
+ Hospitales (2). La agonía se construye diariamente. Inconsútil. Las guardias y los turnos se agrupan en un calendario: casillas donde el moribundo ocupará un lugar. Una tarea, las horas puntas, los descansos y los fines de semana. Morir es un apunte en una agenda, pero la muerte nunca espera. Sigo caminando. Las ventanas de las habitaciones de la muerte tienen la luz prendida. ¿Quién agoniza ahora? Vuelvo a casa tarde y ese resplandor es un emblema que defiende a todos los habitantes de la ciudad. Nada es más propio del hombre libre que repensar su muerte, cada día, cada noche antes de dormir: el sueño es una imagen de la muerte. Los cromados de los hospitales vierten una rima interna, tan desagradable como higiénica.
+ Sangre. Extracción de sangre en la primera hora del día [libre]. Camino hacia el hospital, sin prisa, acogido por la música y el viento suave y fresco de la mañana. A mí lado van dos estudiantes, con sus carpetas y con sus bolsas, donde duerme el ordenador o la tableta. Subo el volumen del reproductor de Mp3. Al cruzar un esquina, un hombre de mi edad [en el final de los cuarenta] camina visiblemente ebrio. Son las 7:44. Me identifico con él, con su momento, con el caminar vacilante. El pasado emerge. La vida cotidiana no se pude despreciar, así: cada esquina esconde una máxima. Sólo hay que leer, nunca entre líneas: en su literalidad.
+ Atreverse a saltar. El trampolín arroja la estructura de la infancia, vuela sobre la tarde, se funde con el ronroneo de las olas. Café cerca del mar, el libro de Juan Ramón. Luego, en el coche, suena Marianne Faithfull. No es una frivolidad. Monedas, cuentas de cristal, unas llaves que no abren ninguna cerradura. La fe, la esperanza, la caridad. Unos niños acumulan arena cerca de las rocas, son montañas como pirámides, como prismas de avena y oro, conos de viento: el viento que los desgaja. Dónde duermen (…)
+ Inversiones: [la lectura (de Žižek: Sobre la violencia)]. Se muetra la dicotomía entre lo eterno y la finitud, lo primero es lo deseable y lo segundo la maldad. Pero esto, como todo, admite una inversión. Como es sabido, la inversión de los términos juega a nuestro favor, y la adaptamos a nuestra circunstancia, a la oportunidad, a la necesidad. Es la ocasión lo que debe establecer la (in)coherencia y su oportunidad. El poseso recupera su aspecto humano y muere en paz. Ese tránsito es el núcleo, lo que permanece en su identidad. La muerte es una herramienta. La finitud frente al egoísmo de lo eterno e inalcanzable: que lastra la elección, que deviene en esclavitud: ¿la esclavitud os hará libres?
+ Imagen: restos pizarra en una hora temprana, un mes de agosto, dos años atrás. Las minas de pizarra y su huella en el paisaje, el zarpazo de la minería, del consumo y su ultra-velocidad.