sábado, 11 de noviembre de 2023

Agradecimiento y olvido


+ Ya han pasado casi cuatro años desde el inicio de la pandemia del Covid-19. No sé si es mucho o poco tiempo, porque esto de las mediciones, una vez que se salvan los datos objetivos, se establece en función del observador y el observador es un sujeto sometido a caprichos y vaivenes. Yo lo veo lejano y me parece que es algo que no solo me sucede a mí. El tiempo y su percepción es así. Invocamos a un dios de la oportunidad y le damos un nombre, reflejo temporal de anhelos, triunfos y fracasos. Con todo, necesitamos balizas que orienten nuestra indagación en el pasado; en este sentido valoro yo hoy la pandemia. ¿Dónde ponemos aquel desplante, aquel gesto generoso, antes o después? Pero está ahí y ahí ha perdido la extraña calidad de irrealidad que los encierros en su momento tuvieron. Todo se ha olvidado, al menos el dolor que algunos les causó. No se puede vivir sin olvido y el olvido es un rasgo de la felicidad. La pandemia fue un alto en la narración, la ruptura, la cesura necesaria. Hoy no es nada. Ni siquiera historia, por muchos que en su momento lo considerasen histórico. Ay, los adjetivos. Evito un excurso sobre lo historia y la Historia, que también se distingue en inglés. Fácil es hablar, el silencio, a mi modo de ver, resulta más elocuente. Me callo y la pandemia sigue ahí, agazapa. La cuarentena, el encierro, las reflexiones que conlleva, también.


+ La lluvia persiste. No es una maldición, pero cala en el estado de ánimo. Los gatos duermen plácidamente, han encontrado un cálido acomodo y el día y la noche, creo, les resultan propicios. Yo escribo, leo, guardo silencio y vuelvo a escribir. Es una tarea extraña. Un trabajo que en sí mismo tiene su recompensa y no es poca, pero no se traduce en dinero. El dinero es importante y se le debe tener respeto, pero no lo es todo. Leo y llego a conclusiones que luego no ven su reflejo en el papel. No importa. Se trata de crear un marco para próximas conversaciones sobre La Regenta y la novela decimonónica. Así son las conversaciones. Sin embargo, la lluvia no se detiene. Duermo plácidamente, sueño y son sueños con una solida estructura narrativa, pero no anuncian nada, hablan de que estoy en paz, que todo fluye adecuadamente, que no hay queja y solo queda agradecer. Agradecer es importante, tanto como el olvido, antes mencionado. Eso es, ahí está la clare: agradecimiento y olvido.


+ ¿Resulta significativo que en la imágenes que acompañan as entradas no aparezcan figuras humanas?


+ El sentido y el significado son parte del camino diario. La senda que recorremos hacia el trabajo, donde reflexiono sobre lo que he leído antes de dormir. Es una manera de establecer fronteras. El día y la noche, la lectura y la escritura, la palabra y el silencio. Compartimentos estancos, unas veces, y otras, no. Resulta una materia maleable. Pero no lo comunico, me lo guardo para mí. Una manera de dibujar mapas, útiles para un uso personal, pero sin necesidad de ser traducidos. Quizá fuese un buen guía; sin embargo, me fatiga. Levanto un muro de olvido. El olvido, me digo, qué palabra.


+ Imagen: Durante un momento cesa la lluvia y me paro ante el bosque, ante la carretera que se adentra en él. Pronto volverá a llover. Hoy tampoco aparece ninguna persona.