+ Madrid durante unos días. Un diciembre inusual, frío, transparente. Otros compromisos, otras ocupaciones. Es así como la corriente nos lleva y nos transforma. Sentir el viento de la meseta, el tránsito de los bares, las conversaciones sincopadas, la lluvia y el frío de la primera hora de la mañana. Las siete menos cuarto de un lunes. Encontrarse con un impulso propicio para una nueva aventura: sin riesgos. El provecho de cada ocasión no lo determinan las predicciones, sino los imprevistos, lo fugaz, lo espontáneo. Nada se debe esperar, es la contemplación, esa ruptura con las agradables rutinas: escogidas y celebradas.
+ Había visitado, el día anterior, el lugar de mi cita. Tenía insomnio. Debía madrugar
+ La casa estaba llena de recuerdos. No eran mis recuerdos, pero en las tangentes de círculos concéntricos me afectaban, me afectan. Y eso es suficiente. Fotos, láminas, libros. Sobre todo libros, ante todo libros, viejas ediciones de bolsillo, desarmadas, gastadas, dormidas en los anaqueles.
+ Caminé en la oscuridad hasta llegar a la sala. Encendí una lámpara alta, alcancé los tomos de los cuentos de Cortázar y de Borges. El tomo de Cortázar tenía un prólogo de Vargas-Llosa, que fue por donde comencé a leer. Lo leí sin detenerme. Debía madrugar, levantarme a las seis de la mañana, pero no podía dormir, o no podía dejar de leer. Apenas pasaban unos minutos de la una de la madrugada. Había una suerte de iluminación que conecta mi vida de veinte años atrás con el momento presente. No sé si las palabras son siempre suficientes para describir los estados de ánimo, si la música en su absoluta verdad abstracta logra atrapar el momento, si una imagen atesora en sí misma el filo de la navaja. No lo sé, pero carece de importancia. Casa tomada palpita todavía en el día a día, como si en el corazón de la vida ordinaria se incrustasen los fragmentos de lo leído o de las visitas a esas ciudades que se constituyen en patrias electas, precisas y eternas. Eternas en esa autenticidad del aquí y ahora.
+ Ahora que el invierno ha remitido, Madrid, Cortázar se transforma en presencia y constancia. La voluntad literaria, que es algo más que libros y biografías, más que tomos construyen un muro de títulos, impresiones y sugerencias. La literatura es un camino o es una estancia. Hay tiempo para averiguarlo: ahora.