sábado, 6 de diciembre de 2025

En suspenso

 


+ La lluvia envuelve el paisaje. Al poco, la ciudad se ve arropada por el manto gris de la niebla. Ahora la niebla es ya un negro apagado, mate. Escribo y escucho el preciso desarrollo de algunas piezas para piano de Clara Schumann. Hay sintonía entre la música, el tiempo metereológico y el momento. No me desvío de mi tarea. Me hace sentir una punzada de felicidad, una breve y auténtica felicidad. Bebo un sobro de café. Regreso al texto que trato de elaborar y las palabras texto y elaborar no me gustan, pero no encuentro, ahora mismo, mismo otras. Ensayo, tesis, reflexión, análisis. Escribir, pergeñar, proyectar, producir. No me valen. Lo dejo así. Salgo un momento y estudio la lluvia sin pensar en nada más que en su cadencia, ese ritmo hipnótico. Hay un mensaje oculto que no se puede desvelar. Ese mensaje lo creo y lo destruyo yo. Ni más, ni menos.


+ La lectura de la poesía del Conde de Villamediana desde el presente en el que vivo revela claves insospechadas. El desengaño se ha erigido en rasgo de una época. El desengaño político, como apunto Rosales, y el desengaño amoroso que se extiende desde las redes sociales a la televisión en su versión más obscena y adocenada. La política es muy visible y el amor se ha convertido en un concurso de realidad televisada. No todo es así, pero sí hay una percepción de ambas realidades como muy rebajadas, como si hubiese un mundo anterior que fue perfecto. No entro en ello, pero sí en la piedra de toque que resulta ser esta poesía que ocupa mis días y mis pensamientos. La codificación de los sentimientos tiene un valor que desconocemos y nos permite adentrarnos en mundos insospechados, con los que, a diario, convivimos. Es ahí donde me valgo de las herramientas que me proporciona el poeta. El desengaño y el escarmiento son claves útiles para entender este mi presente.


+ Paisajes, libros, café, el piano lejano de Clara Schumann. Pienso en febrero, otra vez en el Auditorio Nacional. Otro concierto. Grigori Sokolov. 


+ Recuerdo la extraña sensación que me asaltó en Madrid. En un descanso di un paseo hasta llegar a un parque. Me senté en un banco y me dejé llevar por la mañana limpia de finales de septiembre. Me invadió la impresión de que estaba dentro de una maqueta, de tan perfecto que todo parecía. No duro mucho, pero fue algo intenso. La deficiencia de la vida ordinaria se había visto suplantada. Ancianos que hacía deporte suave, parejas de paseo, perros felices, algún corredor, los jardineros y sus labores: la adecuación de sus uniformes, el brillo de las máquinas. Salí de parque y sentí que un aliento poético me había invadido. Más tarde caminé por calles sin personalidad y llegué a la biblioteca a la que debía llegar. La sensación se atenuó pero se mantiene la idea de lo imposible, de la reducción de todo a lo más pequeño y perfecto. No mucho más.

 

+ Imagen: los equívocos.