir el acercamiento, tras el viaje a Cádiz, al flamenco. Otro reencuentro. Quizá el balance no resulte negativo, pero la valoración queda a un lado y lo que deseo es un descripción minuciosa del paso del tiempo y de las balizas que lo acotan. Tàpies y las guitarras salvajes me ayudan a recomponer partes de la biografía, sin medias verdades, sin mentiras ocultas. No hay emboscadas, sin rendición.


+ La ociosidad: “cuchillo de la virtud y noche del entendimiento” (Lope de Vega). Pero también tiene el ocio y la pereza su parte positiva, el alejamiento de las condiciones de lo diario, esa soga que aprieta a los que nunca descansa. Pero cada persona es la que es y de ahí no se puede escapar. Solo el ocioso crece en la ociosidad, porque que al que laborioso es le espanta esa inercia o esa ausencia de inercia y dinámica. Observar la pereza otorga un punto moral que ahora no acepto: no hay mérito, tampoco culpa. Adagio que diluye todo un mundo y de ahí tenemos que emerger, nuevo y alegres. Ay, la alegría. 


+ C. y yo visitamos dos ciudades romanas que, en su momento, hoy ruinas, se asomaban al mar. La primera fue Pompeya, la segunda, Baelo  Claudia. Una brisa de melancolía en ambas ocasiones me invadió y, al tiempo, parecía entender yo que tras la derrota que implica toda victoria permanece un espíritu tutelar que impregna a los visitantes, a aquellos que estamos dispuestos a escuchar el rumor de la vida que ya no está. El tiempo siempre vence. Se deberá a la lectura o a la opacidad de ciertos momentos que me lleva el sueño hasta tiempos que no son los míos. 


+ Imagen: aquel olvidado vacío de la pandemia. Recuperar fotos es un poco recordar lo que no llegamos a ser, aunque tampoco lo pretendimos. Un juego de espejos.