+ Es sábado. La mañana, un día más, es una mañana radiante, el sol intenso y el cielo despejado. Hay un algo que me reconcome, está ahí y lo identifico. Lo estudio. Me estudia. He hecho ejercicio y, como siempre, ha resultado una medicina exacta, en el punto exacto ha actuado. Me reconcome mi idea sobre la determinación, sobre mi propia determinación. Lucho contra mi condición y en el principio rector se eleva una decisión: continuar sin pensar demasiado. Me estudia y me estudio. Pero me dejo llevar por el propio ejercicio y la música de guitarra flamenca (es un homenaje al que fui, una reconciliación con el adolescente que hasta aquí me ha traído). Alcanzo la deseada tranquilidad. Le doy una golosina al gato y otra a la gata. Los dos son hermosos y opuestos. Leo, bebo algo de agua, el café me espera, leo. Debo escribir y no sé por dónde comenzar. Todo se ha desplazado, el zócalo me impide continuar, aunque mi obligación es esa: continuar. También la voluntad es un don.
+ La fina línea del horizonte me inspira. Desde la playa veo donde el océano Atlántico se confunde con el cielo. Más que un recuerdo, se trata de una emblemática imagen. Los detalles del viaje llegan mediante la insinuación de una música que cuando estábamos allí no escuchamos. La paradoja casa bien con mi principio rector: la busco y me encuentra. El horizonte es el emblema. Un lugar que está presente pero no se alcanza. Me diluyo en su verdad. Como una letra, como el dibujo del arabesco de una melodía. El sábado avanza y en la tarde se perfilan las nubes, el viento canta leve y sostenido. He tocado un poco la guitarra, ni siquiera diez minutos, he intentado escribir y casi lo consigo. La persistencia apuntala el carácter, pero está ahí desde el inicio. Nadie lo cambia. El tanguillo me rescata y devuelve una alegría fundamental y momentánea, queda la alegría aleando y se aleja.
+ La definición de don, que no es otra, según la RAE, que “gracia especial o habilidad para hacer algo”. Se ve ya en la primera infancia cómo apunta esta capacidad. No se aprende, aunque admite perfección. Pero la capacidad de perfección no deja de ser otro don. También la voluntad, la determinación y la constancia. En inglés la palabra, más o menos, equivalente es gifted, que equivale a la otra acepción que tiene don en español: regalo. El don es un regalo, nadie ha hecho nada para tenerlo y tenerlo no implica mérito. El mérito y la culpa, un debate abierto hace tiempo y que creo que he resuelto, porque he llegado al punto en que no admito ni una cosa ni la otra, pero sí la ficción necesaria que representan ambos conceptos.
+ Mientras, las guitarras suenan. También la voluntad es un don, repito y reflexiono, lo dejo y escucho cómo las guitarras trazan sus arabescos, las líneas finas que se enredan entre sí y resuelven la ecuación, pero la incógnita se eleva, una vez más. La vida, qué complicación.
+ El barquito de vapor / está hecho con la idea / que en echándole carbón / navegue a contra marea […] Esteros de Sancti-Petri / salinas de San Fernando / espejos de sol y sal / donde se duermen los barcos (Camarón, “Bahía de Cádiz”, 1979).
+ Siempre ha sido así. Una etapa, un tiempo, un espacio entre el cielo y el mar. Ahora toca esto y luego vendrán otras cosas. Hoy solo flamenco. Extraña intimidad. Se eleva sobre el tiempo, busca esa conjunción y no la encuentra. Soy yo y un otro yo que fui. Ahora lo escucho con más respeto y un entendimiento más afinado. El barquito de vapor…
+ Me detengo y observo a las hormigas. Su trabajo incesante e incansable. ¿Mérito? ¿Y la metáfora, la fábula de la hormiga y la cigarra? ¿Puede la hormiga dejar de ser hormiga, puede la cigarra dejar de ser cigarra? El barquito de vapor cruza la bahía.
+ Me he comprado un libro que aborda la historia del flamenco, Una historia del flamenco de José Manuel Gamboa. Con esto todo queda dicho. En los libros está todo, pero esa totalidad siempre espera que se reescriba. El reflejo necesario. Leer, pensar, conversar. La triada se eleva sobre la rutina. Ay, bendita rutina con sus leves acentos.
+ Imagen: la etiqueta es indescifrable, ahora mismo. La observo y recuerdo. Nada queda ya de aquello: el afán y su olvido, tal vez.




