sábado, 19 de julio de 2014

Intervalos


+ Las caravanas, el camping, el verano. Sin saber por qué, llega un hilo de literatura, la sugestión que produce pensar en territorios inestables, la posibilidad de una historia que se bifurca o se contrae [levemente, alguien apostilla], que se extienda más allá del ámbito de la narración y abarca la visión de lo total. Tal vez: Buenos días tristeza. El verano entonces era eterno. El verano de la infancia. El verano es un territorio libre que se desvanece. El verano contiene un canto de libertad sin espera, que se traiciona a sí mismo en otoño: el regreso a las tareas. La indolencia prueba sus trucos de adivinación y ocultamiento, la precisión de sus diagnósticos. Pero no, sobre todo reina el silencio y la suspensión del juicio. En esta hora hay un posibilidad, acotada en el presente. Un zumbido de motor, insectos que se transparentan contra las cortinas, el sabor de los licores helados. Se recorta el recuerdo y salvamos lo deseable. Playas, piscinas, pasillos infinitos en hoteles infinitos. Colores planos, líneas austeras, texturas frías. El contexto y sus jerarquías.

+ Todo se detiene y con ello la sugerencia: sólo es una fracción del día: la cinta para correr, música en el reproductor de Mp3 [modo aleatorio] y la pantalla que hay enfrente de la propia cinta. Un programa de televisión: Casas de verano. Se trata de transformar una suerte de cabañas o casas prefabricadas en hogares ideales. El resultado es plano y reiterativo. No lo comprendo bien. Antes de la operación hay vida, luego un decorado de gran almacén:  blancos y azules náuticos, cojines y lámparas a juego, un timón aquí, una linterna marítima allá. Antes, sobre las paredes se acumulaban, en un desorden sin estudio ni composición, recuerdos y baratijas, cuadros y adminículos, bajo un sofá los juguetes de los niños, escondites, laberintos, trampantojos. No sé, escojo la vida y su reflejo en el arte narrativo al orden frío y estático de la decoradora. Supongo que pasados dos o tres años, la cabaña adquirirá la pátina en la que se traduce el paso del tiempo, las edades, las alegría y las decepciones. Supongo y  es mucho suponer. Continuo con mi ejercicio, arropado por la música. Me detengo y comienzo a no pensar, a evitar la visión de la pantalla, de los torrentes de representación y docilidad. El cero es el objetivo.

+ Dudad, dudad de las narraciones sobre vuestra biografía, también del comienzo de vuestro relato. Sois todo lo que otros fueron, también lo que no llegaron a ser.

 
+ Instrumental topográfico. Encuentro el manual de un teodolito entre papeles y recibos. Es cierto, puedo establecer fechas y espacios: lo recuperé del cubo de la basura, en un oficina en la que trabaje hace no mucho tiempo. Su formato me llamó la atención, mientras yacía en el fondo negro del cubo. Ahora lo veo y me resulta interesante en un sentido descriptivo. Esto me indica un cierta dirección estética que establece dimensiones, una capacidad para descubrir ese algo permanente que ciertas cosas albergan en su composición, en su formato o en la estructuración de su contenido. Sin más: el manual es hermoso y la palabra manual se ajusta perfectamente a su naturaleza. El artificio, ese acento artístico  que, sin intención, ha cristalizado. La función rebasa su carencia de aura, pero ésta se establece cuando se ve recuperada del cubo de la basura. La ignorancia se convierte en un aliado. Pero el manual no es ni siquiera un libro, es un folleto, unas instrucciones básicas: tapas de cartulina verde tal que una tela especial, un verde entre lo militar y lo ducal, una tela veneciana, un vínculo entre el sentimiento y la certeza, el papel es un papel para resistir lo climatológico. La plasticidad inherente de lo exacto, sin ornamentos. Su tipografía es austera y contundente. Fotos de precisión extremada, en las que la disposición no admite la ambigüedad. Hay en el tacto del papel una transmisión limpia del contenido. Todo en su justo punto, los pesos compensados, la articulación y el equilibrio. Está en ella contenido otro tiempo, un tiempo de geometría y campo, de libretas donde apuntar medidas angulares y esbozar croquis. La geometría: triángulos, vértices, alturas, depresiones, vaguadas, crestas. La línea recta, la curva de nivel, la segmentación de la geología. Parcelas, linderos, caminos, el conocimiento que habrá de ser recuperado en el gabinete. Cotas y grados, orientaciones y brújulas. Hay una totalidad hermosa en el enunciado: trabajo de campo y gabinete. Es un buen momento para pensar, una vez más, en las reglas que determinan el ensamblaje de las partes.