sábado, 28 de diciembre de 2024

Podría intentarlo

 


+ A intervalos, leo fragmentos de Travesía de Madrid, de Umbral. Leo algo sobre el metro. Puede que se sitúe en los años sesenta del siglo pasado. No antes, no después. Leo con atención y las precisas observaciones me hacen pensar en este nuestro presente. No veo tanta diferencia. El cansancio, la abulia, el trabajo embrutecedor, los desplazamientos sobrehumanos, el tiempo en suspenso, un no-lugar, la falta de aire, el enclaustramiento diario. Hay cosas que no cambian, termino por decirme mientras pienso en la última visita a Madrid, cuando acudía a primera hora del día a la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense. La aglomeración, la ropa limpia, la colonia de la primera hora del día, los aparatos para disipar la anomia del momento [esa imposibilidad de nombrar el extraño vacío vital, yo no sería capaz, pero podría intentarlo]. Nada cambia, nada permanece. La contradicción esclarece la duda. Rostros que se repiten, voladuras de lo cotidiano, la estela de la vida que se refleja en las lecturas, los teléfonos y los atuendos. Volveré a Umbral porque nunca dejó de ser su escuela una educación sentimental y cada vez que viajo a Madrid su prosa y su lírica están muy presentes, ocultas o exultantes.


+ “Podría intentarlo…” se completa con un “pero no me apetece.” Así los reencuentros se muestran imposibles. La vi pasar con su perrito y la proximidad del pasado se desveló como una lejanía sin explicación, sin ganas de adquirir sentido. No hay nada. Ni resentimiento, ni ocultamiento. Ese ocultamiento de los conejos de aquellos que los persiguen. Estamos a otras cosas. El pasado es un viento suave casi sin permanencia. Una leve substancia: la vi pasar con su perrito. Nada más.


+ “Según Nietzsche, nosotros, en cambio, tenemos aquí una carencia: sólo con esfuerzo gigantesco podemos desprendernos del lastre de la memoria. La capacidad de olvido es un poder, y sin él «no puede haber ninguna felicidad, ninguna jovialidad, ninguna esperanza, ningún orgullo, ningún presente…».” Este fragmento lo copio y lo pego desde un artículo de Josep María Esquirol. Ilustra con bastante concisión y rigor lo que percibo esta tarde, dentro de la espiral navideña, sobrepasado el hito de la lotería. El olvido, el secuestro de la memoria que debe operar el presente. Esa tarea. 


+ Lo anterior me lleva a otra cita de Nietzsche: “El remordimiento es como un perro mordiendo una piedra: no sirve para nada.”


+ Durante un instante reflexiono sobre la relación entre lo que se denomina realidad [en singular, cuando precisa, sin duda, la pluralidad] y la palabra. En concreto en ese punto en que uno sabe de que está hablando y su interlocutor entiende cosas que uno no quiere decir. Un desencuentro. Y digo “quiere decir” y no “dice” porque, en verdad, quizá haya un punto de incomunicación, un punto donde se suponen cosas para poder proseguir, pero que nunca se llega al núcleo de lo que el otro quiere transmitir. Y, tal vez, las suposiciones nos conduzcan por senderos errados. Cuántas veces me ha pasado. Por ejemplo, cuando digo que hay un algo descriptivo y un algo prescriptivo, para luego la persona con quien hablo lo traslade a un espacio donde, para mí, resulta inadecuada su aplicación. Vaya, no hay término medio entre par e impar. ¿Es necesario llenar la conversación con matices? No. Es mejor callar y no hablar por hablar. Y este párrafo es un poco de eso: charla vana. Charla vana, qué sería de nosotros, las cotorras, sin ella. ¿Podría intentarlo?


+ Imagen: giran las imágenes y, sin previsión, surge el motivo: una escala más allá de lo humano, el detalle sobre el pavimento, sugerencias, lo orgánico y lo geométrico, la abundancia que el amarillo sugiere, me digo. 

sábado, 21 de diciembre de 2024

Prima facie [a primera vista]

 


+ Bajo la égida del convencimiento que muestra Quintín Racionero: “toda experiencia es radicalmente histórica”. A ello me ciño e inicio el rito de los finales de año, el final de este año 2024, con la incertidumbre del futuro, tan acelerado como reiterativo. Sin esa visión de histórica de la realidad no hay otra cosa que desorientación. Por esta razón, trato de establecer un marco contextual de mi propio yo, de los que me rodean y de la amplitud de la nación a la que pertenezco [en última instancia prefiero el término estado a nación, por las condiciones de singularidad que tiene este último término: negativas connotaciones en el relato que he construido para poder explicarme mi inacabada mismidad].


+ Hay extrañas maneras en lo cotidiano, extrañas personas con extrañas maneras, preciso. Gente que tiene la extraña especialidad de retirar, sin motivo aparente, el saludo a cualquiera, tras años y años de saludar. No se puede buscar la explicación para estos comportamientos porque se debe preservar ese misterio que solo incumbe a la religión de la ciudad. Aquellos personajes cumplen una misión secreta: recordarnos que la estupidez habita entre nosotros y no debemos olvidar su presencia. Mensajes que flotan en el aire y que hay que observar sin demora.


+  Un aire que, electrónicamente, llega desde Tánger. No me pregunto nada. No hay misterios. Me gustaría que una niebla recubriese este momento y aparecer un jardín, renovado, joven, sin ambiciones, en un estado de serena indiferencia. No es así. No hay misterios. Una poética que se desarrolla en aviones, hoteles, trenes y coches alquilados. Un simulacro del viaje. La mano amada en lo confines de la noche. Lo automático. Ese aire de Tánger vuelve otra vez. Hoy Tánger, ayer Buenos Aires. ¿Mañana? Viajes que no se concretan, pero palpitan. Su latido refleja los recónditos senderos de la noche, más que una cartografía reductora.


+ A primera vista se reconocieron y en un instante el pasado regresó. 


+ Imagen: en el regreso a casa se hace materia un escenario: siempre ahí, ahora reconocido. A primera vista.

sábado, 14 de diciembre de 2024

El buen gusto y sus opuestos

 


+ El análisis de lo que por buen gusto se entiende puede aportar una serie de indicios sobre el momento actual. En primer lugar, se trata de un concepto erosionado y que ha terminado por desprenderse de los claros y firmes referentes que había hasta hace muy poco. La expansión de las posibilidades de expresión ha cercenado una jerarquía asentada. Hoy la indumentaria o los elementos identitarios más próximos al individuo (música, tatuajes, abalorios…)  no permiten una catalogación con un primer vistazo, una precisa catalogación socio-económica (como sucedía no hace tanto). Son muchas las posibilidades para disfrazarse (que no debe porque tener un matiz peyorativo, sino que alude a lo cambiante, lo festivo, lo carnavalesco como síntoma de libertad). ¿Disfrazarse? Sí y aquí se diluye lo que se entendía por buen gusto. Se ha de tener en cuenta que lo arbitrario es un elemento fundamental en el buen gusto y es el disfraz una herramienta muy útil para desmontar lo convencional y codificado, el disfraz muestra esa misma arbitrariedad de lo aceptado y aceptable. Kant abominaba de los tatuajes y hoy son más que un punto estético, un asunto que tiene que ver con los talismanes y las definiciones de la persona: la identidad. Esto se extiende por las posibilidades del atuendo y, tan variable, se resuelve en que tal buen gusto es un acuerdo que se ha diluido, que no se deja capturar en este preciso momento, que hoy la regla y la medición son otras muy distintas. Descansamos en ello, en la impermanencia.


+ El buen gusto opera como un corte abrupto entre lo bueno y lo malo, pero esta división entre lo aceptable y lo que se debe rechazar cada vez tiene menos peso. Los árbitros de lo correcto han perdido su autoridad y su lugar no lo ocupa nadie porque a nadie le interesa. Pero cabe la posibilidad de que esto sea una simplificación y no haya otra cosa que un emboscarse en la maraña para poder establecer unas reglas nuevas. La ausencia de criterio también es un criterio.


+ La ira como tema, como clave para penetrar en la actualidad. ¿Cómo relacionar el buen gusto con la ira, si es que hay lugar para ello? ¿Se trata de una lucha de identidades y un rechazo a las élites? Describir este momento pasa por no dejar a un lado todo lo que internet ha traído, su historia y su contexto. El contexto que ha creado. Ahí inserto los dos conceptos: la ira y el buen gusto. La ira se mantiene y el buen gusto comienza su agonía, un declive que debe llegar a la muerte para que algo nuevo nazca. La ira es el motor. 


+ Cierto: se ha desvanecido aquel súbito interés que tuve por la fotografía. Duerme la carpeta que abrí hace, ya, casi dos meses. Duerme sin nuevas incorporaciones: enlaces, fotos, textos, sugerencias de libros. Duerme, duerme la fotografía y yo paseo con despreocupada indiferencia: quizá encuentre algún motivo para ilustrar esta entrada. Duerme, duerme. 


+ ¿Pasamos de un orden newtoniano a un orden cuántico? Una idea sobre la política actual que propone, con inteligencia y acierto, Giulaniano da Empoli. [¿Qué relación tiene esto con el buen gusto o el estilo? ¿Cómo se ha roto una suerte canon en las costumbres y la indumentaria, también en la política, paralelamente: los fragmentos se dispersan y, probablemente, sin posibilidad de restauración?]


+ Pensad en las nociones de dinero en las que descansa el concepto de buen gusto, de estilo. Ahí está la clave, dice. El uso del dinero y los resultados que de él se pueden obtener. Y no está tanto en la calidad, sino en un inefable acierto. El estilo, ay. 


+ Imagen: sombras.

sábado, 7 de diciembre de 2024

Diario

 

Madrid

+ Por error escribí “[…] nuestra existencia en este primer cuarto del s. XIX””, pero, ahora, trato de darle un sentido [después de corregir la entrada donde está en el error, la entrada que publiqué el sábado pasado]. ¿Hay relación entre el inicio del XIX y el del XXI? Todo un tema, un abanico que se abre a la especulación.


+ Llueve y hace dos horas que anocheció. La música de Bach en reproducción continua. La redacción. El tiempo y el texto. El tiempo que marca el reloj, el tiempo percibido y el tiempo metereológico forman una unidad compacta. Enlazo lo anterior con lo leído en el inicio de la tarde: la definición y la inducción. Reflexionará antes de dormir sobre el asunto. ¿Son entretenimientos? ¿Es la orquesta que no deja de tocar mientras el trasatlántico se hunde en la inmensidad del mar, el mar de hielo y muerte? 


+ Hay una investigación en marcha, me doy cuenta por ensalmo. Una investigación sobre el mal, en recuerdo de Sobre héroes y tumbas. Me centro en un punto y desde ahí trato de establecer el marco que podría contener esta investigación. Si fuese capaz de trazar esos límites habría logrado mucho. Con todo, hay que determinarse en la determinación. Hay intuiciones claras y no erradas: las redes sociales como mecanismo para esparcir la ira, la ira como combustible de este periodo de intolerancia, el peligro de la intolerancia y el ascenso de personajes que hace un poco serían impensables caricaturas. Hoy son jefes de estado o están en ciernes. Este es nuestro mundo y sabemos, ay, que al consenso se llega después del estallido del conflicto. ¿Puedo ser otra cosa que un observador?


+ Imagen: Madrid, hace dos o tres semanas.