sábado, 19 de diciembre de 2015
Lámina de diamante, alma de diamante
+ La semana comienza con una supuesta localización en un ría gallega de la Segunda Soledad de Góngora. Resulta muy interesante conducir sin prisas junto a la ría de Vigo con esta idea en la cabeza. Se hace materia el poema y los tránsitos de las últimas semanas, de los últimos meses. Islas, piscatores, nudosas texturas, el verde profundísimo, los esteros. Ese color ocre, el viento suave de la tarde de los últimos días del otoño. Allá a lo lejos se detiene el tiempo, pero no es un asunto nuestro, ya. Sólo somos lectores, en contra tenemos el tiempo. Pero son las imágenes que se incrustan en el imaginario personal las que han de perdurar: desde ese cristal se ve la ría, su extensión, la geometría de bateas y el Puente de Rande, como resto de un tiempo que ya fue nuestro y poco a poco se olvida.
+ Una reflexión sobre la basura. Son objetos que un día tuvieron otra vida, pero ahora se amontonan en esquinas y rincones. Lugares a donde nadie mira. Casas abandonadas, cunetas, fosos. La vegetación silvestre engulle esos restos de todos los naufragios: hilos, envoltorios, llaves sin cerradura, cerraduras sin llave, la herrumbre y el gasto de las vidas, sin recompensa. La contemplación estremece, pero no es momento de detenerse. Caminar y olvidar. Quién tiene mala memoria alcanza un espejismo: la felicidad.
+ "… en el primer caso la serpiente es directamente el diablo, en el segundo es un simple vehículo del diablo…"
+ Contemplar las nubes, estudiarlas, tal vez, pastor de nubes. Es como una fuerza insondable, algo que crece tras las montañas, algo superior a ellas mismas y más antiguo. Ver esas gruesas nubes, inabarcables, trae consigo la insinuación de grandes cuadros, cuadros inteligentes y certeros. Algo más que un ornamento. Espero en una cuneta y las nubes se desplazan con rapidez, dibujan un atisbo de épica. La mitología y el recuento de versos y libros. Es tan sumamente literario. En campo abierto y los molinos de viento eléctricos diseminan el paisaje. No hay preguntas.
+ Las canciones de los Smiths no están anticuadas, pero no son ya de este tiempo. Hoy las cosas son bien distintas, se hace de noche y esas afiladas guitarras tienen un poder evocador, que me alejan de este momento. Y llueve, es una lluvia cadenciosa y rítmica. Cada anécdota es un triunfo sobre el pasado, se escuchan con atención, se ríen, ensayan y lo intentan otra vez. Son certezas que riman con la lluvia.
+ La muerte, en lo diario. Me lo cuentan, con pena. Se cayó y permaneció en el suelo durante más de veinticuatro horas, ensangrentada. ¿Cuántos años tenía? Sobrepasaba los noventa, pero no puedo determinar exactamente su edad. Vivía sola, en el interior de su madriguera, con poca luz y sin calefacción, casi no necesitaba comer, apenas dormía y su tiempo transcurría entre la ventana, la cama y una pocas compras que realizaba cada dos o tres días: un cartón de leche, pan y fruta: una manzana, un plátano, una naranja. Y la vida se iba en su sorda vibración: atenuada. Se cayó y permaneció más de un día tirada en el suelo, a nadie está dado reconstruir esa angustia. Cuando dos vecinos entraron en la casa tiritaba nerviosa. Sus piernas sin carne ensangrentadas hablaban sin palabras: la ves, un día fue una niña. La llevaron al hospital y allí murió, sus hijos no dijeron nada, la funeraria se encargó de todo. Como si no hubiese existido nunca. Una esbelta columna de humo asciende en el crematorio. Esos mundos que desaparecen con cada muerte, la vida común, el tránsito cotidiano. No volverá a la tienda, ni abrirá su buzón, tampoco estará para ver como comienza el año desde su ventana. Ni siquiera eso, las persianas están bajas.
+ Incansable, suena Sibelius.
+ Imagen: nubes.
