sábado, 11 de noviembre de 2017

Scroll en inglés, voluta en español; nuestro tiempo




+ Veo los teléfonos del día de hoy y los comparo con la cámaras fotográficas que ya están fuera de circulación. Cuando estos teléfonos se hayan quedado obsoletos serán poco más de una lámina, más o menos gruesa, más o menos brillante. Pero, por otro lado, las cámaras que duermen en oscuros cajones esconden una lírica que hablan de una artesanía necesaria en el olvido. Lo creo con firmeza: los teléfonos contienen esa imprecisa verdad de nuestro tiempo, su líquido fluir,  el reflejo en lugar del original. Cada objeto traza un dibujo de su tiempo, ese dibujo habla y se escucha. No son palabras, no es música, sino el rumor de lo que extingue.

+ Trenes y estaciones de tren. Como una posibilidad de escrutar lo no creíble, lo no evidente. Trenes en los que no viajamos y mientras escribimos continúan su desplazamiento. Estaciones plenas de personas camino de sus trabajo, de su ocio, el olvido y la esperanza.

+ No me reconoce, pero yo a ella sí. Creo que no me reconoce, pero no estoy seguro; quizá sí, quizá no. Paso junto a ella y miro hacia el frente, mientras, ella se fija en los perfiles de la pasarela y tira de la correa que ata a su pequeño perro: como una bolita de pelusa. Ella es la madre de alguien que fue mi amigo en la infancia. A los catorce años desapareció y nunca más lo volvía ver, ni a él ni a sus hermanos. Hace unos ocho o nueve años, mi madre me dijo que la había visto. Hablaron, pero mi madre por prudencia no le preguntó por sus hijos. Me pareció bien. Yo tampoco lo haría, yo no quiero saber nada del presente de aquel pasado. Cómo las personas se sumergen en mar de indefinición, como el tiempo va limando todas las aristas. Sigo mi camino y no tengo una idea clara. No sé cómo era su rostro, ¿lo reconocería si lo volviese a ver? Quién sabe, qué importa. La materia poética palpita en todos los actos y acciones del día, pero lo que la hace es poesía es una forma, que busca y no encuentra. Así, dormirá otro soneto que nunca escribiré, pero el materia que vestiría el armazón aquí queda.


+ El arabesco del tiempo.

+ «… para la conciencia romántica (…) el lenguaje nunca alcanza el misterio último e indescifrable de la persona individual», Gadamer. La cita queda en suspenso y me detengo en los márgenes de mi entendimiento, en la posibilidad de completar el proceso de dotar de sentido a las acciones, a las palabras y a los gestos con los que a diario me enfrento. No puedo satisfacer al ansia taxonómica que me embarga, desisto y me enfrento a la verdad: no existe posibilidad de una comprensión absoluta. Fuera luce el sol.

+ La tarde declina. En el cenit del otoño la lectura es un refugio, un escapismo. La actualidad política me aburre y me preocupa porque hay intuiciones que se van transformando en certezas, y esto no es agradable. El mensaje corto y contundente suplanta a la posibilidad de la lectura y la reflexión. El poder siempre ejerce su fuerza con determinada exactitud, en cualquier sentido. Pensar sobre como las palabras pierden su peso es una tarea necesaria. Filosofía, cultura, democracia, paz, diálogo (…), las palabras se desdibujan y ese el mensaje: una niebla de supuestas garantías y legitimidades. No soy capaz de establecer los referentes a los que se deberían de dirigir estos significantes. Una ciénaga se ha elevado desde la realidad informativa, las palabras se sumergen y su sumisión tiene un elevado coste. Me aburre, me inoportuna y regreso a los periódicos digitales, pierdo el tiempo, me enfado y pierdo la concentración. Vuelvo a la lectura y hay claridad en el fondo del camino. Como agua limpia, bebo y me remito a lo complejo, a las dificultades que me ofrecen mis tareas diarias. ¿Escapismo, repito en el silencio de mi estudio, el silencio roto por el reloj: los segundos?

+ Accidentes. Recuerdos coches retorcidos, expulsados de la vía, empotrados en una cuneta. Los coches son frágiles porque la velocidad los debilita. El impacto resuelve su geometría y arroja una masa sin forma, ya. El automóvil encierra metáforas no desarrolladas. Es la alegoría de nuestro tiempo. Hay una obsesión por desentrañar el sentido de lo ‘nuestro’ y ese sentido está ahí: un despiste y la muerte aparece, transparente y certera. Hoy es lunes y pronto cogeré el coche, nadie piensa en ello y ahí está. Como la circulación sanguínea, el tráfico alimenta la economía. Sale el sol. 


+ Imagen: un disparo sin intencio que se llena de intención al rescatar la foto del archivo. Dónde está el sentido, antes o ahora.