sábado, 28 de febrero de 2015
Venenos y antídotos [cotidianos]
+ [La oportunidad y la suerte, la voluntad y el talento]. Cualquier empresa humana precisa suerte, una pizca de suerte como el pan necesita la sal. Esta afirmación ha volado durante la última semana a mi alrededor. ¿Por qué uno y no el otro alcanza lo deseado por ambos, siendo los dos, en apariencia, iguales en mérito y disposición? Un periodista asciende vertiginosamente a las cimas de su profesión, un abogado y un tabernero obtienen el favor de los clientes, un músico ve cómo el público se entrega a sus canciones con pasión devota. Pero a su lado estaban otros que con méritos similares y tanta o mayor simpatía, otros que han fracasado en el intento, el mismo intento. Maquiavelo muestra que una combinación de suerte y capacidad llevan al éxito. Este éxito, continua, tiene mucho que ver en cómo la persona coincide con lo que el momento demanda. Lo que triunfa hoy mañana se considerará totalmente carente de interés. Un poco más allá: se debería estudiar la persona en conjunto y no sólo aquello que brilla, pues en las sombras se oculta una verdad, una realidad áspera de sufrimiento y derrota, la que da la medida real, por donde se comienzan a cuestionar los perfiles exactos de las figuras sobre los pedestales. Al tiempo la calderilla resuena en los bolsillos, es momento de ahorrar.
+ El locutor transmite una tristeza mineral, cada jornada. Hoy, al contrario, mostraba serenidad y alegría, una alegría contenida. Su voz se ha transformado, ha desaparecido ese cansancio que era ya característica. Suena la música y el atasco se diluye, no hay ninguna relación entre una cosa y la otra. Bach, una vez más.
+ [Batjin]: Las fronteras entre lo que es arte y no arte, literatura y no literatura, no han sido fijadas por los dioses de una vez para siempre.
+ Indagar en el método de trabajo [intelectual] ajeno es importante, pero en la distancia y sin contaminaciones, como el que contempla una manada de leones desde un coche blindado.
+ ¿Nueva York es el paisaje del mundo, el espejo donde se mira cualquier intento de modernidad? La modernidad ha muerto y el espacio se ha derogado: no hay distancia, todo vuela, todo es núcleo binario en el éter. Nueva York, reducto poético.
+ Compró el catálogo de la exposición en inglés por sentir una lejanía agradable y esclarecedora. From Revolt to Postmodernity (1962-1982). Estudia las fotos en la cama, un viernes cualquiera, más allá de las doce de la noche. Qué rápido envejece todo, se dice mientras ve aquello que un día le pareció la ultramodernidad y hoy es paleografía, dato histórico, reconstrucción y serie que aclara, el documento de la actualidad dormida para siempre en el pasado. Ve una foto de Esther Ferrer y se da cuenta de que no todo está perdido. La desnudez como texto en su marco sintáctico imprescindible, los cuerpos son el mensaje, el mensaje es su persistencia más allá de las horas: el recuerdo. Cierra el volumen y el sueño lo acoge en una muelle suavidad, fluyen transiciones y esquemas, se desvanecen.
+ [Imagen: París, cerca de la Garde du Nort. 2012. Ella trata de guardar un maniquí en su bolso, la tarea parece imposible, todavía no ha comenzado a llover, pronto se terminará septiembre. Persiste aquel viaje fugaz y su poesía llena la tarea del día].
sábado, 21 de febrero de 2015
Fragmentos
+ Voss, by Alexander McQueen. ¿Quién podría dudarlo? Alexander McQueen fue un creador único, revolucionario, lo que con demasiada frecuencia e inexactitud se denomina un genio. Un genus loci , pero a la inversa, desbocado y destructor: el Londres de comienzo del milenio y la voluntad de suicidio, la poco soportable existencia del artista, su ego y su dolor, el dolor infligido, la muerte: una vez más. En la lejanía resulta seductor, pero, quién no lo sabe, su compañía no era muy recomendable. Retomo el principio, la primera cláusula: he visto el desfile Voss en la red, esta noche: la teatralidad parte de un estadio primitivo que extrae esquirlas a la actualidad y las conecta con el pulso de lo telúrico y lo real en el momento previo a la ebullición. Lo real se multiplica y traspasa el mundo de la moda o del arte, [qué importan las etiquetas]. Es una liturgia de lo palpitante. Pero añadir palabras pervierte lo depurado, lo decantado y exacto: la mugre, la podredumbre, el gusto por la sastrería más exacta, el oficio, la droga como virtud e infierno, el sobrepeso y los cuerpos de alquiler, un Londres que nunca podremos ver ni intuir, traiciones y el dibujo afilado del reflejo en el espejo, la paredes espejadas, azules pálidos que nos harán soñar, repentinamente disueltos. Plumas de avestruz teñidas de rojo y negro, cristales para el microscopio tintados con una simulación de sangre fresca. Reflejos e introspecciones. La transformación de los cuerpos. Poco más. Sin palabras. Sin más.
+ [El café en el club de yates a las diez de la noche un día de carnaval]. Llueve intensamente y nos permiten, sin ser socios, pasar al gran salón. Las mesas están cubiertas con corazones rojos: es San Valentín, alguna está dispuesta para la cena: vasos, copas, platos, cubiertos brillantes y servilletas de un blanco inmaculado y paradójico. Fuera la lluvia ha parado. Ocupamos una mesa junto a la cristalera. Entra un hombre muy alto disfrazado de gnomo, su mujer es una bruja con escoba y sombrero cónico, el hijo semeja un personaje de cómic, o no: mi desconocimiento es grande. Hay una entrada fantástica: una ninfa que ha sobrepasado los ochenta años, en su coquetería habita la adolescente que fue: sólo es una impresión, pero me agrada. Hablamos y reímos, con fuerzas renovadas. Fuera el viento agita los mástiles de los barcos. La música ligera es realmente ligera y las conversaciones son fugaces y amortiguadas. Hay una alegría previa a la fiesta, una alegria agradable y humilde, que reconforta y añade tranquilidad. En el camino de regreso pienso en cómo ha de discurrir la fiesta, en su narración, en el punto de vista, en la anécdota que le daría estructura a un posible/imposible relato. Se cierra el episodio y nos adentramos silenciosamente en otro, uno nuevo, un descubrimiento de bares y parroquianos. Etc. La vida es una suma de fragmentos, la suma de los fragmentos no es superior a su individualidad, pero los bailes continuan sin nosotros: como siempre ha sucedido.
+ Una batalla que nos enfrenta con una parte de nosotros, la que se resiste, la que es incapaz de atravesar la fina y acuosa película de carencias y presupuestos.
+ Pronto comenzaré a trabajar con el Diario de un poeta recién casado. Será una aventura que durará, como poco, cuatro meses.
+ [Los horarios y los espacios]. Me intrigan los espacios donde se desarrolla la vida: los centros de trabajo, el hogar (el salón, la cocina, los dormitorios, los baños, los garaje, los trasteros), gimnasios o aulas, por ejemplo. Me intrigan cuando los contrapongo a lo inusual, a esos espacios donde alguien se ve sorprendido y desorientado: el tanatorio, la comisaría, la sala de hospital donde se recibe la peor noticia que se puede recibir. Esa contraposición me habla de lo que se somete al horario y lo está fuera de él. Acogidos por la rutina, cuando ésta se rompe emerge el fantasma de lo posible, lo que no había sido sospechado. Los pesos y contrapesos habituales articulan la estructura de lo cotidiano, cuando se ven desautorizados aparece el fantasma: la finitud, el término de la temporalidad: lo más preciso que se puede enunciar sobre la persona.
+ [Martes de carnaval]. ¿El carnaval es una transgresión o está enjaulado en lo que el poder permite, es una semana de irreverencia dentro de los cauces de lo aceptable y lo sensato, lo que establece lo presupuesto: carteles y pregones, en su ruptura controlada, iluminación y charangas, una partida dentro de los gastos municipales? Es bueno que el pueblo se divierta. [Y preguntaba Ferlosio: el pueblo, ¿quién ese mozo?]. Yo, mientras, paseo y veo la alegría de los niños y el transformarse de los mayores en el otro, el que aparta la máscara cotidiana. La música marca una distancia necesaria: en el Mp3: Nick Cave. Adolescentes que se tiran huevos y harina, piratas y vampiresas, las luces de colores y la baratija musical. Me veo en la lejanía y avanzo. Pienso en Fellini y en I Vitelloni: ese baile de disfraces tan triste, como tristes son todos los amaneceres tras las fiestas: la luz del día romper el hechizo y lo que se puede ver son las aristas de la realidad, todo lo que se refiere al trabajo y a la rutina, a las obligaciones, lejos ya el vapor del enamoramiento y el alcohol. Avanzo hasta llegar a la Facultad de Bellas Artes, donde entro por casualidad en la sala de exposiciones. Hay una colección de retratos del fotógrafo japonés Hiroh Kikai: Retratos de Asakusa. Se restablece la conexión, las antenas vuelven a recibir noticias del exterior. Las calles son otras, las personas son otras y la trampa del paréntesis carnavalesco me resulta indiferente. No es Batjin, no es el carnaval de la Edad Media, es el carnaval que se suelda a la mercadotecnia política. Baile de concejales en las plazas, aclamados y esculpidos por las palmadas en la espalda. Mientas los retratos de Hiroh Kikai preservan el tiempo de los muertos: los que han sido fotografiados. Fuera boquean las tristes y fungibles fotos de los teléfonos: infinitas y llenas de la sustancia de lo sociológico: síntomas. Cada muestra, cada evidencia, cada esperanza.
+ [Imagen: alguien toma notas, hace fotos de los cuadros en el musero, que viste bata y camina con segura autoridad. La marca: aquello que está fuera de foco y no necesita ser identificado. ¿Lírica?]
sábado, 14 de febrero de 2015
Sedimentos
+ "Hápax": En lexicografía o en crítica textual, voz registrada una sola vez en una lengua, en un autor o en un texto. [Drae]. [Una posibilidad: la palabra como herramienta, un uso simbólico en lo cotidiniado, como estilo o como medida].
+ Ha terminado una semana larga. [Lectura y escritura]. Se hacen sólidos ciertos presupuestos, las intenciones y el proyecto, el que se eleva por encima de todos aquéllos que se subordinan secuencialmente. Discernir y establecer una jerarquía: el objetivo. Finalmente, no deja de ser una figura que se clarifica en la niebla, que, pronto, se vuelve a sumergir en ella y todo comienza de nuevo. Hay una reticencia a hacer explícito el proyecto o la líneas maestras que guían las tareas diarias. La propia indefinición se manifiesta como marca de fábrica, la filigrana, el monograma. Niebla, suspensión entre lo aéreo y lo acuoso.
+ "En edición diferente los libros dicen cosa distinta" Juan Ramón Jiménez. Podría tomarse hoy como un lema, como una ventura para emprender un batalla ya perdida, pero no. Es algo íntimo y verdadero, que se comparte con los que uno va eligiendo para travesías y estancias. Es más, creo que la cita puede despertar un desprecio condescendiente en una generalidad abocada a las pantallas y a los sucedáneos de la vida: o no. ¿O no? La vida es siempre una elección y no se trata de respetar las elecciones sino de obviar aquellas que atentan contra nuestra conciencia estética. ¿Dicen cosas distintas? Sí, por supuesto, pero no todos se percatan de esa distinción, lo demás importa poco.
+ La tarde del domingo gira en torno de una excursión a la playas y unos refrescos en un despacho de pan, que, a su vez, es cafetería. Entretenimientos sencillos, conversaciones serenas, reflexivas, evaporadas. ¿Es un triunfo? Sin duda. Grupos que hablan y ríen, niños y ancianos, mujeres jóvenes, sus hijos, los niños que corren, periódicos, palabrerío, chistes y risas, pasteles, patatas fritas, cerveza, café, revistas, golosinas, teléfonos y, otra vez, risas. El televisor es un ornamento, nadie le presta demasiada atención: se suceden las imágenes y son un baile de luces y movimiento sin sentido. La tarde declina y los colores del mar reverdecen viejas impresiones, la luna se eleva sobre la ría, lentamente, y hay un rumor de nocturnidades acalladas. Tiendas de ropa, heladerías y taxistas en un plasmático aburrimiento. Noticias de otra realidad muy ajena a la nuestra hacen que el vértice cambie de orientación. Es agradable conducir por la costa y escuchar el Réquiem, escrutar el modo menor y esperar que la voz del presentador se extinga. Se estremece la tarde, los árboles se agitan y una muchacha cruza la carretera con despreocupada certeza: la vida es suya, es su propiedad broncínea, sin duda alguna, por un momento, por un breve momento: su juventud.
+ Venecia ha muerto. Veo en la red una colección de fotos de Venecia. Son tres fotógrafos en fin de semana, como si se hubiesen entregado a una cacería. Comentan que su viaje es literario y resume un avance en sus horizontes poéticos y fotográficos. Las fotos son buenas en algún sentido que no me interesa y creo que captan un aire lejano y palpitante, más por la casualidad de apretar el botón que por un proyecto: Venecia es tan hermosa como fúnebre, y esta alianza eleva cualquier intención. Pero hay algo que flota en torno al cadáver, tal vez moscas, tal vez mariposas negras. Es la sensación de parque temático: algo tan nuestro, del momento, en lo que participamos aunque nos opóngamos. Esta es la estampa, sumada a la felicidad obligatoria, a la relación amistosa intensa y discursiva, al impulso optimista e imparable. Venecia fue otra cosa. Venecia ha muerto. Para mí es triste, después de haber amado esta ciudad en la distancia. Hombres en bermudas, con cámaras grandísimas y muy caras, con aspecto intercambiable, así son ellos: mediana edad, futuras profesiones de fe, afines en su concepción, atrapados sin remedio en el marasmo que lleva y trae turistas como olas henchidas de los restos del naufragio. Llega un momento en el que se debe desistir. Nunca volveré a Venecia, ya que nunca estuve en Venecia.
+ En mi libro electrónico hay dos fragmentos, dos avances editoriales. Ambos tratan del padre, por casualidad, sin intención. ¿Autobiografía o novela, el anclaje en lo real o una técnica, la técnia en sí? Es un tema del momento, si es que el momento admite temáticas. El yo es yo poético o no es, [suma y sigue]. ¿Hay algo literario sin la revancha contra la temporalidad, es el discurso siempre el reflejo de una pérdida, es la muerte siempre el tema? El paso de las horas otorga cierta lucidez: vendrán otras lecturas y complicarán la visión, siempre ha sido así: una intuición, su elevación y su desmoronamiento. Las ruinas son bellas porque atesoran verdad y símbolos que ayudan a poetizar. Una herramienta más en la caja de herramientas.
+ Imagen: Hackney, 2014. Los reflejos contienen insólitos relatos, que se harán carne más tarde: en la soledad de la pantalla, antes de editar la foto. El paso de las horas en la indolencia del paseo, sin rumbo, sin artificios, en el amor solido e incorruptible. La vitrina con las botellas donde se han estampado rostros se superpone a los edificios, parece que la imagen tiene fuerza, se dispara y el resultado final esboza cuestiones propias del pasado, de aquel día en el recuerdo: el mercado de las flores, los cafés, las muchachas y sus enamorados en los cafés de moda, el cielo a punto de descargar su lluvia fría y aromomática: el Mar del Norte, el café y los pasteles o las chocolatinas, que en su envoltorio hay un corazón dorado. El amor. Allí está, el reflejo: una vez más: espejos y propuestas.
sábado, 7 de febrero de 2015
Signo y señal
+ [Los placeres] Algún sábado por la mañana cojo el coche y conduzco hasta Marín. Voy a un café cualquiera. Me dejo llevar por la música del Mp3 y, entonces, me entrego a la lectura del periódico. Es algo muy antiguo y evaporado. Se puede ver en el gesto de los que me rodean, sumergidos en sus teléfonos: el contraste es la intensidad que define el momento. La política, la literatura, lo actual, lo inactual. El tacto de las mesas, el aroma del café, el tránsito de los peatones. Hay mil placeres sencillos donde elegir, su elevación es una tarea propia y diaria. Sin gastar mucho dinero, sin gastar nada de nada, sin gastarse en el intento.
+ "Le vi muy enamorado, enamorado del amor"
+ Hay un punto medio entre el despilfarro y la tacañería. Dónde está. La tarea de cada semana. Una de ellas, nunca la única, pero sí con su importancia. Despreciar el dinero es tan insensato como rendirle culto.
+ Los espacios en los que nos desenvolvemos nos configuran. Habitaciones, cocinas, despachos, vestuarios, piscinas, elevadores, trasteros o garajes, por decir algo. Día a día, la reflexión sobre sus oportunidades y derivaciones conduce a ordenar y clasificar la vida. La vida tiene tantas posibilidades en su clasificación, en sus definiciones. Un tablero infinito, a lo largo y a lo ancho, hacia lo alto, hacia las profundidades. La vida cotidiana arroja una fuerza imparable, que arrastra tras de sí los sueños y las ebriedades. Cuántos esfuerzos para asomarse a su estructura, a su constitución, el intento de establecer cuadrículas y formatos. La palabra es útil, el dibujo imprescindible. Mapas y conceptos que se unen y nos dan un respiro. La risa es el mejor aliado, nada sin ironía. La ironía es la brújula.
+ [La vie quotidienne]. La vida cotidiana es inabarcable, preferible a cualquier otra ficción. Calles, escaparates, paseantes, automóviles, bicicletas, ciclistas, niños o ancianos, carriles, luminarias, espejos, barrenderos. Cada peatón tiene su novela, sus novelas. Vidas que se cruzan, intersecciones, formularios en blanco que no se cubrirán. Detenerse y obviar lo codificado, ver la totalidad desde una perspectiva nueva y paradójica, pero no falsa. El espectáculo es grande, aunque lo oculte la costumbre.
+ El significado de los sueños. Sueño que vuelo y, cuando me despierto, inmediatamente, busco el significado en la red: sólo me quedaré con una cosa: es un buen augurio. Lo demás no me interesa, pues busco más el emblema que su razón [de la que sistemáticamente desconfío]. La escena es la siguiente: estoy con un amigo en una playa. Hablamos y decidimos escalar las rocas y pasar a otra playa, [diría yo que se trata de la playa de Lapamán]. De repente, cuando estoy en lo alto de la roca emprendo el vuelo: con ligereza y suavidad. Ahí quedó la cosa. Pasó la mañana y regreso a comer. Me encuentro en el buzón con que ha llegado el facsímil de Platero y yo. Abro el pequeño paquete y trato de ver algún tipo de conexión entre el libro y el sueño. Pronto me olvido de esas y otras investigaciones o derivadas. "Platero es pequeño, peludo, suave…"
+ Primera hora del viernes: hay un grupo de cinco chicos y una chica en las proximidades de mi portal. Todos visten de negro y ella lleva unos zapatos de plataforma muy caracterísiticos. En esta hora, las siete y media de la mañana, cuando todavía es noche cerrada y el día ni siquiera se prepara para abrir su ámbito, tienen un no sé qué que me traslada a un Londres de los años ochenta del siglo pasado. Un Londres que yo conozco muy bien: librescamente, a través de fragmentos de películas e imágenes televisivas, canciones o novelas. ¿Un conocimiento inferior que el recuerdo de aquél que sí estuvo allí, que lo vivió? En esta hora no interesa la respuesta, pues el grupo de jóvenes noctámbulos tiene elegancia y presencia, una suerte de eternidad, de eternidad falsa: la primera hora del día los disolverá en la masa anodina. Ahora son un recuerdo en el paisaje, una oración a los dioses de la temprana ebriedad, un suspiro, una imagen que me acompañó durante unos minutos, una hora a lo sumo. Ahí está su grandeza: su fugacidad.
+ Imagen. Una escultura, parte de un grupo escultórico: en el centro de la narración estaba el Minotauro. Otros laberintos a la orilla del río, que discurre hacia su desembocadura indiferente. Pronto comenzará el día, pero el estatismo de las esculturas es una metáfora por establecer en nuestro discurso. Patente, sin heridas, ataraxia.
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